“VÍRGENES”, “ALCALDESAS” y TOROS

Tal y como están los tiempos, con científicas y honestas previsiones de que empeorarán más aún, es posible que reflexiones como estas, y tantas otras, contribuyan a centrar los temas y ayuden a los lectores a concentrarse ante los mismo. En esta ocasión, mi referencia parte, y tiene en cuenta, hechos y situaciones que encuentran acomodo extenso e intenso en el capítulo festivo popular de las “devociones. ferias y fiestas”, sobre todo marianas.

“ALCALDESA A PERPETUIDAD”: Referí recientemente el dato de que en España, en más de un centenar de pueblos y ciudades, se les había conferido a la “Santísima Virgen María, Madre de Dios y de todos los hombres”, el título de “Alcaldesa Honoraria Perpetua”. El asentimiento de las respectivas Corporaciones Municipales fue casi siempre unánime, avalados con las correspondientes y radiantes siglas de los partidos políticos que representaban. También resultó masivo y clamoroso el fervor de los fieles , y no tan fieles, en la aceptación de título tan “honroso”, procesionando la imagen de la Virgen con generosidad, presencia y presidencia de las “fuerzas vivas de la localidad”, y hasta de la diócesis y provincia. En los plenos municipales de algunos lugares, la “Alcaldesa Honoraria a Perpetuidad”, con sus símbolos edilicios, como el bastón de mando, preside los debates, aunque incapacitada, por aquello de “honoraria”, para exponer el programa social contenido sobre todo en su sagrado canto del “Magníficat”.

Quienes promocionaron y sancionaros esta devota aspiración, se preguntan con asiduidad, sentido común, catequesis y hasta teología municipalista :¿Son y actúan como más cristianos de verdad, quienes dieron estos pasos canónicos, con licencia eclesiástica, que quienes no estuvieron de acuerdo con ello? ¿Se manifiesta la fe mariana en títulos y advocaciones excéntricas y desproporcionadas como estas, en tiempos democráticos de libertad religiosa y de culto, interpretados estos conceptos con todo rigor evangélico? ¿Tienen algo que ver la conformidad o disconformidad, con el principio de que la Iglesia no debe meterse en política, ni esta en la Iglesia, en su diversidad de estamentos y escalas? ¿Cuándo y cómo es Iglesia la Iglesia y la política es política, sobre todo con el convencimiento internacionalmente establecido de que la Iglesia también es ESTADO, con todas sus consecuencias, independiente?

De los ejemplos desejemplarizadores que en territorios municipales, especialmente valencianos, de los que se nutren los medios de comunicación social, es preferible, por razones de higiene, no hacer aquí referencia alguna.

TOROS Y FIESTAS PATRONALES: Ellas –las fiestas- consagradas a Cristo, a las Vírgenes y a los santos, en el mes taurino por antonomasia, que es septiembre, con sus procesiones, misas solemnes, repiques de campanas y “oradores sagrados”, generan, e interpelan, a “ quienes corresponda, en este caso a los miembros de la clerecía, interrogantes como estos: ¿Están o de de acuerdo la Iglesia la Iglesia y su jerarquía con “los toros y demás espectáculos taurinos”, en diversidad de expresiones y fórmulas, como “en La Vega”, “emboladas” o no tanto, o más? ¿Fueron vistos sacerdotes y obispos en manifestaciones de uno u otro signo?”

La cita anterior “valenciana” me trae el recuerdo histórico de cómo en tiempos pontificales de los Borjas -Calixto III y Alejandro VI-, procedentes de Játiva por más señas, llegaron a celebrarse corridas de toros en la mismísima Roma. Poco después, en tiempos del Rey “Prudente” Felipe II , otro Papa excomulgó a quienes en cualquier parte del Orbe Católico organizaran o participaran en corridas de toros. ¿Son o no antitaurinos los curas y los obispos, en general? ¿Es de verdad antitaurino el “pueblo fiel” dentro y fuera de España? ¿Qué piensan los feligreses acerca del tema, con el contenido que entrañan de espectáculo y de maltrato a animales de tanto relieve y consideración “religiosa” como son los toros en todas las culturas, y también en la cristiana?¿Es más cristiano y humano el “anti” que el “pro” taurino?

En todo caso, Cristo, Vírgenes y santos justifican y enmarcan estos espectáculos, con mención ingenuamente piadosa al hecho de que en determinada plaza de toros castellano-manchega, la imagen de la Virgen se puede asomar al tendido y participar en el espectáculo, para lo que se le tiene abierto un ventanal en el ábside del templo adjunto. En pueblos de mi ínclita Extremadura, los párrocos – como componentes de las “fuerza viva de la localidad”, no se pierden ninguna de las “capeas” –seis- “en honor del Cristo, atreviéndose alguno de los sacerdotes a participar activamente desde una de las troneras, con su sotana empolvada y con las complacencias, y ¡”olés¡” populares enfervorizados de los feligreses, sin rehusar hipotéticos “partes médicos” de “herido por asta de toro”.
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