POESÍA Y EDUCACIÓN EN LA FE

José Luis Martín, de nacencia abulense –lo que en la historia de la literatura universal es un grado-, es periodista y escritor de novelas y cuentos, además de buena persona. En sus años mozos fue jefe de prensa del Instituto Nacional de Meteorología, y de los servicios informativos de las direcciones generales de Correos y Telecomunicaciones. También estuvo profesionalmente relacionado con temas de economía y finanzas en “Bolseco”. Es decir, de todo –casi todo- lo humano y, lo divino, nada –casi nada- le resulta ajeno a José Luís.

Ahora es, y ejerce, gozosamente de abuelo y su nieta se llama Lucía. Además, atiende con fruición, sabiduría y sensibilidad, a otra de las aficiones que permanecían semi-inéditas en su “curriculum vitae” –él sabe latín-, coincidente nada más y nada menos, que con la poesía…

Y este acontecimiento es el que en gran parte lo hace estar presente en mi itinerante blog de RD. José Luis acaba de publicar un poemario, editado por “Liber Factory”, con el críptico – del griego “oculto” - título de “Solfeos, soflamas, y sarpullidos”, palabras todas ellas que comienzan y terminan con la “s” de “sonetos, se “sensible” y hasta de “santo”, al menos por lo de su nacencia abulense y porque “todo se pega en la viña del Señor”.

En su prólogo-presentación, el autor descubre y asevera que “sonetos, coplas, romances, verso libre, rima y musicalidad, todo ello nos acompañará por los muchas veces inciertos caminos de la vida, que recorramos. Así al menos lo proclaman quienes más afortunados vienen a definirlo como panacea a la que se adhieren, porque les regala nada menos que un guía de felicidad. La poesía nació como una necesidad del género humano, cuando deseó a través del imperativo que le impone el espíritu para lograr así encontrar el camino por donde nos lleva el futuro”.

Gracias, amigo José Luís. En los teresianos tiempos tan “recios” en los que vivimos, rodeados –encharcados- en tanta prosa, encontrarse con un cultivador y sembrador de versos, es un don sagrado de la naturaleza y una gracia de Dio, que hace renacer la vida y la esperanza donde hay tantas cosechas de tristeza, amargura, desorientación y desasosiego, es decir, tantas muertes o aniversarios de ellas.

Las 260 páginas de “Solfeos, soflamas y sarpullidos “están ya a la espera anhelante de ser degustadas por los paladares más exigentes de los lectores, que, con toda seguridad, habrán de ser muchos. De entre sus más exquisitos manjares, destaco los de “La risa en los labios de un niño”, “Sueños de la noche”, “Dígame, señor, ¿por donde se va al cielo?”, “Una rosa en el mar”, “ Golondrinas bajo mi balcón”, “Una gota de agua en la punta de una zarza”, “En esta vida, de paso para la otra”…Un libro que favorecerá la educación en la fe, de la que la poesía es asignatura y capítulo de olvidada, pero de singular importancia…
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