Hoy me complace saludar a los seguidores de este blog desde la muy hermosa Sierra de Francia salmantina. Ayer dejamos Asturias y salimos del manto protector de la Santina de Covadonga y hoy nos hallamos bajo el de la Virgen de la Peña de Francia. Viajando, hemos pasado al lado de la Virgen del Camino, seguros de que ella nos seguía con atenta y benevolente mirada protectora.

Hablo de tres advocaciones marianas que tienen especial significado para el ya “anciano” testigo del acontecer humano y cristiano de estos tiempos que esto escribe. No es preciso insistir, por obvia, en la importancia de la Virgen de Covadonga para España entera por su significación cultural e igualmente para la personalidad asturiana, por muy agnósticos o ateos que se declaren algunos de los más significativos reivindicadores de la asturianía. De hecho, Covadonga es la columna vertebral que da consistencia y trascendencia a una región tan hermosa como singular.

La Virgen del Camino, que deposita en el artístico santuario-sepulcro que habita su inmenso dolor, sigue atenta el incesante peregrinar del Camino de Santiago en el que está emplazada. Aunque no lo sepan, todos esos peregrinos se esfuerzan de alguna manera por seguir las huellas de Aquel que dijo: “yo soy el camino”. Jamás la vida humana estará exenta de dolor y de preocupaciones, como muy vienen a demostrar los tiempos de tanta zozobra que vivimos, razón por la que la presencia de la Virgen doliente en nuestras vidas es un horizonte que no solo nos infunde fuerza, sino también que nos crea la gran ilusión de saber que vamos por buen camino.

Y finalmente, la Virgen de la Peña de Francia, vigía de tanto territorio español, es la advocación señera de Salamanca, sobre todo de la parte sur de la provincia, y también de muchos canarios, sudamericanos y filipinos, a cuyos territorios llevaron esta advocación dominicos misioneros. Ni que decir tiene que esa Peña es el lugar al que se vuelven las miradas de todos los serranos cuando las cosas les vienen mal dadas. Lo cierto es que los viejos serranos, cuya mejor portavoz y abogada ha sido siempre la Virgen de la Peña, hemos vivido en un paraíso-infierno: lo primero, por la excepcional belleza del territorio y, lo segundo, por la dureza de unos cultivos a los que, a lo largo de los siglos, les hemos ido arrancando la vida a base de azadón y sudor.

Emplazado estos días en Mogarraz, el pueblo que ha adquirido personalidad internacional y se ha ganado un lugar en el mapamundi, aunque este año no celebremos una gran fiesta en torno a nuestra particular patrona, tengo al lado de casa la protección especial de la Virgen de las Nieves, y muy cerquita, en Miranda del Castañar, otro pueblo que fue condado y de similares características, el amparo de la Virgen de la Cuesta.

En resumidas cuentas, España podría escribir toda su historia como una historia mariana y trazar todas sus rutas como un camino mariano. Poco es lo que, a ciencia cierta, sabemos de la vida real de Jesús y menos de la de María, pero ambos, uno por su predicación y la otra por su colaboración necesaria, se han ganado a pulso el lugar que ocupan en nuestras mentes y en nuestros corazones.

El subtítulo de esta entrada responde, por un lado, al hecho de que hoy, cosa curiosa, se celebra el “día internacional del tequila”, la gran contribución mexicana a aliviar las penas de la humanidad y a hacer más llevaderas sus calamidades. De hecho, la UNESCO declaró “patrimonio mundial” el paisaje del “agave”, la planta del tequila. Para nuestro propósito, si se me entiende bien, diré que el cristianismo es el mejor tequila para animar el mundo y fortalecer la personalidad de cualquier hombre. De hecho, los que realmente “se han emborrachado” con el mensaje de Jesús han sido los personajes que más han contribuido al patrimonio común de toda la humanidad.

El subtítulo responde, además, al hecho del retorno, un día como hoy de 1969, de los astronautas que pisaron los primeros el suelo de la Luna. Hemos salido ya de la Tierra y hemos puesto nuestros pies más allá de ella, y solo el tiempo dirá hasta dónde seremos capaces de llegar. Viví con intensa emoción esos acontecimientos mientras me ocupaba de la capellanía del hospital de Hazebrouck en Francia, pero la experiencia posterior ha venido a demostrarme que hay cimas mayores que, sin salir de la Tierra, tenemos la sagrada obligación de conquistar. Me refiero, naturalmente, a las de la justicia y de los comportamientos humanos, cimas de las que todavía estamos muy lejos. Gregorio Peces Barba, uno de los padres de la Constitución española, fue sin duda un hombre equilibrado y pacificador en la medida en que lo permitía el ámbito de sus fijaciones políticas. Lo menciono merecidamente por el octavo aniversario de su muerte, ocurrida un día como hoy de 2012.

Resumidamente, si el vientre de María contribuyó necesariamente a la humanización de Dios y ese solo hecho la convirtió en protectora de toda la humanidad, nuestro acercamiento al mensaje del Hijo de ese vientre nos pone en el camino seguro para llevar la humanización a los lugares en que esclavitudes de distintos calibres están impidiendo que muchos hombres sean tratados conforme a la dignidad que les confiere su condición. Los cristianos no deberíamos olvidar nunca que su ser de tales se debe a los demás y, más en concreto, al amor incondicional que les deben.

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