El Opresor y el Oprimido
El Opresor intenta inyectar en la mente del Oprimido su modelo de hombre, para que el Oprimido, en vez de combatir al Opresor, se identifique con él.
| Faustino Vilabrille
EL OPRESOR Y EL OPRIMIDO
Queridas personas amigas Colaboradoras y Cooperantes en la lucha por un Mundo Mejor para Todos los Seres Humanos y la Madre Tierra.
El Evangelio de hoy recoge la parábola de un propietario de una viña que la arrendó a unos trabajadores para que la cuidasen, pero estos consideraron la viña como suya. Cuando el propietario envió a unos criados a recoger el fruto, los trabajadores los maltrataron para quedarse con la viña. El dueño envió más criados y los trataron igual de mal. Envió luego a su propio hijo pensando que lo respetarían más, pero los labradores dijeron: “este es el heredero, lo matamos y nos quedamos con la viña”. Esta parábola la pronunció Jesús dirigida directamente a los dirigentes religiosos del pueblo de Israel, ubicados en Jerusalén, que se consideraban dueños y señores absolutos, tanto del pueblo como de sus bienes y conciencias, y cada vez que surgía un profeta que les echaba en cara sus fechorías y su mal proceder, lo mataban. Así lo hicieron con Jesús, el Gran profeta de Galilea, al que persiguieron y acabaron matando, acusándolo de soliviantar al pueblo, y es que el que abre los ojos a los oprimidos, es muy mal visto y considerado enemigo de quienes viven y se enriquecen a costa del pueblo oprimido. El opresor no quiere que el oprimido descubra la opresión de la cual es víctima y de quien lo está oprimiendo, y así seguir oprimiéndolo indefinidamente. ¿No hicieron algo así los dirigentes jerárquicos de la Iglesia, apropiándose de la Iglesia como suya, hasta el punto en que pueblo dejó, hace ya mucho tiempo, de considerarse Iglesia?
Los empobrecidos de la tierra deberían poder ver y tener en la Iglesia a su mejor aliado y los poderosos y los opresores de este mundo deberían ver y tener en la Iglesia a su mejor amigo, que por su bien los denuncia, para que al recibir la denuncia de su poder y su opresión, y ver el mal que hacen dejen de oprimir, reparen el daño causado a los oprimidos y así entren en estado de salvación, de tal manera que cada vez haya menos oprimidos y menos opresores, liberando a los opresores de oprimir y a los oprimidos de sufrir la opresión. ¿Cómo ven los oprimidos a la Iglesia actual? ¿Por qué?
Pero, qué hicieron los ricos y poderosos de todos los tiempos: pactar con la Iglesia. Qué hizo la Iglesia: pactar con los ricos y poderosos, lo que le hizo perder toda credibilidad ante los pobres. Solo la salvan de este prolapso los misioneros, misioneras y seglares que están trabajando con los más empobrecidos del Tercer y Cuarto Mundo, que es por donde quiere el Papa Francisco que vaya la Iglesia, para el bien integral de la Humanidad y la Creación.
Ese pacto de los ricos y poderosos con la Iglesia y de la Iglesia con ellos es un pacto totalmente contrario al Mensaje del Evangelio, porque lo que quiere Jesús es que no haya ni opresores ni oprimidos, ni ricos ni poderosos, sino que todos tengamos lo necesario para vivir dignamente, en paz y en satisfacción, y seamos una comunidad de hermanos, con una Iglesia siempre y preferencialmente al lado de los empobrecidos. Así ha de ser la viña que Dios quiere.
Por eso la Iglesia tiene que alejarse de toda clase de riqueza y de todo poder, y acercarse y preocuparse de los necesitados de este mundo, llevando por delante la proclamación y el compromiso con la justicia, que es lo que más necesita este mundo: ¡nos parece justo que los dignatarios europeos se gastasen en una cena de 17 platos en Granada, casi 140.000 euros, unos 2800 por persona? ¿Y que no fuesen capaces de dar un solución seria y responsable al problema de la emigración forzosa, que huye de África para no morir de hambre? Pero, ¿quién tiene la culpa? De eso no quieren saber nada, ni los dirigentes europeos, ni chinos, ni japoneses, ni rusos, ni de EE.UU, ni canadienses, cuyas multinacionales son las culpables del expolio de África, que es la principal causa de la emigración.
Jesús no quiere ni la riqueza de los ricos ni la pobreza de los pobres,
porque quiere verlos a todos viviendo dignamente como hermanos en una misma viña.
La fidelidad a Jesucristo camina por la senda de los oprimidos de este mundo:
JESUS DE NAZARET ES DIOS CON NOSOTROS, que se identifica con todo lo humano, y por eso el que acoge a los empobrecidos acoge a Jesús; el que alimenta a los hambrientos, alimenta a Jesús; el que da agua a los sedientos, da agua a Jesús; el que viste a los desnudos, viste a Jesús; el que cuida a los niños, cuida a Jesús, el que cura a los enfermos, cura a Jesús; el que acoge a los obligados a emigrar, acoge a Jesús; el que visita a los encarcelados, visita a Jesús (Mateo 25, 31-46).
Feliz domingo a tod@s.-Faustino