LA TEOLOGÍA DE LA RECONQUISTA
Aunque hay -y tenga que haber- un solo Dios verdadero, las Teologías –“Ciencia que trata de Dios y de sus atributos y perfecciones”- son muchas. Cada religión tiene la suya. Descendiendo a la realidad de la vida, diríase que cada grupo de personas, y cada persona, cuenta con su propio “Dios”, frecuentemente “hecho y practicado a su propia imagen y semejanza, sin carecer de intérpretes teólogos “oficiales” o particulares, dispuestos unos y otros a suministrar argumentos que de alguna manera sustenten sus convicciones y más si estas lo son en beneficio de sus intereses personales y de los suyos.
El conato de tesis aquí pergeñad es general y, por tanto, incluye cuanto tenga relación con el Cristianismo -Iglesia Católica-, en cuyo contexto “religioso”, nos movemos y somos.
La Iglesia tuvo y tiene muchas teologías. Y multitud de teólogos. Y además, en santas vísperas ya -¡gracias sean dadas a Dios¡- de que el número de teólogas equipare o supere al de los teólogos del sexo masculino. Las actas de las Facultades Universitarias Eclesiásticas -Pontificias- así lo presagian.
Y hay teologías a las que les confieren nombres y especialidades las relaciones con la pastoral en general. Otras, con los adolescentes, jóvenes, solteros, casados, ya jubilados, solos o que siguen viviendo con otros u otras “en amor y compaña”, es decir, que “comparten el mismo pan”, con sus frutos y sus consecuencias. La soledad es especialidad teológica de actualidad y lo será más aún en el futuro.
También el seguir sintiéndose Iglesia y, a la vez, tener que renegar del comportamiento y mal uso que de la misma y “en el nombre de Dios”, hipócritamente mantienen no pocos de sus administradores, ordenados, consagrados y vocacionados. La teología del trabajo y del ocio tiene muchos adeptos. La de la mujer, no tanto, sobre todo por parte del hombre-varón, al que parece incomoda la irrupción del mejor de los feminismos en el esquema y en el ordenamiento canónico, cien por cien machista entre obispos, curas y frailes. La teología de la Vida Religiosa está asimismo a la espera de ser revisada.
La Teología de los ritos, ceremonias, signos y símbolos con reiterada y suculenta mención para las mitras, absurdas, incómodas y paganas, al igual que la proliferación de tintinábulos e incensarios, sufre crisis notable, con complacencia y alegrías de algunos, y penas y añoranzas de otros, tal vez los más.
De la Teología penitencial es también obligada su neta referencia. De la de los” Novísimos, o postrimerías del hombre”, es urgente proclamar que precisa profunda reforma, en evitación -prevención de que, por ejemplo, no se repita el escándalo que a muchos les significó la desaparición “oficial” del limbo, o “lugar al que se decía que iban las almas de los niños que morían sin bautizar “, o las de “quienes nada o casi nada saben de cuanto acontece a su alrededor”.
Entre tantas otras teologías, especialidades y asignaturas de las mismas hay que destacar la llamada “Teología de la Liberación”, a la que se le acompaña injusta y contradictoriamente el apelativo de “mala” por la sencilla y catequística razón de que toda teología tiene que ser, y pretender, la liberación de por sí y por encima de todo y de todos. El de la “Teología de la Liberación”, con sus mártires, condenas y condenadores, es uno de los capítulos de la historia reciente de la Iglesia más necesitado de penitencia y de reparación, precisamente comenzando por los mismos papas a los que les correspondió relacionarse con sus promulgadores a quienes maltrataron hasta humillarlos públicamente, después de condenarlos en esta vida y en la otra, aunque el papa Francisco puso en claro las cosas y elevó algunos nombres al honor de los altares.
Rememoración especial aquí y ahora, y en los marcos sinodales en el que se vive, la Iglesia denuncia a grito abierto el contenido y las formas todavía vigentes y mantenidas propias de la” Teología de la Reconquista”, con insondables y misteriosas referencias a los ministros que “oficialmente” la sirven y se sirven de ella. El sistema de “evangelización”, -fundamentalismo-,engendrado, nacido y mecido en la cuna de educadores “cristianos”, con capisayos y hábitos talares y “licentia docendi”, es -sigue siendo-, el propio y específico los tiempos de la Reconquista iniciada por Don Pelayo, en los que obispos, arzobispos y señores feudales, al frente de sus ejércitos imponían sus creencias a judíos, moros, protestantes, paganos, indios e indias y demás “herejes”, con justificación de toda clase de procedimientos, sin excluir la muerte en la hoguera.
La Teología de la Reconquista renacida en Covadonga con la de su titular y “santos reyes”, entre otros San Fernando III y los “Reyes Católicos” por antonomasia que coronaron su “obra evangelizadora” en Granada, sirvió de modelo al Nacional Catolicismo posterior, que tomaron al pie de la letra los modos y procedimientos de las Cruzadas medievales capitaneadas e indulgenciadas por los mismos Romanos Pontífices, con sus relicarios y la proclamación de los “Años Santos”.
En los tiempos sinodales, la Teología de la Reconquista sigue levantando de vez en cuando la voz, y de la misma, y a veces con satisfacción y felicidad, se encargan de hacerse eco los informadores “religiosos “. La Teología de la Reconquista es reverendísimamente.