#25N SALÍ DE CASA
| Juana Teresa
Salí de casa a las 8 de la mañana de un día de junio en 1985, mis hijos de 10 años se iban de excursión, y con esa ocasión yo había programado el cambio de casa avisando a varios amigos para el traslado de lo fundamental.
Era mi segunda huida, y esta vez no me iba sin nada, los muebles los había comprado yo con mi lánguido sueldo, y cuando volviera el maltratador se tendría que sentar en el suelo me decían…, pero ya no me importaba nada, sólo recordaba sus gritos insultantes de los últimos días en presencia de mi madre a la que no pude evitárselo.
Me temblaba todo en mi interior pero lo conseguí, volví a escapar sin que los niños sufrieran violencia verbal y en justicia con todo lo que era mío.
Se presentó en mi nueva casa, aporreando la puerta y gritando, ¡¡ me llevaré a los niños, te quedarás sola!! Él había tenido un hijo con otra mujer que había cumplido ya casi dos años, y una larga lista de malos tratos para conmigo.
Hoy sé que (aunque ya lo intuía), gracias a la experiencia y la formación que me han dado los años en grupos de mujeres y a mi despertar a la Teología Feminista, “que ser de izquierdas y luchar por las libertades, no significa que haya buenos tratos, ni igualdad” en las parejas de antes, ni en las de ahora.
El miedo y la autoridad concedida a los hombres maltratadores tienen en su raíz profunda además de la historia personal de malos tratos experimentados de cada uno, su infantilismo, falta de madurez…etc. algo fundamental como es que la mujer a la que maltratan es un espejo moral, ético, o de habilidades e inteligencia, que para ellos es insoportable mirarse en él.
De ahí, la cobardía que los lleva a insultar, vejar, defenestrar…y les convierte en miserables y asesinos, pero la mayor dificultad es descubrirlo, y hay que armarse de estrategias para romper el espejo del amor romántico asesino y en su lugar abrir las puertas moradas feministas de libertad, que nos protejan también de la violencia vicaria.
El miedo no se irá rápido, pero se desgasta cuando crece la valentía y esta se hace fuerte como los músculos cuando se ejercitan, acabando por vencer.
¡¡Todas podemos vencer los miedos!! Sólo hay que mirarlos de frente aprender a sostenerlos.
Yo los he vencido, gracias a Dios.
Me duelen las mujeres muertas en vida, tanto como las asesinadas, pero juntas y apoyándonos lograremos vencer esta perversión, salir de la ignorancia romántica y vivir la autenticidad del amor verdadero, el que hemos aprendido en Jesús de Nazaret, quien también tuvo la humildad de aprender de nosotras.
La Biblia es un maravilloso instrumento de liberación, pero hay que leerla e interpretarla desde la Teología Feminista y en grupos de mujeres, eso es lo que yo sigo haciendo desde que encontré la libertad y el amor verdadero.