El humanismo ético de Sócrates/ 8

Yo jamás he sido maestro de nadie (Sócrates)

La condena a muerte de Sócrates fue injusta, pero legal. Sin embargo, él  sostenía que todo ciudadano ha de acatar las leyes de la ciudad. Ya Heráclito decía que los ciudadanos deben defender las leyes de la polis con la misma fuerza que los muros de la misma. De forma paradójica, decide ser coherente con las leyes que lo condenan y con los principios éticos que guiaron su forma de vida como filósofo

Defiende, pues, el imperio de la ley, pese a la crítica al procedimiento democrático del sorteo de los cargos.Si hubiera cedido al temor a la muerte y hubiera elegido seguir viviendo, todo su mensaje filosófico quedaría cuestionado, al entrar los hechos en contradicción con su discurso.

En la parte final del diálogo Fedón, Platón describe con mucho detalle los últimos momentos de la vida de su admirado maestro en la cárcel de Atenas, charlando con sus discípulos hasta el dramático momento de beber la cicuta con toda serenidad. Las últimas palabras de Sócrates a Critón fueron para recordarle cumplir la promesa de ofrecer un gallo a Asclepio, el dios de la medicina venerado en Epidauro.

Platón, quien al parecer ese día estuvo ausente por enfermedad, aunque tal vez fuera incapaz de soportar la tragedia final de su maestro,  por boca del narrador Fedón califica a Sócrates como el mejor (áristos), el más sabio (phronimótatos) y el más justo (dikaiótatos) de su generación. Jenofonte, por su parte, afirma que afrontó su muerte de la forma más bella y noble.

En clara oposición a la retórica de los grandes discursos (macrología) de los sofistas, de carácter monológico, Sócrates defiende un método dialógico, no dirigido a las masas, sino a los individuos en una relación interpersonal. Su dialéctica (dialégesthai) consiste en una cadena de preguntas y respuestas, que avanza mediante la refutación (élegchos) de las tesis de su interlocutor y consta de dos elementos: la ironía y la mayéutica.

La ironía o simulación ficticia  de no saber tiene por objeto el reconocimiento de la propia ignorancia en su oponente, como el primer paso en el camino de la sabiduría, (a diferencia del dicho bíblico initium sapientiae, timor Domini  en Prov 1, 7). En una cadena de refutaciones y con variados ejemplos, dejaba en evidencia la ignorancia de su interlocutor, lo que a menudo provocaba la irritación de éste o incluso la enemistad.

En el diálogo Menón viene comparado a la sacudida eléctrica de una raya, que narcotiza a quien pica. Las preguntas socráticas se orientan a la indagación de la verdad, que debe surgir del interior de cada alma. No son las del catecismo, orientadas a memorizar las respuestas, ya conocidas de antemano por revelación y bajo el formato de dogma. La educación socrática no es dogmática, sino basada en la reflexión crítica.

La respuesta del oráculo de Delfos a la pregunta de Querefonte, afirmando que nadie había más sabio que Sócrates, indica que éste era más sabio porque reconocía lo que no sabía, o sea, sabía que no sabía (docta ignorancia), mientras los demás (políticos, poetas o artesanos) creían saber lo que en realidad no sabían. De ahí parte la afirmación de los límites de toda sabiduría humana (anthropíne), contrapuesta a la divina. Conviene aclarar que el diálogo socrático no es sólo un método, sino una forma  de vida, la filosófica, a la que él no va a renunciar.

La mayéutica, tal como se muestra en el diálogo Teeteto, es el arte de las parteras que ayudan a dar a luz a las mujeres. Sócrates afirma que lo aprendió de su madre Fenarete, pero él lo aplica como metáfora a la educación de los jóvenes. Es el procedimiento intelectual por el que cada uno, a través del diálogo puede dar a luz la verdad, que no viene del exterior, sino que aflora en el interior del individuo.  Pero no queda claro cómo se genera el estado de preñez.

Sócrates está convencido de que la indagación (exétasis) de la verdad solo es posible a través del díálogo en común. Es decir, él no da "lecciones magistrales", pues  afirma que "jamás he sido maestro de nadie" y tampoco se considera un "maestro de virtud" como pretendían ser los sofistas.

Platón, su principal discípulo, en honor a su venerado maestro convertirá el diálogo en un género literario para exponer su filosofía.

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