«Pro vobis et pro multis»
El asunto viene de lejos. Aunque los obispos españoles, con buen sentido pastoral, habían dado largas al tema y habían dejado pasar el tiempo. En efecto, ya en octubre del 2006, el papa Benedicto XVI aprobaba el decreto por el que se establecía el cambio en cuestión. En la misma fecha la S.C. para el culto divino, presidida por el africano cardenal Arinze, secundaba el encargo y comunicaba la decisión de la Santa Sede a las conferencias episcopales. Pero solo en abril del 2010 la Conferencia Episcopal Española dio el visto bueno a la nueva traducción castellana del Misal Romano, en su tercera edición, introduciendo la versión prescrita del pro multis. Al fin, diez años después de la aprobación del decreto, en 2016, aparecerá la modificación prescrita del pro multis en la versión española del Misal Romano.
Según el decreto, en adelante, en las misas, al referirse a la sangre del Señor, en vez de proclamar que fue derramada por todos los hombres para el perdón de los pecados, se dirá que fue derramada por muchos. Después de unos cuantos años de reforma, oyendo en todas las misas la expresión por todos los hombres, en la mente de los fieles había calado ya profundamente la viva convicción, teológicamente incuestionable, de la dimensión universal de la salvación otorgada por Cristo en la cruz. La sangre de Cristo derramada, no solo por muchos sino por todos los hombres.
A este respecto hay que hacer notar lo siguiente. En la edición crítica del ordinario de la misa (L’Ordinaire de la Messe, 81, nota 4), el sabio benedictino Bernard Botte, aludiendo al et pro multis, anota que «el vocablo arameo que el latín traduce por multi aquí significa también todos». En el mismo sentido se expresa ampliamente el erudito biblista alemán Joachim Jeremias. Comentando el relato de Marcos en su estudio sobre las palabras de la cena (Die Abendmahlsworte Jesu, 171-174), después de un exhaustivo análisis, asegura que aquí la expresión polloi (hyper pollôn) es un claro semitismo y tiene un sentido inclusivo: no significa «muchos», sino «todos». Para concluir esta observación debo señalar que, aun cuando la «Biblia de Jerusalén», al traducir los relatos de la cena, mantiene la versión de muchos, las biblias de la «Casa de la Biblia», la «Traduction Oecuménique de la Bible» y la «Biblia de Nuestro Pueblo» de Luis Alonso Schökel, traducen multi («muchos») por todos.
Para justificar este cambio los obispos españoles de la Comisión de Liturgia aseguran que, de este modo, se garantiza «una mayor fidelidad a los textos originales»; al mismo tiempo denuncian que la anterior no era una «traducción», sino una «interpretación». Me sorprende, además, que los mismos obispos aseguren que esto resultaba «explicable en el clima de los primeros años de la reforma litúrgica»; pero no ofrecen ninguna razón para justificar por qué era «explicable». Más bien deberíamos decir que los traductores de la primera hornada, al traducir, manejaron unos criterios diferentes, superaron la tendencia a las versiones literalistas o textuales, y ofrecieron versiones que, manteniéndose fieles al contenido, resultaban fácilmente comprensibles para el oyente moderno. Para verificar lo que digo bastaría hacer un breve recorrido por los textos de oración del breviario y del misal y comprobar que las versiones constituyen auténticas recreaciones de la redacción original. Un texto clásico, vertido a un idioma moderno, debe ser acogido por el oyente con las mismas resonancias, con los mismos matices, con el mismo colorido y con el mismo ritmo con que era acogido en su idioma original.
He dicho que quienes se emplearon en la primera traducción de los textos latinos se sirvieron de un método abierto, preocupados por el sentido y la resonancia de los textos. Nunca se sintieron esclavos de la literalidad de las versiones originales. Ahora, en cambio, se impone une traducción rabiosamente literalista. Traducción, por otra parte, que no vehicula el contenido primigenio de la frase. Porque, como hemos visto, la versión griega del «muchos» (polloi), tal como aparece en los textos bíblicos, es un semitismo con carácter inclusivo que significa la «totalidad», la «multitud», «todos». Así se ha entendido, como en la española, en las versiones alemana y francesa del misal. La imposición de la traducción literalista está en contra del espíritu que ha guiado a los expertos en su labor traductora y que impregna la totalidad del lenguaje litúrgico vertido al español. Una vez más debemos reconocer con tristeza que los pasos que se están dando últimamente desde la jerarquía eclesiástica representan escasamente un aliento de vida para la renovación litúrgica.