La investigación histórica sobre Jesús (1)

La libertad es la primera condición del trabajo científico (Alfred Loisy)

Durante dieciocho siglos la imagen dominante sobre la figura histórica de Jesús fue la transmitida por las diversas iglesias cristianas, fundada en la aceptación previa de las verdades de fe bíblicas convertidas en dogmas por el magisterio eclesiástico y aprendidas en el catecismo por los fieles creyentes.

Esta imagen tradicional se ha mantenido vigente hasta nuestros días, a pesar de las disputas teológicas, de las numerosas herejías en lucha por la ortodoxia, de los cismas de las iglesias cristianas y del moderno proceso de secularización en Occidente.

Esa perspectiva cambió en el s. XVIII, por influjo de las ideas ilustradas, entre las que estaban la valoración de la ciencia y la crítica de la teología. La moderna crítica bíblica tuvo precedentes en el mundo antiguo, representada, por ejemplo, por el filósofo Celso del platonismo medio en el s. II y por el neoplatónico Porfirio en el s. III. En el mundo moderno hay que mencionar al oratoriano francés Richard Simon (s. XVII), al que Alfred Loisy consideraba el verdadero fundador de la moderna crítica bíblica.

Dignas de consideración son también las contribuciones de Martin Seidel en el s. XVI (Origo et fundamenta religionis christianae) o las del rabino León de Módena (s. XVI-XVII). Igualmente, los deístas británicos y los librepensadores franceses, como el cura ateo Jean Meslier o el barón D'Holbach, contribuyeron con sus obras a la desmitificación de la figura de Jesús, convertido en Cristo celeste por Pablo de Tarso.

En la controversia secular sobre las relaciones de fe y razón, la Ilustración defiende la supremacía de la razón sobre la fe y de la ciencia sobre la teología. En este contexto ilustrado se sitúa la moderna investigación científica sobre Jesús, con la publicación en 1778 de un escrito póstumo del biblista alemán Hermann Samuel Reimarus, que llevaba por título Von dem Zwecke Jesu und seiner Jünger (“Sobre el objetivo de Jesús y de sus discípulos”).

La publicación por Gotthold Ephraim Lessing del innovador escrito de Reimarus supuso lo que el filósofo francés Gaston Bachelard denominó una ruptura epistemológica (coupure épistemologique) con la visión teológica tradicional, causando un enorme impacto entre los teólogos y exégetas del Nuevo Testamento.

En términos de la filosofía de la ciencia de Th. S. Kuhn, la ruptura antes indicada equivale a un cambio de paradigma, al pasar de  la visión teológica a la visión histórica sobre del rabino de Nazaret. En efecto, como sugiere el título del opúsculo, Reimarus descubre una diferencia radical entre lo que pretendía Jesús y sus discípulos después de la experiencia postpascual de la resurrección.

Jesús predicó la llegada inminente de un Reino/Reinado de Dios integral, no sólo espiritual, sino temporal y mundano (ein weltliches Reich) y esperaba la instauración del mismo para un futuro muy próximo, pero le falló el milagro de la intervención divina, final y decisiva, con la que contaba, tal como preveía la tradición profética.

En oposición a  la tradición teológica, que había desjudaizado a Jesús transformándolo en cristiano y en fundador de la nueva religión, Reimarus defiende una imagen escatológica y apocalíptica de un Jesús plenamente judío (no sólo por su etnia, sino por su religión), imagen que será la dominante en los investigadores del s. XX.

Las expectativas mesiánicas de Jesús fracasaron, pues fue ejecutado por los romanos (lo mismo que otros rebeldes sediciosos contra Roma), por pretender ser mesías-rey, liberador de Israel (Lc 23, 2; 24, 21), tal como rezaba el titulus crucis (Iesus nazarenus, Rex iudaeorum).

Los discípulos, por el contrario, reinterpretando la figura del mesías a partir de las profecías bíblicas que hablaban del “siervo sufriente” del Deuteroisaías (sobre todo los capítulos 52 y 53), esperaban el pronto retorno (parousía) del Cristo glorioso, a quien creían que Dios había resucitado (Hch 3, 15) y había sentado a su diestra en el cielo.

Como dirá el exégeta protestante Rudolf Bultmann, Jesús pasó así de predicador del Reino de Dios a ser él mismo predicado por sus discípulos, especialmente por Pablo, principal impulsor de la nueva religión, tal vez sin pretenderlo, una religión modelada a semejanza de los cultos mistéricos del paganismo helénico. Sin Pablo, el cristianismo o bien no existiría o sería totalmente diferente.

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