CERVANTES Y LA CONFERENCIA EPISCOPAL
Al menos de estreñido, injusto y contraproducente sería merecedor tachar el comportamiento de instituciones públicas y oficiales de España, al afrontar la celebración del recuerdo de don Miguel de Cervantes en el IV Centenario de su muerte. , La equiparación con las de su coetáneo inglés William Shakespeare y su “Hamlet”, está resultando ciertamente abismal. Estas y otras más razones, a las que se añaden las de tipo religioso, instan a muchos a alargar aún más la iniciada letanía de las descalificaciones en relación con la Conferencia Episcopal Española, de la que todavía se espera la publicación y firma de un documento oficial, reconociendo a nuestro universal personaje como cristiano ejemplar, además de colaborador excepcional en la difusión y prestigio de un idioma en el que tantos rezan el “padrenuestro”, y son evangelizados y re-evangelizados en la fe.
. Descartando todo atisbo de mala intención, no pocos comentan que su silencio “anti” o “a” cervantino, responde a la falta sistemática cultural que caracteriza a miembros de la jerarquía, o a la ausencia de conexión con las realidades del “mundo terrenal”, maliciando algunos que los ribetes erasmistas del autor del Quijote favorecieran siempre posiciones críticas respecto a la Iglesia oficial.
. El comportamiento de esta, especialmente en la demarcación inquisitorial portuguesa, habría de suponerle la supresión el año 1624 de tres páginas sublimes del capítulo 28 de la parte primera, en el que se narra la historia pastoril de Cardenio y Marcela, episodio bellísimo bebido e inspirado en los limpios manantiales bíblicos del “Cantar de los Cantares”, así como los de otras tantas páginas críticas de miembros feudales de la jerarquía, en las dependencias palaciegas de algunos cardenales al servicio de uno de ellos estuvo cierto tiempo Miguel de Cervantes.
. Conocedor de “debilidades clericales” en todos sus niveles, no obstante, y tal vez precisamente por eso, el autor del Quijote profesó su condición de cristiano encarnado en la vida de los personajes principales de sus obras, con expresiones tales como “he nacido, luego no nos desamparará”, “soy devoto de nuestra Señora y confío siempre en la misericordia infinita de Dios ,Nuestro Señor”, con citas bíblicas aplicadas a lugares, actitudes y actuaciones que no desmerecen de las que pudieran haber hecho uso los más preclaros y doctos profesores y maestros de la Universidad de Salamanca.
. Los amplios conocimientos de la Sagrada Escritura y de la historia de la Iglesia, les instaron a Cervantes a ilustrar e inspirar sentimientos y comportamientos radicalmente cristianos en quienes hace presentes en su obra literaria y en el mismo planteamiento de su vida pública, familiar y, lógicamente, con el conocimiento de las debilidades propias de las que en diversidad de ocasiones pidiera perdón a Dios, con el convencimiento permanente de la actividad del principio del “dad crédito a las obras, que no a las palabras”, repetidamente referido.
. “Con la Iglesia hemos dado”, popularmente “topado”, y la exposición de la acción eminentemente pastoral del cura del lugar, como ministro de Dios, consejero y amigo, así como la “oficial” del Capellán de los Duques, que hasta públicamente le descalificó como “Don Quijote o Don Tonto”, Cervantes entreabre las ventanas a la verdad de su condición cristiana, realmente ejemplar.”Procura poner en paz a los que están desavenidos“ fue el programa cívico- religioso que le encomendara llevar a cabo su escudero Sancho, al frente del gobierno de la inimaginable “Ínsula Barataria”.
. La ecología, el respeto a la autoridad y al prójimo en general, el reconocimiento de los valores convivenciales propios y ajenos, el culto a la verdad, la familia, el “temor de Dios”, la sabiduría, el compromiso con la palabra dada y con los preceptos de las Órdenes de Caballería, la libertad, el o los silencios, la prudencia audaz e imprudente, el culto a los sueños y a los idealismos, la pobreza, el humor, la teología del servicio, el amor sobre todas las cosas, la ascética, el arrepentimiento en la hora de la muerte y el compendio y exaltación de cuantos apartados configuran su testamento y su confesión sacramental, son elementos para ser tenidos en cuenta antes y después de formular un juicio cabal acerca de sus vivencias cristianas…
. Para muchos, y sin exageración alguna, la lectura del Quijote podría suplir con generosidad la de cualquier otro libro de oración y meditación. Por lo tanto, un público y oficial reconocimiento de los méritos del autor del Quijote, que seguramente es el libro más traducido en todo el mundo, después de la Biblia, por parte de la Conferencia Episcopal Española, hubiera sido bien recibido por el pueblo de Dios. No pocas personas hasta llegaron ya a descubrir que, aún sin necesidad de engrosar el listado oficial del Santoral, o Año Cristiano, hoy en revisión, seglares- seglares, con o sin milagros adjuntos, están abocados a ascender por sus propios méritos a los cielos de la ejemplaridad y de su invocación y reconocimiento…¡Ah, si el gran Amadís de Gaula levantara la cabeza…¡
. Descartando todo atisbo de mala intención, no pocos comentan que su silencio “anti” o “a” cervantino, responde a la falta sistemática cultural que caracteriza a miembros de la jerarquía, o a la ausencia de conexión con las realidades del “mundo terrenal”, maliciando algunos que los ribetes erasmistas del autor del Quijote favorecieran siempre posiciones críticas respecto a la Iglesia oficial.
. El comportamiento de esta, especialmente en la demarcación inquisitorial portuguesa, habría de suponerle la supresión el año 1624 de tres páginas sublimes del capítulo 28 de la parte primera, en el que se narra la historia pastoril de Cardenio y Marcela, episodio bellísimo bebido e inspirado en los limpios manantiales bíblicos del “Cantar de los Cantares”, así como los de otras tantas páginas críticas de miembros feudales de la jerarquía, en las dependencias palaciegas de algunos cardenales al servicio de uno de ellos estuvo cierto tiempo Miguel de Cervantes.
. Conocedor de “debilidades clericales” en todos sus niveles, no obstante, y tal vez precisamente por eso, el autor del Quijote profesó su condición de cristiano encarnado en la vida de los personajes principales de sus obras, con expresiones tales como “he nacido, luego no nos desamparará”, “soy devoto de nuestra Señora y confío siempre en la misericordia infinita de Dios ,Nuestro Señor”, con citas bíblicas aplicadas a lugares, actitudes y actuaciones que no desmerecen de las que pudieran haber hecho uso los más preclaros y doctos profesores y maestros de la Universidad de Salamanca.
. Los amplios conocimientos de la Sagrada Escritura y de la historia de la Iglesia, les instaron a Cervantes a ilustrar e inspirar sentimientos y comportamientos radicalmente cristianos en quienes hace presentes en su obra literaria y en el mismo planteamiento de su vida pública, familiar y, lógicamente, con el conocimiento de las debilidades propias de las que en diversidad de ocasiones pidiera perdón a Dios, con el convencimiento permanente de la actividad del principio del “dad crédito a las obras, que no a las palabras”, repetidamente referido.
. “Con la Iglesia hemos dado”, popularmente “topado”, y la exposición de la acción eminentemente pastoral del cura del lugar, como ministro de Dios, consejero y amigo, así como la “oficial” del Capellán de los Duques, que hasta públicamente le descalificó como “Don Quijote o Don Tonto”, Cervantes entreabre las ventanas a la verdad de su condición cristiana, realmente ejemplar.”Procura poner en paz a los que están desavenidos“ fue el programa cívico- religioso que le encomendara llevar a cabo su escudero Sancho, al frente del gobierno de la inimaginable “Ínsula Barataria”.
. La ecología, el respeto a la autoridad y al prójimo en general, el reconocimiento de los valores convivenciales propios y ajenos, el culto a la verdad, la familia, el “temor de Dios”, la sabiduría, el compromiso con la palabra dada y con los preceptos de las Órdenes de Caballería, la libertad, el o los silencios, la prudencia audaz e imprudente, el culto a los sueños y a los idealismos, la pobreza, el humor, la teología del servicio, el amor sobre todas las cosas, la ascética, el arrepentimiento en la hora de la muerte y el compendio y exaltación de cuantos apartados configuran su testamento y su confesión sacramental, son elementos para ser tenidos en cuenta antes y después de formular un juicio cabal acerca de sus vivencias cristianas…
. Para muchos, y sin exageración alguna, la lectura del Quijote podría suplir con generosidad la de cualquier otro libro de oración y meditación. Por lo tanto, un público y oficial reconocimiento de los méritos del autor del Quijote, que seguramente es el libro más traducido en todo el mundo, después de la Biblia, por parte de la Conferencia Episcopal Española, hubiera sido bien recibido por el pueblo de Dios. No pocas personas hasta llegaron ya a descubrir que, aún sin necesidad de engrosar el listado oficial del Santoral, o Año Cristiano, hoy en revisión, seglares- seglares, con o sin milagros adjuntos, están abocados a ascender por sus propios méritos a los cielos de la ejemplaridad y de su invocación y reconocimiento…¡Ah, si el gran Amadís de Gaula levantara la cabeza…¡