TODOS TENEMOS “VOCACIÓN”
Sí, todos tenemos “vocación”. Así lo aseveran los diccionarios y la teología, y lo avala el sentido común. “Vocación” –del latín “voocatio-nis”- es “acción de llamar” y más concretamente “inspiración con que Dios llama a algún estado, especialmente al de la religión”, si bien y “coloquialmente, se extiende a cualquier profesión, oficio o carrera”. El tema reclama y justifica atenta reflexión que, por hoy, resumimos en los puntos siguientes, teniendo sagradamente en cuenta la atroz constatación de la falta de vocaciones “religiosas” que se registra en la Iglesia.
. La “sacralización” en exclusiva del término y de la idea de la “vocación”, es una de las más aberrantes desviaciones que se registra en la historia y en la praxis de las religiones, con inclusión de la cristiana, y con particular mención y recuerdo para la Iglesia católica. El hecho supondría automáticamente la expulsión de cualquier motivo “religioso” en la elección y ejercicio de las profesiones u oficios, reservando su sacralización orgullosamente para lo relacionado con la liturgia y lo sacro.
. Las llamadas “vocaciones religiosas”, tanto en su origen como en su ejercicio, merecen análisis serios y comprometidos, sobre todo a la deslumbrante luz del “carrerismo”. Este definió, y define, a muchas de ellas –la mayoría-, solo o fundamentalmente por imperativo de circunstancias familiares o sociales. Tales análisis, efectuados con historia, rigor y teología, desvelarían su inexistencia y, por tanto, su incapacidad para asumir los compromisos que lleva consigo el estado al que se sintiera un día inclinado el sujeto.
. La vocación de los fundadores de determinadas Órdenes y Congregaciones religiosas proyectando sus tareas hacia labores, quehaceres o ministerios concretos, como suprema justificación de las mismas, precisan en no pocos casos, de reciclajes y reconversiones profundas. Cambian los tiempos y las circunstancias, y hay Órdenes y Congregaciones que hoy por hoy no tienen nada-o muy poco- que hacer, en conformidad con los planes y los sentimientos de sus fundadores/as, santos/as “por la gracia de Dios”.
. La fórmula tan común, y en ocasiones, económica y apostólicamente “rentable“, de dedicar sus miembros a la enseñanza, en los colegios llamados y tenidos como “religiosos”, -con, o sin, todas sus garantías-, es explicable que esté sometida a reflexión y sean ya muchos los “vocacionados” que se sientan frustrados. La de la enseñanza es tarea fundamental en la construcción de la Iglesia, pero precisamente a ellos no fue lo que les pudo haber justificado ser respuesta vocacional a la “llamada de Dios”.
. Sí, por ejemplo, hoy también sigue habiendo cautivos necesitados de redención material y espiritual. El listado de las muertes y sacrificios padecidos a consecuencia de los “malos tratos”, las violaciones intra y extra- matrimoniales, los drogadictos, los desahuciados, los parados, quienes padecen enfermedades “raras”, los encarcelados, marginados, ancianos y nuevos esclavos -por exceso o defecto de bienes de fortuna-, y tantos otros colectivos, masculinos, femeninos o “neutros”, demandan a lágrima viva, soluciones “religiosas” por parte de nuevos “padres” y “madres fundadores/as, posiblemente sin aspiraciones a ser elevados un día “al honor de los altares”, con explícita recusación de los procedimientos y gastos inherentes a los correspondientes procesos canónicos.
. La “desreligiosización” de personas e instituciones dedicados vocacionalmente a menesteres que antaño parecían ser de exclusiva competencia eclesiástica, está ya a punto de ser, y considerarse, como un feliz y consolador acontecimiento pasado. La profundización conciliar en la teología del laicado, apenas si todavía desvelada, contribuye, y contribuirá más crecientemente a que, con las mismas fórmulas de las ONG, se lleven a cabo “vocacionalmente” tareas antes encomendadas en exclusiva a Órdenes y Congregaciones religiosas.
. Es posible que el espíritu de los santos/as fundadores siga vigente y activo en la Iglesia, con lo que el reciclaje en sistemas, métodos y procedimientos resulte factible. Pero es posible también que con santa y razonable humildad se tenga aue llegar a la conclusión de que necesariamente a Órdenes y a Congregaciones religiosas de toda la vida, se las tengan que reservar gloriosas y agradecidas peanas y retablos en la historia eclesiástic y en sus templos.
. La misma historia –maestra de la vida- está conduciendo ya a muchos y a muchas, al convencimiento y a la conclusión de que sus instituciones se ven ya obligadas a su terminante clausura, a consecuencia de la por ahora, irreversible falta de vocaciones que padecen. Los acontecimientos, del signo que sean, también son “palabra de Dios.
. Los procesos de refundación, en unos casos, en otros de definitiva clausura y, en los más difíciles, de unificación e integración, han de iniciar una nueva época en la historia de la Iglesia y sus protagonistas serán merecedores de “bienaventurados”.
. La “sacralización” en exclusiva del término y de la idea de la “vocación”, es una de las más aberrantes desviaciones que se registra en la historia y en la praxis de las religiones, con inclusión de la cristiana, y con particular mención y recuerdo para la Iglesia católica. El hecho supondría automáticamente la expulsión de cualquier motivo “religioso” en la elección y ejercicio de las profesiones u oficios, reservando su sacralización orgullosamente para lo relacionado con la liturgia y lo sacro.
. Las llamadas “vocaciones religiosas”, tanto en su origen como en su ejercicio, merecen análisis serios y comprometidos, sobre todo a la deslumbrante luz del “carrerismo”. Este definió, y define, a muchas de ellas –la mayoría-, solo o fundamentalmente por imperativo de circunstancias familiares o sociales. Tales análisis, efectuados con historia, rigor y teología, desvelarían su inexistencia y, por tanto, su incapacidad para asumir los compromisos que lleva consigo el estado al que se sintiera un día inclinado el sujeto.
. La vocación de los fundadores de determinadas Órdenes y Congregaciones religiosas proyectando sus tareas hacia labores, quehaceres o ministerios concretos, como suprema justificación de las mismas, precisan en no pocos casos, de reciclajes y reconversiones profundas. Cambian los tiempos y las circunstancias, y hay Órdenes y Congregaciones que hoy por hoy no tienen nada-o muy poco- que hacer, en conformidad con los planes y los sentimientos de sus fundadores/as, santos/as “por la gracia de Dios”.
. La fórmula tan común, y en ocasiones, económica y apostólicamente “rentable“, de dedicar sus miembros a la enseñanza, en los colegios llamados y tenidos como “religiosos”, -con, o sin, todas sus garantías-, es explicable que esté sometida a reflexión y sean ya muchos los “vocacionados” que se sientan frustrados. La de la enseñanza es tarea fundamental en la construcción de la Iglesia, pero precisamente a ellos no fue lo que les pudo haber justificado ser respuesta vocacional a la “llamada de Dios”.
. Sí, por ejemplo, hoy también sigue habiendo cautivos necesitados de redención material y espiritual. El listado de las muertes y sacrificios padecidos a consecuencia de los “malos tratos”, las violaciones intra y extra- matrimoniales, los drogadictos, los desahuciados, los parados, quienes padecen enfermedades “raras”, los encarcelados, marginados, ancianos y nuevos esclavos -por exceso o defecto de bienes de fortuna-, y tantos otros colectivos, masculinos, femeninos o “neutros”, demandan a lágrima viva, soluciones “religiosas” por parte de nuevos “padres” y “madres fundadores/as, posiblemente sin aspiraciones a ser elevados un día “al honor de los altares”, con explícita recusación de los procedimientos y gastos inherentes a los correspondientes procesos canónicos.
. La “desreligiosización” de personas e instituciones dedicados vocacionalmente a menesteres que antaño parecían ser de exclusiva competencia eclesiástica, está ya a punto de ser, y considerarse, como un feliz y consolador acontecimiento pasado. La profundización conciliar en la teología del laicado, apenas si todavía desvelada, contribuye, y contribuirá más crecientemente a que, con las mismas fórmulas de las ONG, se lleven a cabo “vocacionalmente” tareas antes encomendadas en exclusiva a Órdenes y Congregaciones religiosas.
. Es posible que el espíritu de los santos/as fundadores siga vigente y activo en la Iglesia, con lo que el reciclaje en sistemas, métodos y procedimientos resulte factible. Pero es posible también que con santa y razonable humildad se tenga aue llegar a la conclusión de que necesariamente a Órdenes y a Congregaciones religiosas de toda la vida, se las tengan que reservar gloriosas y agradecidas peanas y retablos en la historia eclesiástic y en sus templos.
. La misma historia –maestra de la vida- está conduciendo ya a muchos y a muchas, al convencimiento y a la conclusión de que sus instituciones se ven ya obligadas a su terminante clausura, a consecuencia de la por ahora, irreversible falta de vocaciones que padecen. Los acontecimientos, del signo que sean, también son “palabra de Dios.
. Los procesos de refundación, en unos casos, en otros de definitiva clausura y, en los más difíciles, de unificación e integración, han de iniciar una nueva época en la historia de la Iglesia y sus protagonistas serán merecedores de “bienaventurados”.