¡Dios está tan dentro del hombre!

¿Cómo entra Dios en el hombre? ¿O está dentro de él desde el momento que nace?

Hablan para poder sostener la idea de Dios dentro del hombre que tal conocimiento es una vivencia interior, algo que se siente en el arcano de cada uno y da fuerza a la naturaleza. Respecto a cantidad numérica, quizá haya tantas personas que “han sentido” a Dios dentro de sí, como personas que “no han sentido” a Dios, incluso habiéndolo buscado. Es un suponer.

Si el argumento de la existencia de Dios se funda en “otra forma de conocer” que no es la racional, también esta otra forma de conocer la tienen aquellos que no ven a Dios en todo eso que dicen. Quizá no sirva mucho como contra-argumento, pero tampoco tiene consistencia la reafirmación de Dios por esa otra forma de conocer.

Otra falacia que solemos oír es que, con buena voluntad,todo lleva a dios. O sea, una mirada al mundo teñida de simplicidad lleva a Dios: todas las cosas funcionan ordenadamente y según un fin determinado; este orden, complejo y cósmico, sólo puede provenir de Dios, autor y creador del mismo; Dios se revela en sus obras, además de en sus libros. Y añaden que la ciencia no se opone al conocimiento de Dios, porque en el fondo su labor es descubrir las leyes que rigen todo para comprender mejor la obra del Creador.

Así, bien explicado, ¡es todo tan sencillo y excitante!...excepto las “pequeñas” y continuas contradicciones entre ambas fuentes, las naturales frente a las aportadas y las reveladas. 

Sarta de contradicciones. Bajo cualquier punto de vista que se considere a Dios, se desmorona en pedazos. Si Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, ¿en qué lo creó semejante a él? No en el cuerpo, desde luego, porque, primero, Dios no es corpóreo y, segundo, Dios, que no es tonto, bien sabía que, al cabo de muchos años de mantenerlo oculto, nos íbamos a enterar del truco de la evolución y de otros muchos.

Tampoco en otros aspectos, imposibles de sostener como que el hombre es un “compositum” de cuerpo y alma, decir que el hombre se parece a Dios por su alma es una pura gratuidad

 Añádase además, que pudiendo crear un modelo de perfección lo hizo imperfecto. Pues, si creó al hombre imperfecto, ¿por qué le echa en cara los yerros y le crea problemas de conciencia?

Le dio, además, libertad de pensamiento y de acción pero le amenaza con una caldera de fuego si se le ocurre pensar o hacer algo contrario a sus leyes, leyes, por otra parte, divergentes según el infeliz mortal cruce una frontera y acceda a otro país distinto.

Lógica e ironía se conjugan para generar una sonrisa misericorde. Pero una sonrisa en todo caso precavida, que tiene en cuenta el poder que todavía mantienen los credos; sonrisa que deriva de supuestos primeros y no olvida que la raíz de toda creencia, el “creo en Dios”, es algo que debe ser extirpado de la conciencia del hombre, aunque pueda ser defendido como elemento cultural.

 Como tantas veces llevo reiteradas, no pretendemos con esto negar a Dios, porque “Dios está ahí”, en la boca de cualquiera que diga “adiós”, en los labios de quien se siente abandonado por él: “Dios mío, Dios mío…” y en la sucia boca de quien se cisca en él a la mínima contrariedad. La cuestión medular estriba en la pregunta consiguiente: “¿De qué Dios hablamos?”  ¡Hay tantos!                

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