Contracorrente - El criterio de "Lo malo conocido" 8-VIII-2018
Contracorriente. El criterio de “Lo malo conocido”
Los “navajazos” –amigos- se estilan y se reparten gratis en todas partes. En las familias y hasta entre hermanos; en los pueblos y en la ciudad; incluso en la Iglesia y entre creyentes; en la política no digamos y la universidad, también. Y quizá estos últimos citados navajazos sean de los más salvajes y despiadados que se conocen. Porque los suelen propinar “gentes” que, por su preparación y condiciones, debieran tener y saber gestionar razones para ser menos sádicos o atrabiliarios. Pero no….. Parecen remedar la idea de Voltaire según la cual, a más progreso, mayores y más acerados medios a mano para destruirse o matarse entre sí los seres humanos.
Esta mañana era más de lo mismo en lo del “affaire” Casado. La inanidad del tema –para quien sepa lo que es un “master” equivalente a los antes llamados “cursos de doctorado”- roza el ridículo o, quizá mejor, las lindes de la saña y el odio la recalcitrante machaconería de los “galgueros” que azuzan a los que acosan estos días al político conservador. Se vislumbra un acoso endiablado y pertinaz, como de obsesos. Hasta por decir que, en un país civilizado y serio, no son posibles racionalmente los “papeles para todos” -y eso lo ve hasta el “tonto del pueblo” –que siempre hay uno, o justamente o aviesamente llamado así-, le han echado encima esos mismos “galgueros” el “sambenito” de “racista”. Cosa que asombra –a mí, al menos-, porque “racista” es el que odia a todo “otro” que no sea él mismo o el de su pandilla o clan; y no lo es –ni de lejos, sino todo lo contrario- el que –“amando al prójimo”, quien quiera que sea- no lo mete atropelladamente en casa, sino que, antes, se ocupa en darle la mano, la palmadita en la espalda, le quita los mocos si viene con ellos y le da jabón para que se lave las manos antes de sentarlo en la mesa; es decir, no se puede llamar “racista” el que racionaliza -como ha de ser entre seres humanos- la acogida al emigran te.
Mis amigos me entienden. Quizás los “galgueros” me llamen también “racista” o “facha”. Todos los “galgueros” de la tierra –aunque tampoco tengan capacidad sobrada para “hacer un máster”- la tienen abundante para repartir esta clase etiquetas, que suelen ells mismos, además, patentar a su gusto y medida. Merecería la pena verlos aceptando en su casa la visita, aunque sólo sea visita, de uno de estos inmigrantes, si le dan la mano y la palmadita en la espalda antes de sentarlo a la mesa, si faltaren los focos de la Tv o el coro placentero de los cronistas del lugar y de fuera Veríamos...!!!.
Desde que tengo uso de razón, creo en la “política”, pero no en los “políticos”; al menos, no creo en los “políticos” que llamaría “profesionales”, los que van a la política para “medrar” ellos..
Y no creo en “los políticos” por dos razones. La primera, porque, generalmente –como los conforma Ortega en los primeros compases de El Espectador – en Perspectiva y verdad-, son asíduos del “reino de la mentira”, al identificar la utilidad con la verdad y llamar “a la utilidad verdad”.
Y la segunda por la enseñanza y cordura de mi viejo y recordado amigo –notario francés y hombre cabal por cultura y sensatez- Carlos de Launet, que tantas veces me recordó el consejo que, de niño, ya le daba su abuelo, resabiado, como tantos, del cuento de los “políticos”: “Hijo mío; cuando hayas de votar, nunca votes a favor; vota siempre en contra”; es decir, al que menos te disguste, sea de la facción o de las ideas que fuere. Que, al fin y al cabo, como ningún politico te va a llenar o convencer del todo, echa antes tus ideas, tus criterios y conveniencias que sus ideas o ficciones.
Las dos razones me convencieron siempre. Y de hecho, nunca me presté –por decoro de la libertad- a ser “hombre de partido” También en esto, aprendí de Ortega, que aconsejaba “no ser hom bre de partido”. Sólo es cosa de libertad interior. Que me den ideas bien está y las aceptyo; pero las razones las he de poner yop. Será una manía, pero esta no me parece del todo mala.
Y por eso, además, porque la sabiduría del pueblo -esa que se da cristalizada en media docena de palabras o en recetas cortas y puntiagudas-, es casi siempre más pragmática que especular –como la Política ha de ser- me avengo a recordar, en estas reflexiones, que suele ser más y mejor “lo malo conocido que lo bueno por conocer”. Por qué razón? Muy sencillo; porque de “lo malo conocido” te precaves tú mismo, como del arañón que ves a la puerta de su tela; mientras que “lo bueno por conocer” puede ser lo muchas veces es un pájaro volando….
Pero, ¿a qué viene todo esto en un día como hoy, con “las calores” rebobinadas ya en “los calores”, con el R. Madrid ganando a la Roma y la Carolina Marín emulando intrépida a la no menos intrépida Agustina de Aragón o a la Monja Alférez con sus tres coronas de campeona del mundo en un deporte raro pero serio y duro?
Por instinto de conservación o afán de supervivencia. Por una reacción natural ante la desmesura y el juego sucio de los que, censurando –como hacen- todos los acosos habidos y por haber –a niños, doncellas, mujeres, y otros acosos denigrantes y bajos, hasta los hechos a los perros y lobos- no tienen inconveniente es ser ellos mismos acosadores, aunque no venga a cuento y sólo porque odian o llevan ganancias, sin dignarse siquiera mirar hacia sí mismos y ver si sus “masters”, sus “tesis doctorales”, sus “pomposos librillos” o sus gestos sin pizca de sustancia todavía merecerían –incluso con mayor énfasis o fuerza- ese mismo género de acoso.
Por cierto, me incitan hoy a tamaña reflexión dos señoras que, ante el espectáculo circense de los “galgueros” azuzando al Sr. Casado, decían a una las dos: “No pensaba votarle; pero, después de esto, sin duda lo votaré”. No mentaron lo que “lo malo conocido” que, a veces, vale más que “lo bueno por conocer”, pero se veía que iba en el fondo de sus palabras. La sabiduría del pueblo –aunque sea en forma o modo de paradoja- ¿no lleva consigo más sabor a democracia que la caza dfe los “galgueros”?
El “derecho al pataleo” –uno sin duda de los más sagrados e inviolables derechos del hombre- tiene y lleva cons¡go esta resulta: que encabrita.
Y si –además- hasta la jueza en cuestión hace cabriolas o se columpia con los indicios y las hipótesis para enredar el tema, la salida es la de las dos damas en cuestión: tomarse la justicia por la mano, lo que sólo es legítimo en estados de necesidad. Para ellas, el de este acoso lo es; Tal vez para muchos otros, también lo sea. Porque las ideas y la razón son mucho en los hombres, pero no lo son todo. Palabra que no lo son todo, al menos para mí: hasta las uñas de los pies cuentan en el hombre, y las muelas, y el riñón; sobre todo si duelen, pueden hacer que duela el alma ….
SANTIAGO PANIZO ORALLO
Los “navajazos” –amigos- se estilan y se reparten gratis en todas partes. En las familias y hasta entre hermanos; en los pueblos y en la ciudad; incluso en la Iglesia y entre creyentes; en la política no digamos y la universidad, también. Y quizá estos últimos citados navajazos sean de los más salvajes y despiadados que se conocen. Porque los suelen propinar “gentes” que, por su preparación y condiciones, debieran tener y saber gestionar razones para ser menos sádicos o atrabiliarios. Pero no….. Parecen remedar la idea de Voltaire según la cual, a más progreso, mayores y más acerados medios a mano para destruirse o matarse entre sí los seres humanos.
Esta mañana era más de lo mismo en lo del “affaire” Casado. La inanidad del tema –para quien sepa lo que es un “master” equivalente a los antes llamados “cursos de doctorado”- roza el ridículo o, quizá mejor, las lindes de la saña y el odio la recalcitrante machaconería de los “galgueros” que azuzan a los que acosan estos días al político conservador. Se vislumbra un acoso endiablado y pertinaz, como de obsesos. Hasta por decir que, en un país civilizado y serio, no son posibles racionalmente los “papeles para todos” -y eso lo ve hasta el “tonto del pueblo” –que siempre hay uno, o justamente o aviesamente llamado así-, le han echado encima esos mismos “galgueros” el “sambenito” de “racista”. Cosa que asombra –a mí, al menos-, porque “racista” es el que odia a todo “otro” que no sea él mismo o el de su pandilla o clan; y no lo es –ni de lejos, sino todo lo contrario- el que –“amando al prójimo”, quien quiera que sea- no lo mete atropelladamente en casa, sino que, antes, se ocupa en darle la mano, la palmadita en la espalda, le quita los mocos si viene con ellos y le da jabón para que se lave las manos antes de sentarlo en la mesa; es decir, no se puede llamar “racista” el que racionaliza -como ha de ser entre seres humanos- la acogida al emigran te.
Mis amigos me entienden. Quizás los “galgueros” me llamen también “racista” o “facha”. Todos los “galgueros” de la tierra –aunque tampoco tengan capacidad sobrada para “hacer un máster”- la tienen abundante para repartir esta clase etiquetas, que suelen ells mismos, además, patentar a su gusto y medida. Merecería la pena verlos aceptando en su casa la visita, aunque sólo sea visita, de uno de estos inmigrantes, si le dan la mano y la palmadita en la espalda antes de sentarlo a la mesa, si faltaren los focos de la Tv o el coro placentero de los cronistas del lugar y de fuera Veríamos...!!!.
Desde que tengo uso de razón, creo en la “política”, pero no en los “políticos”; al menos, no creo en los “políticos” que llamaría “profesionales”, los que van a la política para “medrar” ellos..
Y no creo en “los políticos” por dos razones. La primera, porque, generalmente –como los conforma Ortega en los primeros compases de El Espectador – en Perspectiva y verdad-, son asíduos del “reino de la mentira”, al identificar la utilidad con la verdad y llamar “a la utilidad verdad”.
Y la segunda por la enseñanza y cordura de mi viejo y recordado amigo –notario francés y hombre cabal por cultura y sensatez- Carlos de Launet, que tantas veces me recordó el consejo que, de niño, ya le daba su abuelo, resabiado, como tantos, del cuento de los “políticos”: “Hijo mío; cuando hayas de votar, nunca votes a favor; vota siempre en contra”; es decir, al que menos te disguste, sea de la facción o de las ideas que fuere. Que, al fin y al cabo, como ningún politico te va a llenar o convencer del todo, echa antes tus ideas, tus criterios y conveniencias que sus ideas o ficciones.
Las dos razones me convencieron siempre. Y de hecho, nunca me presté –por decoro de la libertad- a ser “hombre de partido” También en esto, aprendí de Ortega, que aconsejaba “no ser hom bre de partido”. Sólo es cosa de libertad interior. Que me den ideas bien está y las aceptyo; pero las razones las he de poner yop. Será una manía, pero esta no me parece del todo mala.
Y por eso, además, porque la sabiduría del pueblo -esa que se da cristalizada en media docena de palabras o en recetas cortas y puntiagudas-, es casi siempre más pragmática que especular –como la Política ha de ser- me avengo a recordar, en estas reflexiones, que suele ser más y mejor “lo malo conocido que lo bueno por conocer”. Por qué razón? Muy sencillo; porque de “lo malo conocido” te precaves tú mismo, como del arañón que ves a la puerta de su tela; mientras que “lo bueno por conocer” puede ser lo muchas veces es un pájaro volando….
Pero, ¿a qué viene todo esto en un día como hoy, con “las calores” rebobinadas ya en “los calores”, con el R. Madrid ganando a la Roma y la Carolina Marín emulando intrépida a la no menos intrépida Agustina de Aragón o a la Monja Alférez con sus tres coronas de campeona del mundo en un deporte raro pero serio y duro?
Por instinto de conservación o afán de supervivencia. Por una reacción natural ante la desmesura y el juego sucio de los que, censurando –como hacen- todos los acosos habidos y por haber –a niños, doncellas, mujeres, y otros acosos denigrantes y bajos, hasta los hechos a los perros y lobos- no tienen inconveniente es ser ellos mismos acosadores, aunque no venga a cuento y sólo porque odian o llevan ganancias, sin dignarse siquiera mirar hacia sí mismos y ver si sus “masters”, sus “tesis doctorales”, sus “pomposos librillos” o sus gestos sin pizca de sustancia todavía merecerían –incluso con mayor énfasis o fuerza- ese mismo género de acoso.
Por cierto, me incitan hoy a tamaña reflexión dos señoras que, ante el espectáculo circense de los “galgueros” azuzando al Sr. Casado, decían a una las dos: “No pensaba votarle; pero, después de esto, sin duda lo votaré”. No mentaron lo que “lo malo conocido” que, a veces, vale más que “lo bueno por conocer”, pero se veía que iba en el fondo de sus palabras. La sabiduría del pueblo –aunque sea en forma o modo de paradoja- ¿no lleva consigo más sabor a democracia que la caza dfe los “galgueros”?
El “derecho al pataleo” –uno sin duda de los más sagrados e inviolables derechos del hombre- tiene y lleva cons¡go esta resulta: que encabrita.
Y si –además- hasta la jueza en cuestión hace cabriolas o se columpia con los indicios y las hipótesis para enredar el tema, la salida es la de las dos damas en cuestión: tomarse la justicia por la mano, lo que sólo es legítimo en estados de necesidad. Para ellas, el de este acoso lo es; Tal vez para muchos otros, también lo sea. Porque las ideas y la razón son mucho en los hombres, pero no lo son todo. Palabra que no lo son todo, al menos para mí: hasta las uñas de los pies cuentan en el hombre, y las muelas, y el riñón; sobre todo si duelen, pueden hacer que duela el alma ….
SANTIAGO PANIZO ORALLO