LA REFORMA DE LUTERO: UN ANÁLISIS CRÍTICO/ 6

En la formación progresiva de su nueva doctrina, declarada herética y que dio lugar al gran cisma y a la apostasía de una parte de Alemania, Lutero recibióinflujos de teólogos pasados. De Pablo de Tarso aceptó la primacía de la fe, según la interpretación de la Carta a los romanos (“el justo vivirá de la fe”: Rm 1,17) y de la Carta a los gálatas la superación de la Ley judía  por la ley de Cristo.

 De Agustín de Hipona, sobre todo de sus tratados antipelagianos, recibió la importancia del pecado original y la necesidad de la gracia divina para poder salvarse. De Guillermo de Occam recibe el fideísmo (con la primacía de la fe frente a la razón), el voluntarismo (la primacía de la voluntad absoluta de Dios) y el principio de economía, que le ayudó a adelgazar los contenidos dogmáticos y el culto litúrgico.  Además, también Occam había sido un adversario del papa de Aviñón Juan XXII.

Por tanto, formado en el nominalismo de Occam y de su discípulo Gabriel Biel, su nueva teología unía un paulinismo hipertrofiado a un agustinismo exagerado, a la corriente del evangelismo y al  misticismo alemán de Johannes Tauler, del que aceptó la nulidad del ser humano ante Dios y el abandono total a la voluntad divina.

Para Lutero lanaturaleza humana después del pecado de Adán quedó totalmente corrompida, se perdió el libre albedrío y la voluntad quedó tan debilitada que está totalmente inclinada al pecado, de modo que es imposible realizar el bien sin el auxilio de la gracia de Dios. Su pesimismo antropológico se opone al optimismo de la ética ntelectualista socrática, donde la voluntad quiere necesariamente el bien. Lutero se opuso a Erasmo por su defensa del libre albedrío (liberum arbitrium). El arbitrio humano no es libre, sino siervo, afirma Lutero en su obra De servo arbitrio.

Sólo por la gracia divina, no por el mérito de las buenas obras, se puede alcanzar la salvación. Es decir, la “justificación” viene sólo de la fe y de la misericordia divina, que es totalmente gratuita. El término “justificación” no se refiere a la justicia retributiva, que premia a los buenos y castiga a los malos, sino a la liberación / absolución de la condición de pecado, una justicia salvífica que sólo puede venir de Dios, sin el mérito de las buenas obras, lo que sería un semipelagianismo.

Lutero introduce, pues, una nueva doctrina, con la tesis hiperbólica de la sola fides, a la que se añade la tesis de la sola Scriptura y el libre examen de la misma. La pura fe fiducial se oponía también, como en Occam, a la razón griega que la teología ortodoxa desde Nicea había situado como el apoyo metafísico de los dogmas del Credo. La tesis de la sola Scriptura  refutaba  el magisterio infalible del papa y de los concilios: “Yo no puedo someter mi fe ni al papa ni a los concilios”, afirmaba, debido a sus innumerables errores, en contraste con la inerrancia de la Biblia, en la cual no puede haber errores por ser palabra de Dios. Lutero puede considerarse, pues,  “fundamentalista” por considerar el texto sagrado como único fundmento de verdad, con independencia de la tradición posterior.

Por tanto, la doctrina católica que no conste en la Biblia no es admisible, como el purgatorio, la praxis de las indulgencias, la distinción entre clero y laicos, el culto a María como madre de Dios, el culto a los santos, el monacato, el celibato sacerdotal (él mismo se casó en 15525 con la monja Catalina de Bora, con la que tuvo 6 hijos). Refutó igualmente  los sacramentos de la confesión oral, la confirmación, el orden sacerdotal, el matrimonio y la extrema unción. Mantuvo, sin embargo, lo mismo que  Calvino, los dogmas de la Trinidad y de la encarnación, junto a la divinidad de Jesucristo.

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