La Misa del Obispo

Lamento tener que reconocer que la noticia que fundamenta este comentario a algunos les parezca escandalosa. Ciertamente lo es. Pero, por favor, piensen que no lo es la publicación de la misma. Lo son los hechos y su constatación, dado que si ellos no se hubieran registrado, tal noticia no existiría, por lo que satisfactoriamente me hubiera ahorrado reflexionar sobre ella.

No pocos sacerdotes jubilados lo pasan económicamente mal. Lo que se dice mal. La Iglesia -“Mater et Magistra”- no siempre se aplica a sí misma y a sus “serviciarios” lo que exige a los demás, por supuesto que también en materia laboral. La letanía de los casos vividos por los sacerdotes y sus familiares mayores justifica multitud de “ora pro nobis” doloridos y llorosos, hasta que por fín el “requiescat in pace, Amén” uniforma a tos ante la presencia de Dios.

Ocurre que, pudiendo todavía la mayoría de ellos celebrar diariamente la santa misa, lo que le reporta una ayuda pastoral al clero en efectivo, no siempre, es decir, casi nunca disponen de la posibilidad de que ellas -las misas- estén refrendadas con la ofrenda económica –“estipendio” o tasa pecuniaria– al uso y que más o menos y “a voluntad” puede rondar los 20 ó 25 euros ofertados por los feligreses en sufragio del alma de un ser querido, o en acción de gracias por la concesión de algún favor del cielo. Pero pese a posibilidad teórica tan congruente y “santa “, el hecho es que en determinadas parroquias las intenciones- estipendios de las misas se acumulan en tan proporción que el celebrante se ve obligado a tener que citar los nombres de los beneficiarios, unos tras otros, y, en el caso que me sirve de referencia, hasta haber alcanzado los 14, lo que equivale a decir que fueron catorce -¡14! los estipendios que posibilitaron tan sacrosanto “memento” o recuerdo.

La noticia se torna aún más escandalosa con el complemento siguiente: cuando un sacerdote jubilado necesitado de la ayuda económica que le significaría la aplicación por aluna de las “intenciones” acumuladas, decidió exponerle a su obispo-arzobispo la conveniencia de que la Curia Diocesana se encargara del “reparto” de las mismas, este -el obispo- se limitó a replicarle que eso no era posible y que además él mismo –el obispo- “tampoco percibía dinero por la celebración de sus misas”.

Me hago eco de algunas de las preguntas que sacerdotes y fieles se formulan alrededor de esta noticia: ¿Es que es equiparable el caso del obispo -jubilado o en activo- con el de los curas? ¿Cómo es posible explicarles a los fieles que una sola misa le suponga a su celebrante unos 350 euros, mientras que a otros tenga que ser la devoción, y solo la devoción su justificación?

Ah, pero ¿se “cobra” o se “paga” por la santa misa? ¿Quién fija, o de alguna manera sugiere, su precio? ¿No hay otro procedimiento que no sea el de la celebración de una santa misa para que se mantengan los curas? ¿”Vale” o “cuesta” igual la misa de un cura que la de su obispo? ¿No hubo, y no hay, bastante para toda la humanidad y en todos los tiempos la aplicación de los infinitos méritos de la misa-sacrificio “celebrada” por Cristo Jesús? ¿Cómo se les explica a los fieles que las misas cantadas y las “gregorianas”, que hacen posibles la cultura y el dinero, tienen mayor eficacia salvadora que las misas “rezadas” por un cura de pueblo? ¿Es satisfactoria la explicación que se suele dar de que la virtud y efectividad de la donación pecuniaria por la misa se sustenta sobre todo en la caridad que con su estipendio puede efectuarse?

Por favor, señores obispos o arzobispos, “rebus sic stantibus”, no consienten que algunos de sus curas en activo se lucren suculentamente con excesos de “intenciones”, mientras que hay jubilados a quines algunas de ellas contribuiría a paliarles el problema de su subsistencia y la de los suyos .Si es verdad que “siempre hubo clases”, las misas igualan a todos. El término “enriquecimiento” a ellas aplicado las profanaría teológica y pastoralmente a perpetuidad. Ante la sugerencia de un justo “reparto” no valen equiparaciones -comparaciones- que, en los casos jerárquicos, tienen que ser, y son, siempre mucho más odiosas.
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