Confrontación y semejanza.
| Pablo Heras Alonso.
Se defienden de los regímenes no confesionales con lo que el otro día titulábamos: ese “más lo eres tú”. Y si ya no ponen por encima la valía de los credos frente a sistemas democráticos laicos, al menos arguyen que no son peores que los regímenes fascistas, nazis o estalinistas.
Argumento en verdad volátil e inconsistente. Cierto, tales regímenes son execrables de todo punto, pero eso que afirman también lo dice cualquier persona de bien, sin ser creyentes. Pongamos las cosas en su sitio:
1º) En primer lugar deberían callar por vergüenza y sufrir con paciencia y silencio cuando al verse sometidos e incluso perseguidos por regímenes totalitarios de líderes ateos, laicos o de distinta religión. Es el caso de los “mártires” habidos en Turquía, China, Iraq y algún que otro país africano. Deberían callar, como decimos, por vergüenza. ¿No eran antes perseguidos los laicos, ateos o simplemente discrepantes en estados confesionalmente cristianos? ¿No lo han sido durante siglos? ¿No lo han sido, lo cual es más grave, por toda la sociedad ofuscada e imbuida de ideas crédulas por los clérigos mandamases? ¿No han sido así los cristianos durante siglos?
2º) Aunque esos estados que persiguen o niegan los credos cristianos procedan de ese modo, las filas ateas o laicas no están plagadas de fascistas, comunistas o fundamentalistas. Todo lo contrario. Las personas no sujetas a credos son en general más tolerantes que quienes defienden un credo, que pueden hacerlo hasta con su vida.
3º) Y precisamente son los humanistas que razonan por su cuenta quienes más se han opuesto a esos regímenes totalitarios. Sí, lo repetimos, son los humanistas quienes más frontalmente se han enfrentado a tales regímenes y también pagado por ello.
El régimen estalinista no persiguió creyentes únicamente por ser creyentes: llevó al matadero y a los gulags siberianos a quienes criticaban el sistema, a quienes defendían los derechos humanos, a quienes abogaban por un poco de libertad, fuesen católicos, ortodoxos o sin religión. Los creyentes, al menos sus jerarcas rectores, siempre han tratado de contemporizar con tales regímenes, aplacar la fiera, amoldarse a ellos, llegar a pactos como sea...
Un dato curioso respecto a la palabra “totalitario”. Fue precisamente un marxista disidente, Víctor Serge (1890-1947), no un cristiano, quien la utilizó para definir el sistema estalinista, viendo el genocidio que Stalin estaba cometiendo. Y quien la difundió con su obra Los orígenes del totalitarismo fue una judía laica, Hannah Arendt (1906-1975), huída del III Reich.
Añadamos algo más en defensa de quienes propugnan valores puramente humanos. Esa idea de un estado total, absoluto, que tanto denigran hoy como argumento último los creyentes, ¡es precisamente una idea ligada a la religión!
Y el despotismo era todavía más sibilino y criminal, porque los estados que buscaban el pleno sometimiento de la persona apelaban a los sacerdotes para introducir tales ideas en la cabeza y en el corazón de los súbditos. Rebelarse contra el rey o contra el señor feudal era rebelarse contra Dios, porque “todo poder proviene de Dios”. No creemos que fuera el profeta Jesucristo quien lo dijera sino el verdadero fundador del cristianismo, Pablo de Tarso.
Siempre ha sido así y en todas partes. El totalitarismo actual es una traslación o asunción de lo que en otros tiempos era normal para un espíritu imbuido de religión. En el Imperio chino, en la India, en Persia, entre los aztecas o los incas, en las cortes medievales de España, Rusia, Inglaterra, Francia… los emperadores, reyes y dictadores eran a la vez dioses, representantes de Dios o ¡jefes de sus respectivas iglesias! ¿No lo han sido en Inglaterra y hoy en Marruecos, Arabia…?
¿Hay que descender a los detalles?