El humanismo ético de Sócrates/ y 10
La virtud (areté) es sabiduría (phrónesis) en todo o en parte (Sócrates)
| Juan CURRAIS PORRÚA
Sócrates toma como modelo de virtud la acción técnica y la aplica a las virtudes morales. Un excelente zapatero es el que sabe hacer buenos zapatos. Un excelente piloto es el el que sabe conducir el barco con seguridad a buen puerto. El arquitecto excelente es el que sabe construir buenas casas o edificios. De modo análogo, solo puede obrar el bien quien previamente conoce lo que es el bien y solo puede ser virtuoso quien sabe lo que es la virtud.
De ahí las insistentes preguntas por la esencia(ousía, tí estin o eîdos) de la virtud o de las virtudes, aunque a menudo los resultados son aporéticos (sin salida o solución) y hay que seguir indagando. Una de las cuestiones básicas, en polémica con Protágoras y otros sofistas, es si la virtud o excelencia es enseñable o si es algo innato. Los sofistas, en efecto se presentaban como "maestros de virtud" política y humana.
Para Sócrates hay, pues, una conexión necesaria entre el conocimiento del bien y el recto obrar. El conocimiento es condición suficiente y necesaria del buen obrar y la felicidad reside en la misma virtud, no en bienes externos ni corpóreos, como piensa la mayoría. Tampoco depende de recompensas o castigos escatológicos en otro mundo, al modo platónico o cristiano, pues se trata de una ética humanista, inmanente y cismundana, fundada en principios racionales, no metafísicos como los platónicos
Para obrar justamente es necesario saber lo que es la justicia, lo que es aplicable a las demás virtudes. Por ejemplo, solo es valiente quien conoce lo que sea la valentía. La conducta temeraria deriva de un cálculo erróneo y la conducta intemperante de un hedonista radical, al modo de Calicles, no está causada por la debilidad de la voluntad, sino por falta de conocimiento.
Otra tesis socrática, derivada de las anteriores, sostiene que siempre es preferible sufrir la injusticia que cometerla y peor es todavía que la injusticia quede sin castigo, como era el caso de Arquelao de Macedonia, según el diálogo Gorgias de Platón. Todo agente que obra el mal está dañando su propia alma, que es peor que dañar el cuerpo.
La tesis de que "jamás es bueno ni cometer injusticia, ni responder a la injusticia con la injusticia, ni responder haciendo el mal cuando se recibe el mal" (Critón 49 d) es una novedad de la ética socrática frente a la moral tradicional que defendía hacer el bien a los amigos y el mal a los enemigos. Lo que muchos piensan que es un principio original de la moral cristiana, ya estaba presente en la ética humanista de Sócrates.
Según el helenista W. Nestle la ética socrática se funda en dos columnas: la autonomía y la autarquía, siendo el sabio el modelo ideal a imitar. Esta teoría intelectualista se diferencia de la futura moral cristiana, que es teónoma y voluntarista, por depender, lo mismo que la judía, de la voluntad de Dios.
En oposición al optimismo socrático que concibe la naturaleza humana inclinada al bien, el cristianismo la supone inclinada al mal (concupiscentia) debido al pecado original. Es lo que refleja el dicho video meliora proboque, deteriora sequor (veo lo mejor y lo apruebo, pero sigo lo peor) del poeta Ovidio.
El apóstol Pablo afirma una idea análoga: "No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero" (Rm 7, 19). Por tanto la conexión entre conocer el bien y realizarlo es aquí contingente y no necesaria. La voluntad humana, que goza del don divino del libre albedrío, tiene la capacidad de elegir entre el bien y el mal (la voluntad divina necesariamente tiene que elegir el bien).
De modo semejante, en la ética kantiana la conexión entre virtud y felicidad es contingente, de modo que el virtuoso puede ser infeliz y el injusto feliz. La felicidad depende de condiciones naturales o sociales, no del mero saber y Kant postulaba la conexión de virtud y felicidad en otro mundo post mortem.
En conclusión, podemos observar el contraste entre el intelectualismo socrático, típicamente griego, y el voluntarismo de la moral cristiana, enfatizado por la tradición protestante, que deriva de Pablo y Agustín, a la que pertenece el ilustrado Kant, al afirmar la primacía de la voluntad sobre el entendimientto y de la ética sobre la ciencia.