La ocupación de la mente (1)
Vuelvo con los brazos de la memoria a momentos en que la credulidad chocaba con mis manifestaciones explícitas sobre la misma.
| Pablo HERAS ALONSO
Pretendía el que a mi lado tenía en el trabajo, hacerme recapacitar... bueno, lo que pretendía era ¡convertirme! Y me hablaba de las experiencias límite de quienes han estado "en la muerte" y han visto el "más allá"; me hablaba de grandes pensadores creyentes y si yo me creía más que ellos...
Admití los grandes pensadores y literatos cristianos, pero, así como de soslayo le pregunté:
--¿Cuál fue el último libro de espiritualidad que leíste?
--¿...? ¡Yo no necesito leer, yo creo!
--Pues mira, el año pasado leí cuarenta y tres libros, comprendiendo también encíclicas y opúsculos de menos de 50 páginas, relacionados con la religión para poder escribir las cosas que escribo... y aun así lo hago mal.
Pero también están "los otros". Sí, los eruditos de lo divino, los teólogos de la divulgación, los "microscopistas" de la sentencia; los que han dedicado sus ocios y sus negocios a "revolver" en los misterios de la fe; y los de la "eterna lectura espiritual"... Todos sin un momento ni ganas para darse un paseo por el mundo de los otros.
En buena lógica humana quienes han dedicado toda su actividad intelectual a dar vueltas y vueltas al credo, a solucionar el problema espinoso de tal cuestión teológica, a profundizar en el legado evangélico, a encontrar los retos que el presente ofrece a la fe... --y hay que reconocer que son buenos en eso-- no han tenido tiempo de dedicarlo a menesteres anejos o contrarios.
No se les pregunte por los avances científicos, corrientes de pensamiento, cuestiones filosóficas y, menos aún, si tienen intención de conocer el razonar de "los otros" y poner en parangón su credo con el de los demás...
Dicen que "eso" no es lo importante en la vida; dicen que no pueden perder el tiempo; dicen que ésa es su verdad; dicen que con la suya, la que "al fin han descubierto", les basta; dicen que su verdad es indiscutible.
Por necesidad ni quieren ni pueden apearse de los “logros” que su tarea ha prohijado: eso ha sido su vida y no pueden desligarse de ella.