José de Segovia Stott y la revolución de los 60 (14)
Para Stott la respuesta evangélica no es la indiferencia ni la imposición, sino “la tercera vía”, que confía en el poder de la Palabra para la transformación del mundo.
| José de Segovia José de Segovia
Los años 60 han traído una serie de cambios al mundo, que parecen ya irreversibles, por su radicalidad. A diferencia de tantos cristianos hasta el día de hoy, John Stott (1921-2011) no creía que los creyentes deban intentar imponer sus puntos de vista a la sociedad secular con actitudes inquisitoriales o el prohibicionismo de legislaciones como la de “la ley seca”, sino ser tolerantes y respetar a quienes piensen o actúen de modo diferente, intentando persuadir con argumentos. La respuesta evangélica para él no es la indiferencia del silencio, ni la imposición de normas por la fuerza, sino “la tercera vía”, que confía en el poder de la Palabra para la transformación del mundo.
La década que comienza con Yuri Gagarin en el espacio y acaba con Neil Armstrong o Edwin Aldrin sobre la luna, trae en 1960 al primer presidente católico de Estados Unidos, John Kennedy, asesinado tres años después, el mismo día que muere C. S. Lewis. Son los años de la guerra del Vietnam y la Europa dividida por el Muro de Berlín, la Primavera de Praga y el resurgimiento de la violencia sectaria en Irlanda del Norte. Es el comienzo de la revolución sexual con la aparición de la píldora anticonceptiva y la legalización del aborto. La cultura juvenil irrumpe a ambos lados del Atlántico con los Beatles como portavoces de una nueva generación.
La pena de muerte es abolida en muchos países europeos, mientras “el sueño” de Martin Luther King en 1963 es muerto cinco años después, por un racismo estructural que todavía se resiste a desaparecer en la actualidad. El Vaticano II se pregunta a principios de los años 60 si Roma debe renovarse, aceptar la libertad religiosa y reconocer a una iglesia como la anglicana con el primer encuentro de un arzobispo de Canterbury con un papa en 400 años, Ramsey visitando a Pablo VI. Mientras, el obispo Robinson se muestra “Sincero para con Dios” (1963), expresando sus dudas a una sociedad que ya no acepta un orden trascendental o un universo moral basado en valores absolutos.
“Swinging London”
Los años 60 son los del “Swinging London”. Londres es la ciudad de moda para la cultura juvenil. Varios de los miembros del equipo ministerial de la iglesia de All Souls, como Ted Schroder o Roger Simpson, llevan la melena y patillas largas de los jóvenes de aquel tiempo. Ellos empiezan a influir también en un Stott que tiene ya 40 años. El rector de la iglesia es conocido por sus misiones a estudiantes y los cultos para invitados, que han llevado a la fe a esos nuevos pastores, que le animan a ir al teatro y al cine, para conocer la mentalidad de la cultura contemporánea. Es el comienzo de lo que Stott va a llamar “la doble escucha”, a la Escritura y al mundo actual. El predicador ve así, la necesidad de relacionar la cultura juvenil con el Evangelio.
Schroder venía de Nueva Zelanda, donde sus padres llevaban un pequeño hotel en la costa occidental al sur de la isla. Trabajaba en el bar cuando se convirtió en la misión de una iglesia local. Estudiaba política y economía en la Universidad de Canterbury cuando conoció a Stott y se hizo amigo del hijo del profesor Norman Anderson (1908-1994). Anderson enseñaba Derecho Oriental en la Universidad de Londres y era lo que los anglicanos llaman “lector” en All Souls, llegando a ser el primer “moderador laico” del sínodo general de la Iglesia de Inglaterra en 1970. Su hijo Hugh se enfrentó a un cáncer que le llevó a la muerte a los 21 años. Stott estaba con sus padres cuando Hugh Anderson partió de este mundo. Mientras perdía la conciencia, leía las palabras de Romanos 8. En el culto que hubo en su memoria en All Souls asistió el primer ministro y cuatro o cinco miembros del gobierno laborista, que tenía a Anderson como asesor, ya que era experto en el derecho islámico, por lo que recibió también el título de Sir.
El amigo de Hugh, Schroder, era parte del equipo ministerial de All Souls cuando Roger Simpson llegó a la iglesia. Hijo de un piloto de la compañía del este de África, Roger estaba en un colegio privado en Inglaterra cuando conoció el Evangelio por medio de la Unión Bíblica. Tenía un hermano gemelo metido en el mundo de la droga, cuando llegó a Londres con su melena sujeta con una cinta y un collar al cuello. Cuando yo estudié con Stott en Londres a principios de los 80, Simpson era el encargado de evangelismo en All Souls. El rector era entonces ya Richard Bewes (1934-2019), que sucedió a Stott cuando se retiró a los veinticinco años de ministerio pastoral en la iglesia, para fundar el Instituto de Londres para el Cristianismo Contemporáneo. Teníamos las clases en la iglesia de San Pedro, donde se reunió All Souls hasta la posguerra.
Comunidad internacional
Langham Place está en el centro mismo de la principal arteria comercial de Londres, la calle Oxford. Por ella pasa todo visitante de la metrópoli, que albergaba hasta el Brexit 35.000 de los 50.000 estudiantes extranjeros que iban a Inglaterra. En 1961 comienza la Comunidad Internacional de All Souls (ASIF) con Robert Howarth. Nacido en Kenia, sus padres tenían una plantación de café. En 1953 viene a Londres, donde es convertido en la campaña con Billy Graham en Harringay. Se forma con los Navegantes en América y vuelve a Kenia como misionero de All Souls en 1957, hasta ir a Inglaterra en los 60 para comenzar el ministerio internacional con estudiantes en la iglesia de Stott.
Las reuniones para extranjeros eran una vez al mes con una comida de dos platos y café en casa de los Howarth, Robert y Sarah. Un centenar de estudiantes asistía cada vez. En los cultos para invitados de 1967, ya ocho de los doce que hicieron profesión de fe eran de Canadá, Malawi, Nigeria, Kenia, Zambia y Sudáfrica. Una de las personas que llegó a la fe cristiana en All Souls en los años 50 era la condesa Helle Frijs de Dinamarca, prima de Isak Dinesen –la autora de “Memorias de África”, la baronesa Blixen–. La condesa se había criado en un castillo cerca de Aarhus en la costa este de Jutlandia, pero visitaba Inglaterra regularmente hasta que la invitaron a ir a un culto en la iglesia de Stott, donde hizo profesión de fe. Jinete de carreras de obstáculos, piloto de aviación y apasionada de la mecánica de coches, la condesa era de todo menos convencional. Iba a la iglesia hasta entre semana.
La congregación tenía “grupos de comunión” a partir de los años 60, parecidos a lo que luego se llamarían células en la terminología de moda de los 80. Ya que según Stott, no debían ser sólo grupos de estudio bíblico y oración, sino crear un “clima de confianza” por el que los miembros pudieran preocuparse los unos de los otros. Cada quince días, Stott y el equipo ministerial se distribuía entre los grupos, que tenían su propio responsable. No tardaron en darse cuenta de que las reuniones eran diferentes cuando no estaban ellos. Las personas eran más autoconscientes y reservadas cuando había alguien del equipo ministerial. Había que dejarlos en las manos de lo que los anglicanos llaman “laicos”.
Centro de predicación
All Souls ha intentado siempre con estas iniciativas enfrentarse al inevitable problema de ser un centro de predicación, no una congregación de una iglesia normal. La atracción de Stott como predicador era tan grande, que no olvidemos que llegó a ser hasta capellán de la reina. Tenía constantes invitaciones para hablar en conferencias, pero su prioridad en aquella época eran las misiones para estudiantes universitarios. Era considerado, sobre todo, un evangelista, que ponía el énfasis misionero en la iglesia local.
En los años 60 nace también la biblioteca de cintas. Lo curioso es que no eran grabaciones de los sermones. Tanto Stott como Lloyd-Jones eran reacios a las grabaciones de predicaciones. Tenían sus razones, ¡claro! No sé qué pensarían hoy de los cultos transmitidos durante la pandemia, que han convertido las congregaciones en poco menos que una “iglesia virtual”. El Doctor –Lloyd-Jones– tenía la idea galesa de la “unción” en la predicación, que le hacía pensar que no era lo mismo la obra del Espíritu Santo en una reunión física que en una grabación. Westminster Chapel empezó a grabar sus mensajes sin su consentimiento, lo que sirvió de base para las transcripciones de sermones que luego se publicaron –Lloyd-Jones sólo revisó los primeros que se editaron antes de su muerte, pero no sin reticencias–. En el caso de Stott, él también creía al principio, que como los escuchaba una persona a solas, tenían que grabarse también en el estudio, al acabar el culto el domingo por la tarde, también a solas con el técnico de grabación.
La tendencia hoy es de un optimismo tecnológico, por la que se debe hacer todo lo que sea posible. No estaría mal pensar de vez en cuando cómo poder usar mejor la técnica a nuestro servicio y no nosotros, al servicio de ella. Obviamente, no se oponían a ella, pero le daban una importancia a la reunión física, que hoy puede que estemos a punto de perder. Aunque lo importante para ellos, era el carácter cristocéntrico de la predicación, algo que también brilla por su ausencia en la Iglesia hoy.
Es cierto que muchos de los asistentes de Stott imitaban sus manierismos y la entonación con la que hablaba, pero ese no era “el secreto del éxito” de All Souls. Cuando le preguntaron en la BBC cuál era, a finales de los 60, Stott contestó a Roy Trevivian: “Estoy convencido de que Jesucristo es todavía atractivo a la gente en Inglaterra hoy, aunque la iglesia les eche para atrás. Si la iglesia volviera a ser fiel a Jesucristo y predicara sin temor a Jesús como el Señor y Salvador de la humanidad, Inglaterra tendría más interés en lo que tenga que decir la iglesia”. Es la Iglesia centrada en Cristo, a la que el mundo escuchará.