EL MAPA DE LA PEDERASTIA

Tal y como refiere el Libro del Génesis (19,24), “entonces el Señor dijo a Abrahám: el clamor contra Sodoma y Gomorra es tan grande, y su pecado es tan horroroso, que voy a bajar a ver si realmente sus acciones corresponden al clamor que contra ellas llega hasta mí…” El recuerdo de estas dos ciudades de la Pentápolis cananea, al lado del Mar Muerto, de una de las cuales procedía el profeta Lot, sobrino del propio Abrahám, permanecerá “in aeternum” como “símbolo de maldad, a “causa de las inmoralidades de sus habitantes”, que posteriormente así serán citadas en el evangelio de san Lucas.

A la vista del mapa que sobre la ancha mesa de las reflexiones ético-morales y religiosas dibujan con precisión dolorosa los responsables humanos y “divinos” de las áreas de la convivencia en relación con temas como el de la pederastia y la corrupción, las palabras del Señor a Abrahám alcanzan proporciones y relieves ciertamente inquietantes. Lo son más, en tanto en cuanto que las áreas a las que me refiero en esta ocasión tienen íntima relación precisamente con las eclesiales, sin que esto quiera decir que en el resto de otras convivencias, como la cívica, social, deportiva o política, no se registren de modo idéntico, mayor o menor.

La pederastia en la Iglesia, y noticias -vídeos y fotos- relacionadas con ella, son informaciones hoy frecuentes y de relieve. Y conste que no se trata solo de rumores, al dictado de impresentables anticlericalismos denigrantes y desacreditadores. En la mayoría de los casos, las correspondientes sentencias judiciales, reconocimientos por parte de la misma jerarquía y el arrepentimiento penitencial, o judicial, de sus protagonistas clericales, certifican su existencia con cuantas garantías son exigibles.

Es posible que, a lo largo de la historia eclesiástica, casos tan lamentables se hayan registrado, aunque diversidad de circunstancias hubieran impedido su difusión, por muchas y elocuentes que fueran sus pruebas. Pero, por supuesto, que tal silencio no debiera ni debe servir, ni ser aportado, como comportamiento ejemplar en las relaciones de convivencia civil o religiosa, en las que el bien común habrá de respetarse con puridad y por exigencias de la propia institución.

Las hipocresías y encubrimientos jamás exculparán y justificarán estos y cuantos organismos son precisos para su desarrollo al servicio del pueblo, lo que en definitiva es lo que importa y a lo que unos y otras, con sus respectivas jerarquías, de deben, con vocación, “bocación” o con lo que sea. El hecho de que hoy sea posible y accesible la denuncia de tan lamentables casos, es positivo en realidad, pese a opiniones y criterios falaces de quienes prefirieran que el disimulo, el enclaustramiento y el “respetuoso silencio” habrían de seguir siendo los verdaderos celadores de supercherías, falsedades e innombrables abusos.

Bochornosos resultan los relieves, la descripción, exposición y análisis de cualquier mapa que responda con aproximada y purificadora intención al título de estas reflexiones, con excepción de las insistencias proporcionadas del Patriarca Abrahám y la perdonadora y misericordiosa determinación de “El Señor”, como Dios- Padre que es y ejercerá sempiternamente. Desde la “Sagrada Curia Romana”, por acción u omisión, hasta recónditas y humildes parroquias, pasando por centros- colegios “religiosos”, sin dejar de lado a “fundadores, a acólitos, escolanías y colaboradores en el nombre de Dios”, la pederastia se hace noticia, y para su erradicación no parecen ser todavía suficientemente eficaces la intervención del “dudoso ministerio- misterio” de los Tribunales Eclesiásticos, ni las determinaciones inapelables de la jurisdicción civil y penal, en calidad del enjuiciamiento y valoración de delitos.

Tampoco parecen haber sido suficientemente eficaces hasta el presente las durísimas palabras del Papa Francisco, inmisericorde en áreas eclesiásticas. Los nombres de Sodoma y Gomorra y su condena bíblica hasta la desaparición del recuerdo de los lugares en los que se ubicaron, son argumentos seguros de la gravedad del tema, aquí y ahora, tan solo apuntado.
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