Desayuna conmigo (lunes, 4.5.20) Cortafuegos
Pirómanos divinos
El fuego es uno de los elementos más significativos a la hora de materializar la conversación que Dios entabla con los hombres a lo largo de todos los libros sagrados, de la Biblia, valorada como “la palabra de Dios”. Baste asomarnos un momento a ella: Dios se muestra a Moisés en forma de una zarza ardiendo, de la que, sin consumirse, brota una intensa luz misteriosa que rebasa la capacidad del ojo humano; en Lc 12: 49, Jesús mismo dice: “fuego he venido a traer a la tierra y ¿qué quiero, sino que arda?”; los hijos del Zebedeo le piden a Jesús que haga descender fuego del cielo sobre los samaritanos que no los acogieron (Lc, 9:54) para castigarlos como fueron castigadas las ciudades de Sodoma y Gomorra.
Traemos a colación esta consideración porque hoy se celebra el día mundial del bombero y, más en concreto, de los bomberos forestales. La fecha tiene que ver con san Florián, el patrón de los bomberos, debido a que, de niño,este santo salvó a sus padres de perecer en un incendio. Subrayemos que la de bombero es una profesión de hombres esforzados, bien entrenados y pertrechados, no solo para combatir los fuegos donde se produzcan, sino también para solventar otros siniestros en los que haya riesgos especiales o materiales peligrosos, como cuando se producen derrames de productos químicos, cuando toque rescatar montañeros en lugares difíciles o exclaustrar a pasajeros de los amasijos a que quedan reducidos muchos coches en los accidentes de tráfico. Ellos sí que son auténticos “cortafuegos”.
Los bomberos forestales juegan un papel fundamental en la sociedad actual, pues es misión suya salvaguardar el medio ambiente para que podamos vivir en un entorno habitable. La celebración de hoy postula de la comunidad internacional y de la sociedad en general un reconocimiento y apoyo claro a quienes luchan contra los fuegos de bosques y otros ecosistemas en todo el mundo parapreservar los patrimonios y recursos naturales. Hoy es, por todo ello, un día muy oportuno para recordar y homenajear de forma especial a cuantos han perdido la vida en la lucha contra los incendios forestales, que desgraciadamente no son pocos.
Y también, digamos, para aplaudir el comportamiento ejemplar de unos profesionales responsables durante la crisis del coronavirus que nos azota al seguir cumpliendo su misión con un nuevo riesgo añadido. De ahí que haya habido bomberos contagiados por el coronavirus al apagar incendios durante esta temporada de confinamiento general. El aplauso diario de la población española también debe ser para ellos.
Siendo el fuego tan catastrófico para el medio ambiente en general y para las haciendas y vidas humanas en particular, es de locos que la sociedad tenga que gastarse tantos millones en apagar incendios tras haber pagado un alto tributo cuando, parece ser, costaría muchísimo menos llevar a efecto una buena política de prevención, que evitaría la inmensa mayoría de las quemas y nos ahorraría las fatales consecuencias de tantos siniestros.
El colmo de la sinrazón es que haya pirómanos que, por intereses propios a muy corto plazo, no tengan inconveniente para prender fuegos que se vuelven incontrolables. Si, como es de justicia, se les exigiera pagar todos los daños, muchos de ellos se quedarían sin ningún patrimonio y se verían obligados a trabajar el resto de sus días para la sociedad.
Por otro lado, es un dolor pasearse por muchos lugares de España y ver los bosques atiborrados de hojarasca y malezas sin que nadie limpie nada. Además, ¿entra en cabeza humana que en un país como el nuestro haya millones de españoles aburridos como ostras, que se pasan el día mano sobre mano, y que no se haga absolutamente nada por limpiar los montes? Exactamente igual que ocurre en un mundo en el que, habiendo tantísima hambre y tantos parados, se tengan que dejar los frutos en las plantas por falta de mano de obra para recolectarlos. En mi tierra, miles de cerezos se quedan cargaditos de cerezas hasta que se secan y se caen, porque ni siquiera resulta rentable recogerlas.
Pero el día de hoy nos recuerda no solo la quema de vidas y patrimonios que está acarreando el virus que tantos “bomberos” tratan de extinguir, sino también la que, un día como hoy de 1814, sufrió la Constitución de Cádiz, que ha servido, cuando menos, como borrador de parte de nuestra Constitución. Lo curioso del caso es que fue el rey Fernando VII quien la abolió para dejar de lado a los liberales y gobernar solo con el apoyo de los conservadores. Lo digo porque, con relación a la actual, el rey parece ser su más firme defensor y, al menos aparentemente, son los conservadores sus más acérrimos partidarios. ¡Cómo cambian las cosas y las perspectivas!
Ojalá que los españoles no la convirtamos la que es, por el momento, nuestra mejor Constitución en un juego de dados a la hora de “prenderle fuego”. Sería ese un incendio de muy difícil control. Tenemos a nuestro favor que aquella constitución apenas funcionó, y de forma parcial, un par de años, es decir, que nunca pasó de ser un bebé, mientras que la actual ha alcanzado una plena madurez saludable. Los españoles deberíamos calibrar mucho si merece la pena meterle mano y, de hacerlo, hasta dónde puede llegarse con las reformas que sean necesarias. Abolirla, como se hizo con la de Cádiz, sería seguramente el mayor disparate histórico que podríamos cometer.
El día trae, además, alegrías para los aficionados a la Guerra de las Galaxias, los adictos a la serie “Star Wars”, pues hoy se celebra también el día de una serie que se ha convertido en una especie de universo cultural. No deberíamos olvidar nunca la lección que nos aporta su recurrente “lado oscuro” de la vida, esa dimensión que es producto de la ira, del miedo y del odio, tres fortísimas emociones contra las que debemos luchar a brazo partido, para extinguirlas como si del peor de los incendios se tratara. Es más, en este tiempo de tantos retrasos o anulaciones de eventos deportivos y folclóricos, nos alecciona saber que, un día como hoy de 1902, se suspendieron en Barcelona los Juegos Florales debido a las protestas contra la bandera española. Situación insólita, aunque desgraciadamente no rara, pero que puede resultar balsámica para los incandescentes ánimos políticos de estos tiempos, ahora un tanto amansados por el fuego mayor que es el coronavirus.
¡Todos contra el fuego! El fuego de los montes, pero también el fuego del coronavirus y el de la política errática. A fin de cuentas, queda claro que los cristianos no podemos ser jamás pirómanos de las pasiones humanas, sino “bomberos” pacificadores. El fuego con que Jesús quería incendiar el mundo, y de hecho lo incendió, es de otro cariz y calibre: el fuego del amor que amansa la fiera que somos, el que hace convivir al lobo y al cordero. Los cristianos, acusados falsamente del incendio de Roma, con su mensaje de amor deben seguir incendiando, ahora sí, no solo Roma, sino todo el Imperio Romano.
Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com