El hombre acepta y goza de este mundo.

Frente a una visión negativa y pesimista, hay otra optimista que ve, aprecia y goza de las realidades "mundanas". 

El demonio, el mundo y la carne, los tres enemigos del alma, como dice el catecismo. Tres falacias, tres engaños con que la cristiana Iglesia falsea la vida. ¿El demonio? Hoy ha desaparecido, es un esperpento, una quimera, una entelequia, un ente literario. La concreción simbólica del mal que habita en ciertas personas. La carne, personificación de la mujer en un universo moral conformado por hombres. Pero la carne sigue siendo lo más maravilloso de la vida, la vida real y no digamos la literaria. 

Respecto a la tercera ficción, ¿podrían ellos mismos hacer el esfuerzo de ver el mundo de otro modo? Sí. Se puede hacer otro análisis menos determinista y más expansivo. Es la idea optimista de muchos de nosotros, pero, por proceder de mentes no sujetas a credos, inaceptable para los que necesitan otras seguridades en las afueras del yo. Insistimos: sí, hay otra visión del mundo sin los anteojos que proporciona la credulidad.

Un ejemplo. Frente a las manifestaciones multitudinarias e idolátricas hacia el líder –sea el futbolista de turno, el marrullero de la política o el Gran Dignatario Blanco sacado a pasear— hay otra multitud silenciosa que piensa, critica, recapacita, opina y, muchas veces, decide. A la larga, éstos se imponen, no en un mundo regido por guías sino en otro donde la soberanía reside en el pueblo y, a fin de cuentas, en uno mismo.

Hago mías las palabras atribuidas a Buda como principio elemental de “ser uno mismo”, pensar por sí mismo y someter todo al juicio personal:

 No creas en nada simplemente porque lo diga la tradición, ni siquiera aunque muchas generaciones de personas nacidas en muchos lugares hayan creído en ello durante muchos siglos. No creas en nada por el simple hecho de que muchos lo crean o finjan que lo creen. No creas en nada porque así lo hayan creído los sabios de otras épocas. No creas en lo que tu propia imaginación te propone, cayendo en la trampa de pensar que Dios te lo inspira. No creas en lo que dicen las sagradas escrituras, sólo porque ellas lo digan. No creas en los sacerdotes ni en ningún otro ser humano. Cree únicamente en lo que tú mismo experimentes, verificado y aceptado después de someterlo al dictamen del discernimiento y a la voz de la conciencia.

En buena lógica también habría que dudar de lo que Buda dice respecto a “no creer en nada”. El buen entendedor sabe que sí existen verdades a las que asirse. Ésta es una de ellas, porque apela a lo poco que tenemos nuestro, el propio juicio y razón.

Aquéllos, gritadores entusiastas, buscan “a alguien” porque se sienten "nadie"; éstos, en el recóndito rincón de su diario quehacer, siempre están inquietos por “algo” que añadir a su afán de compleción. En otros tiempos la palabra del papa o de tal o cual obispo era sinónimo de verdad en la palabra y criterio de conducta moral. Ya somos muchos los que hemos visto la vacuidad de su mensaje cuando no el “pelo de su dehesa”, hacer del humo sustento de los demás. 

Pero, manifestación por manifestación respecto de ansias y preocupaciones, frente a las expresiones de unos jóvenes “que buscan el sentido de la vida” --si lo buscan es porque se sienten vacíos de proyectos-- y sólo aclaman a un líder, las otras manifestaciones de jóvenes contra la violencia, la guerra, el terror, la paz, la solidaridad... son una constatación de que ya tienen un sentido de la vida.

La religión también busca a “alguien” al que creen “salvador”, a veces encarnado en el mismo líder que se lo anuncia. De hecho lo lleva buscando desde hace ¿diez mil? ¿seis mil? ¿dos mil? años.

Los que piensan buscan “algo”, algo que está dentro, bien de ellos mismos, bien de la sociedad o bien de la naturaleza. Ese “alguien” es uno mismo, al que, al fin, algunos pueden acceder.

Hay quienes buscan y buscan y nunca encuentran, nunca están satisfechos; otros, en el recóndito de su cubil y de su propio yo, siempre encuentran, ¡encuentran tantas cosas! La una les guía hacia la otra y su vida es un perenne buscar partiendo de la perenne satisfacción insatisfecha. Es su felicidad hecha de "felicidades". El saludo hecho deseo que pide para el otro "muchas felicidades".

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