“Cambiemos, cambiemos, aunque tengamos que traer a alguien de la Nasa para hablar”, decía la Dra. Mónica Ayala, Directora del Seguro Social de El Salvador, al inaugurar la Semana de Humanización, en la que con gusto, yo volvía a participar.
La tendencia de índole mundial a buscar la humanización como característica intrínseca de las profesiones sanitarias parece cuanto menos, digna de ser admirada. No solo no hemos llegado a la informatización de las historias clínicas, a la accesibilidad universal de los servicios de salud, a la atención temprana de las necesidades de los enfermos, sino que siguen ausentes las asignaturas en ética, de antropología, de psicología, en las Facultades de Ciencias biomédicas, en muchos rincones del mundo, empezando por España.
Y es grave. Que muchos médicos y enfermeras no hayan sido interpelados por el significado del sufrir, del morir, del sanar, sino solo sobre la dimensión biológica del cuerpo humano, clama al cielo. Los valores se comunican por ósmosis sí, pero se comunican, no se silencian, no se niega la oportunidad de entrenar y supervisar en acompañamiento personalizado, humanizado.
Asignatura pendiente. Vengan de la Nasa, o de España, pero dejémonos interpelar para construir un mundo a la medida de nuestra vulnerabilidad necesitada de compasión. Yo, por ahora, sigo viajando con este empeño.