“CARRERISMOS” DE CURAS Y OBISPOS

En el lío tan devoto como patriótico relativo a la Virgen de Guadalupe, patrona “oficial” de Extremadura, hoy todavía exiliada eclesiásticamente en tierras carpetanas del antiguo Reino de Toledo, me llega una carta que considero de singular significación e importancia. Con leves retoques, y conservando los datos personales identificadores, me limito a transcribirla:

“Soy un sacerdote, hoy secularizado, pero sin que tal condición ni limite ni facilite mi libertad de conciencia para nada. Ejercí mi ministerio pastoral en la mal llamada “Siberia Extremeña”, en concomitancia con tiempos pasados con las lejanas y desoladas tierras de las zonas rusas en las que ejerció de embajador un noble andaluz, poseedor de la mayor parte de los municipios –tierras y hombres- de esta comarca de la “patria de los conquistadores” de América. Sigo con atención el replanteamiento eclesiástico que necesita y reclama Extremadura para “redimir” su Patrona del imperio “primado” de los arzobispos toledanos, extrañado yo de que no se le haya encontrado solución correcta al problema, que no es ni solo ni fundamentalmente administrativo, y que un “juez de paz” o mediador, con facilidad hubiera resuelto tomando café con un grupo de vecinos, en paz y en gracia de Dios.

“Invoco mi condición sacerdotal para comentar el dato que reflejan determinadas encuestas “oficiales” efectuadas en los 31 pueblos afectados por tan absurda demarcación administrativa eclesiástica, con Guadalupe como su principal referencia. En la susodicha encuesta aparece con unanimidad que son precisamente los sacerdotes al frente de las parroquias extremeñas, pero castellano- manchegas - Toledo-, quienes se niegan a pertenecer a las diócesis de Extremadura…

“Y es que, siendo comprensivos, y a tenor de las descalificaciones tan frecuentes, acertadas y oportunas del papa Francisco, la carrera eclesiástica es, por encima de todo, para una gran mayoría de clérigos, episcopables o no, una carrera. Lo de eclesiástica, es un adjetivo.. El –lo substantivo- es la carrera. Sé que esta afirmación les molestará a mis ex -colegas. Pero es la pura verdad.

“Extremadura y sus tres diócesis, apenas si tuvo y tiene futuro para los curas con aspiraciones carreristas. Toledo, y más con Guadalupe como “santo y seña” por su nombre y sus atributos, aunque pastoralmente dependa de la Orden de san Francisco,
es motivo de atracción “vocacional” para convencer a muchos de que la parroquia, aún con su condición ex canónica de “en propiedad”, es la cumbre y el objetivo de ambiciones, deseos y pretensiones por santas que se digan que sean. Extremadura fue “tierra de conquistadores”, pero ahora, y más eclesiásticamente, es “tierra conquistada” por obispos foráneos.

“Toledo es mucho Toledo. Es arzobispado de toda la vida, mientras que Mausona lo fue de una Mérida –“Emérita Augusta”- recientemente reeditada, gracias a la actividad e influencia de Mons. Antonio Montero. Toledo es “Sede Primada de las Españas” y más desde que exactamente el Metropolitano Obispo de Roma acrecentó su condición de “universal”, merced a la integración de los territorios y de los “indios” conversos, gracias sobre todo, a los Pizarro, Hernán Cortés, Valdivia, Núñez de Balboa, Orellana y tantos otros extremeños, cuyos pueblos en los que nacieron configuran una de las rutas turísticas más universales, y con mayores y convincentes argumentos viajeros.

“Toledo es catedral –canónigos- antesala del Cardenalato, y eminentísima referencia obligada en los penúltimos tiempos de la historia eclesiástica española, al menos antes de la creación de las Conferencias Episcopales. Toledo, Talavera y tantos otros destinos eclesiásticos posibles, son “palabras mayores” en el organigrama del carrerismo clerical, por lo que es explicable que sean argumentos superiores a otros paritarios con apellidos de “Barros”, del “Jerte”, de “Las Hurdes”, de la “Serena” o de las “Torres”. La vida, también la eclesiástica, es como es y, por ahora, también los curas, tal y como vienen los tiempos, son como son.

“¡Señores curas, ex colegas de tiempos pasados¡. La del sacerdocio no es una carrera. Es un ministerio. En su desarrollo y afanes, jamás primarán los argumentos de orden temporal, -“oficios y beneficios”-, y serán los genuinamente religiosos los que prevalezcan y, a la vez, decidan. Los títulos, las rentas y los paramentos sagrados, con inclusión de los potencialmente episcopales, carecen de consistencia cristiana. No merece la pena ser sacerdote, ni obispo, ni arzobispo, si lo que se haya pretendido y pretenda, sea “hacer carrera”. Tentaciones bastardas como estas, son las que, en parte, explican el éxodo de los aspirantes a curas, que están clausurando nuestros seminarios.

“¡Por amor de Dios, y por el servicio a su pueblo, que no tengan que ser solo los curas quienes dificulten, o faciliten, que la Virgen de Guadalupe ejerza ya de extremeña, con todas sus devociones y emolumentos, aún a cambio de que hipotéticos destinos del escalafón “primado” les resulten más pingües y placenteros¡”
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