Aberraciones papales interesadas.
| Pablo Heras Alonso.
La Iglesia vivió dentro de un fraude monumental y se lucró de ello desde el año 750 hasta 1517 en que Lutero puso blanco sobre negro con su denuncia, aunque ya desde 1440 se sabía que un documento origen del engaño era falso. Los Estados Pontificios tienen su origen en dicho fraude. Tanto el clérigo de Letrán que lo redactó como el papa Esteban II que lo aprovechó sabían que era falso pero lo esgrimieron como “derecho de posesión”.
Se trata de la famosa “Donación de Constantino”, siglo IV. El cardenal Nicolás de Cusa (1401-64) primero y el humanista Lorenzo Valla (1407-57) después, demostraron que era falso. Del año 756 a 1.870 fue dueña la Iglesia del 14% de Italia, 41.000 km2 gracias a una monumental estafa.
Esto en cuanto a donaciones. En cuanto a la praxis, la forma de gobernar, la doctrina cristiana, la elección de cargos, la fe ortodoxa, las cuestiones disciplinares, etc. la Iglesia también se dotó de documentos apodícticos ¡falsos! Fueron las “Decretales pseudo isidorianas”, en número de sesenta, todas ficticias. Se trataba de una recopilación falsificada de decretos de los papas de los tres primeros siglos, con añadidos posteriores, así como treinta cartas de los primeros papas. Fueron la principal fuente del Derecho Canónico durante la Edad Media.
El recopilador fue un supuesto obispo, Isidorus Mercator, confundido luego con San Isidoro de Sevilla. Redactó las decretales entre los años 830 y 840 en un monasterio de Amiens o Reims. Uno de los objetivos de estas decretales era salvaguardar la autonomía de los obispos frente al poder del rey de Francia, a la vez que enunciaban las prerrogativas de primacía e infalibilidad pontificia. Todo un precedente jurídico para constituir jerarquías.
Estas Decretales tuvieron un éxito extraordinario y se hicieron multitud de copias. El mismo Nicolás de Cusa realizó una y fue cuando se dio cuenta de un anacronismo relacionado con el papa Clemente I, dudando de su autenticidad. La Reforma protestante desdeñó estos textos, considerándolos espurios. Fue en 1628 cuando un predicador de Ginebra aportó la prueba definitiva de su falsedad: los textos de las Escrituras citados en las Decretales provienen de La Vulgata, muy posterior a los papas de donde supuestamente proceden los decretos.
Apelando a las Decretales, Gregorio VII, el papa del celibato, consiguió que el emperador del Sacro Imperio, Enrique IV, se arrodillase ante él en Canosa, año 1077. Estaban en juego las “investiduras” y Gregorio consiguió hacer prevalecer el poder papal. Recordemos que en el siglo X, “el siglo de hierro”, prácticamente todos los cargos eran nombrados por reyes y nobles.
De Gregorio VII es el famoso “Dictatus Papae”, un documento con 27 principios que deben regir las relaciones del papado con el poder temporal. Unos ejemplos:
- (2) Sólo el pontífice romano puede ser considerado universal.
- (9) El Papa es el único hombre al que todos los príncipes le besan los pies.
- (12) A él le está permitido deponer a los emperadores.
- (22) La Iglesia romana nunca se ha equivocado y, como atestiguan las Escrituras, nunca podrá equivocarse.
- (23) El pontífice romano ordenado canónicamente se convierte en santo sin sombra de duda por los méritos de san Pedro
Todo esto, palabras fundadas en mentiras, se hizo realidad, homicida realidad, cuando se comenzó a perseguir a cuantos discreparan de los criterios y ordenanzas papales. Antes de que lo definiera el Concilio Vaticano I, estos papas venían a decir que, en materia de moral y costumbres, los papas son infalibles. De ahí, lo que vino después.
En 1.184 Lucio III ordenó a los obispos que procesaran como herejes no sólo a cátaros, valdenses y arnaldistas sino también a cuantos rechazaran las disposiciones del papa. En 1.215 el IV Concilio de Letrán ratificó tal decisión. En 1.220 fue el emperador Federico II el que decretó muerte en la hoguera para estos “herejes”. En 1.231 Gregorio IX nombra a los primeros inquisidores, extraídos de franciscanos y dominicos.
En 1.252, Inocencio IV, en permanente guerra con el emperador Federico II, permite la tortura para obtener “confesiones”. En 1.484 Inocencio VIII, un papa con dos hijos de juventud, también se enfrentó a Fernando el Católico. Obsesionado con las brujas inició su caza con la bula Summis desiderantes affectibus.
La mayor parte de las disposiciones papales han estado vigentes durante siglos por medio de la Inquisición y del Santo Oficio.