El humanismo ético de Sócrates/ 9

La virtud no nace de la riqueza, sino que la riqueza nace de la virtud (Sócrates)

Siendo ágrafo Sócrates, solo podemos acceder a su doctrina filosófica de forma preferente a través  de los Diálogos de Platón, donde aparecen las ideas básicas de la ética socratica como disiecta membra, elementos dispersos que no llegaron a formar un sistema concluido.

El núcleo básico de la teoría ética de Sócrates es el "cuidado del alma" (epiméleia tês psychês), la exhotación a los jóvenes a preocuparse de la virtud o excelencia intelectual y moral para convertir el alma en lo mejor posible. Ello no implica el desprecio del cuerpo ni renuncia al placer corpóreo, como muestra el Sympósion de Platón.

El cuidado anímico se refleja en el apotegma délfico "conócete a ti mismo" (gnôthi seautón) que toma como principio guía de su paideía. Entiende por alma o mente la sede de la razón y de la moralidad, no un ente metafísico separable del cuerpo e inmortal, lo que es doctrina platónica posterior. Tampoco se refiere al alma en el sentido religioso de la conciencia, propio de la futura teología agustiniana.  

El autoconocimiento implica saberse ignorante (con docta ignorancia) y tener conciencia de los propios límites. Por tanto, hay que evitar las desmesuras (medén ágan), en el conocer y en el obrar, en contraste con el hedonismo radical defendido por Calicles y en contra de los excesos de Alcibíades.

La templanza (sophrosýne) o moderación es una de las características de su personalidad, junto al autodominio (egkráteia) y la autarquía, consistente en ser dueño de uno mismo. Este ideal de la autarquía chocaba necesariamente con el culto estatal y con la educación tradicional.

En la Apología (30 b) explica el núcleo de su paideía

"Toda mi ocupación  consiste en persuadiros a jóvenes y viejos, de que antes del cuidado del cuerpo y de las riquezas, antes de cualquier otro cuidado, está el cuidado del alma y de su perfeccionamiento para que se convierta en excelente (aríste). Yo no ceso de deciros que la virtud no nace de la riqueza, sino que la riqueza nace de la virtud, así como todos los demás bienes privados o públicos (idíai kai demosíai)".

En una escala de bienes y valores, el cuidado del alma es superior al cuidado del cuerpo (salud y hermosura) y la riqueza queda subordinada a la virtud identificada con la sabiduría.  Este cuidado epistémico o sapiencial  del alma nada tiene que ver con la cura de almas (cura animarum) de los futuros clérigos cristianos, en sentido religioso.

El denominado intelectualismo ético es defendido en mayor o menor medida por toda la ética griega, pero Sócrates lo defiende de forma muy acentuada. Esta doctrina implica la identificación de la virtud con el conocimiento (epistéme o phrónesis) y de éste con la felicidad (eupraxía). Según ello, toda virtud o excelencia (areté) es o implica conocimiento y todo vicio deriva de la ignorancia

La unidad de la virtud implica que las diversas virtudes son solo nombres de la virtud general: "La virtud es sabiduría (phrónesis) en todo o en parte" (Menón 89 a). Por  tanto, nadie obra el mal de forma voluntaria, (nemo sua sponte peccat, en versión latina), sino por ignorancia o por falta de cálculo racional, no por debilidad de la voluntad ante los impulsos irracionales.

La voluntad quiere necesariamente el bien, de modo que nadie busca el mal en cuanto tal, sino bajo el aspecto de bien, de forma equivocada, es decir, por desconocimiento de lo que sea el bien, pues nadie busca perjudicarse a sí mismo. El bien se entiende aquí como utilidad o beneficio personal.

Así como el intelecto solo puede pensar el ser y no el no ser, así también la voluntad solo puede querer el bien, no el mal (el no bien). El mismo Aristóteles afirmará que el bien es aquello a lo que todos  tienden.

Volver arriba