«Pro vobis et pro multis»

El tema me lo ha suscitado un amigo, ostensiblemente alarmado al oír que las jerarquías de la Iglesia habían decidido sustituir, al referirse a la Sangre del Señor en el momento de la consagración, las palabras «que será derramada por vosotros y por todos los hombres» por esta otra, mucho más light, «por vosotros y por muchos». Es evidente que la sensibilidad religiosa de los fieles es mucho más sensible y aguda que las veleidades lingüísticas (¿o doctrinales?) de los altos jerarcas eclesiásticos.

El asunto viene de lejos. Aunque los obispos españoles, con buen sentido pastoral, habían dado largas al tema y habían dejado pasar el tiempo. En efecto, ya en octubre del 2006, el papa Benedicto XVI aprobaba el decreto por el que se establecía el cambio en cuestión. En la misma fecha la S.C. para el culto divino, presidida por el africano cardenal Arinze, secundaba el encargo y comunicaba la decisión de la Santa Sede a las conferencias episcopales. Pero solo en abril del 2010 la Conferencia Episcopal Española dio el visto bueno a la nueva traducción castellana del Misal Romano, en su tercera edición, introduciendo la versión prescrita del pro multis. Al fin, diez años después de la aprobación del decreto, en 2016, aparecerá la modificación prescrita del pro multis en la versión española del Misal Romano.

Según el decreto, en adelante, en las misas, al referirse a la sangre del Señor, en vez de proclamar que fue derramada por todos los hombres para el perdón de los pecados, se dirá que fue derramada por muchos. Después de unos cuantos años de reforma, oyendo en todas las misas la expresión por todos los hombres, en la mente de los fieles había calado ya profundamente la viva convicción, teológicamente incuestionable, de la dimensión universal de la salvación otorgada por Cristo en la cruz. La sangre de Cristo derramada, no solo por muchos sino por todos los hombres.

Hay que decir, para ser justos, en donde se origina el problema. Es cierto que en los relatos de la cena transmitidos por Mateo (Mt 26, 28) y Marcos (Mc 14, 24) se habla de la «sangre derramada por muchos [peri pollon]». La tradición litúrgica romana también se manifiesta acorde en proclamar la sangre derramada por muchos: «qui pro vobis et pro multis effundetur». (Canon Romano). Es evidente, con todo, que el texto del Canon se inspira claramente en los textos bíblicos del relato. Todas estas versiones traducen literalmente el original griego polloi (muchos).

A este respecto hay que hacer notar lo siguiente. En la edición crítica del ordinario de la misa (L’Ordinaire de la Messe, 81, nota 4), el sabio benedictino Bernard Botte, aludiendo al et pro multis, anota que «el vocablo arameo que el latín traduce por multi aquí significa también todos». En el mismo sentido se expresa ampliamente el erudito biblista alemán Joachim Jeremias. Comentando el relato de Marcos en su estudio sobre las palabras de la cena (Die Abendmahlsworte Jesu, 171-174), después de un exhaustivo análisis, asegura que aquí la expresión polloi (hyper pollôn) es un claro semitismo y tiene un sentido inclusivo: no significa «muchos», sino «todos». Para concluir esta observación debo señalar que, aun cuando la «Biblia de Jerusalén», al traducir los relatos de la cena, mantiene la versión de muchos, las biblias de la «Casa de la Biblia», la «Traduction Oecuménique de la Bible» y la «Biblia de Nuestro Pueblo» de Luis Alonso Schökel, traducen multi («muchos») por todos.

Para justificar este cambio los obispos españoles de la Comisión de Liturgia aseguran que, de este modo, se garantiza «una mayor fidelidad a los textos originales»; al mismo tiempo denuncian que la anterior no era una «traducción», sino una «interpretación». Me sorprende, además, que los mismos obispos aseguren que esto resultaba «explicable en el clima de los primeros años de la reforma litúrgica»; pero no ofrecen ninguna razón para justificar por qué era «explicable». Más bien deberíamos decir que los traductores de la primera hornada, al traducir, manejaron unos criterios diferentes, superaron la tendencia a las versiones literalistas o textuales, y ofrecieron versiones que, manteniéndose fieles al contenido, resultaban fácilmente comprensibles para el oyente moderno. Para verificar lo que digo bastaría hacer un breve recorrido por los textos de oración del breviario y del misal y comprobar que las versiones constituyen auténticas recreaciones de la redacción original. Un texto clásico, vertido a un idioma moderno, debe ser acogido por el oyente con las mismas resonancias, con los mismos matices, con el mismo colorido y con el mismo ritmo con que era acogido en su idioma original.

Los obispos de la Comisión de Liturgia instan a los sacerdotes a que, al introducir esta modificación en la eucaristía del próximo primer domingo de cuaresma, en marzo del próximo año, ofrezcan a los fieles una catequesis apropiada. En efecto, mientras la versión «derramada por todos los hombres» era clara y diáfana, sin necesidad de explicaciones ulteriores, la versión impuesta ahora («derramada por muchos») requiere explicaciones y catequesis prolijas para que los fieles puedan apreciar la dimensión universal de la salvación, sin exclusiones ni privilegios. Porque muchos no son todos.

He dicho que quienes se emplearon en la primera traducción de los textos latinos se sirvieron de un método abierto, preocupados por el sentido y la resonancia de los textos. Nunca se sintieron esclavos de la literalidad de las versiones originales. Ahora, en cambio, se impone une traducción rabiosamente literalista. Traducción, por otra parte, que no vehicula el contenido primigenio de la frase. Porque, como hemos visto, la versión griega del «muchos» (polloi), tal como aparece en los textos bíblicos, es un semitismo con carácter inclusivo que significa la «totalidad», la «multitud», «todos». Así se ha entendido, como en la española, en las versiones alemana y francesa del misal. La imposición de la traducción literalista está en contra del espíritu que ha guiado a los expertos en su labor traductora y que impregna la totalidad del lenguaje litúrgico vertido al español. Una vez más debemos reconocer con tristeza que los pasos que se están dando últimamente desde la jerarquía eclesiástica representan escasamente un aliento de vida para la renovación litúrgica.

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