¿Infectadas por un feminismo radical?
Traduzco esta carta de Joan Chittister, que lleva por subtítulo ¿No será, más bien, viviendo el evangelio, porque creo que merece la pena.
“Me llamó la BBC, lo que indica la importancia de la situación. Es un momento extraño de la historia pues de repente todo el mundo que quiere saber lo que sucede con las religiosas, y lo que van a hacer “de inmediato”. Ese inmediato tiene que ver con su respuesta ya que el Vaticano cuestiona su inteligencia y su fe. Indudablemente ningún periodista quiere perderse la historia.
Tras más de dos mil años de dar su trabajo a la Iglesia sirviendo a la pobreza, construyendo sus escuelas, sus orfanatos, sus hospitales, sus misiones, sus comedores, sus casas para indigentes, sus centros de catequesis, se les dice a las religiosas que el problema no es su trabajo sino que éste se ha visto infectado ¿por un feminismo radical? Una apreciación hecha por un grupo de varones cuyas posibilidades de saber lo que es un feminismo radical está cerca del cero.
¿Qué está sucediendo?¿ Especialmente ahora, que parece que se abre un gran cambio en la Iglesia de los autócratas y los soberanos, en la Iglesia de Jesús que anduvo en medio de la gente amándola? Lo primero que está pasando es lo que ha sucedido hace más de 1500 años: monjas por todas partes trabajando para la gente, escuchando sus historias, tratando de satisfacer sus necesidades haciéndose presente en sus vidas, tratando simplemente de ser la cara misericordiosa de la Iglesia, en el medio de la confusión. No dogmatizan, ni juzgan, sólo quieren ser la presencia del amor incondicional de Dios.
En otro nivel, está funcionado un misterioso trabajo que se conoce como la “evaluación” de la vida de las religiosas y de su LCWR en los Estados Unidos y que empezó antes que este papado, a quién le puede costar remar contra corriente. Le puede resultar difícil parar el proceso por razones políticas y por miedo a que viejas heridas vuelvan a emerger sin anuncio ni advertencia. Hay que esperar a que los esfuerzos sean beneficiosos y sin condenas, fortalecidos por un mayor entendimiento cuyo primer signo sería “Estas son mis queridas hijas en las que me complazco”, una afirmación que las religiosas no han escuchado desde el Concilio Vaticano II.
El reciente anuncio tiene algunas dimensiones preocupantes. No habla de “completar la evaluación” ni de “continuar el diálogo” sino que dice que el papa ha revisado y aprobado el actual plan de reforma, un plan que convierte a las religiosas en momias y que deja su organización compuesta por 57.000 monjas, dirigida por tres varones. Caso cerrado, criminalidad espiritual confirmada, miembros sin voto, cuerpo una mera extensión de Roma, creatividad anulada, persianas cerradas, nuevas ideas monitorizadas, voces para los pobres calladas y dependiendo de las agendas de tres varones. ¿Para qué sirve estar en la frontera si la Iglesia no está interesada en conocer las necesidades de la gente? Si algo han sido las religiosas en las décadas del pos concilio es un puente entre la calle y la sacristía.
¿La razón para ese control de la LCWR? Que su trabajo se ha visto infectado por el feminismo radical. Si trabajar para elevar el rol y status de las mujeres en el mundo es infección, no cabe duda que somos culpables. Las monjas hemos sido las primeras que hemos abierto escuelas para educar a las niñas católicas y no lo hacemos porque estamos infectadas por un feminismo radical, sino porque está en el centro del evangelio. Seguimos el modelo de Jesús que anduvo con mujeres, salvó a la acusada de adulterio, curó a la canaanita y resucitó a una niña. Le devolvió la vida cuando ser mujer no tenía ningún valor en la sociedad y todavía no lo tiene en muchos países ¿Qué mejor manera de demostrar el valor de una mujer que resucitarla a pesar del desprecio por su vida? Y cuando este tipo de trabajo resulta inaceptable en la Iglesia ¿por qué seguir haciéndolo?
El periodista de la BBC me preguntó si albergaba alguna esperanza y contesté que sí. ¿Y en qué te basas? Siguió diciendo. Porque ahora la Iglesia ha encontrado su modelo, un hombre entregado a los pobres. Y eso ¿qué tiene que ver con esta situación? Todo, porque ¿Quiénes son los pobres? Es imposible estar entregado a los hombres e ignorar que los dos tercios de los hambrientos son mujeres, a las que solo les llegan los restos después que sus maridos e hijos han comido; dos tercios de los analfabetos son mujeres esclavizadas, por su falta de educación, como ganado para los varones; dos tercios de los más pobres son mujeres según las estadísticas de la ONU.
Todas ellas son ignoradas, rechazadas y olvidadas incluso dentro del lenguaje y la teología de la Iglesia. No importa la vida; no importa el bautismo. Pero es imposible estar realmente entregado a los pobres si no se intenta cambiar el rol y el status de la mujer en el mundo. El Shriver Report, que saldrá en enero del 2014, demuestra con gran claridad que invertir en las mujeres es potenciar a sus maridos e hijos, sus familias y naciones, su nivel económico y social, sus instituciones y sus contribuciones intelectuales al mundo entero.
Si mi postura, es estar infectada por un feminismo radical, dejemos que al final, final, empiece de nuevo el evangelio en toda la Iglesia”.
“Me llamó la BBC, lo que indica la importancia de la situación. Es un momento extraño de la historia pues de repente todo el mundo que quiere saber lo que sucede con las religiosas, y lo que van a hacer “de inmediato”. Ese inmediato tiene que ver con su respuesta ya que el Vaticano cuestiona su inteligencia y su fe. Indudablemente ningún periodista quiere perderse la historia.
Tras más de dos mil años de dar su trabajo a la Iglesia sirviendo a la pobreza, construyendo sus escuelas, sus orfanatos, sus hospitales, sus misiones, sus comedores, sus casas para indigentes, sus centros de catequesis, se les dice a las religiosas que el problema no es su trabajo sino que éste se ha visto infectado ¿por un feminismo radical? Una apreciación hecha por un grupo de varones cuyas posibilidades de saber lo que es un feminismo radical está cerca del cero.
¿Qué está sucediendo?¿ Especialmente ahora, que parece que se abre un gran cambio en la Iglesia de los autócratas y los soberanos, en la Iglesia de Jesús que anduvo en medio de la gente amándola? Lo primero que está pasando es lo que ha sucedido hace más de 1500 años: monjas por todas partes trabajando para la gente, escuchando sus historias, tratando de satisfacer sus necesidades haciéndose presente en sus vidas, tratando simplemente de ser la cara misericordiosa de la Iglesia, en el medio de la confusión. No dogmatizan, ni juzgan, sólo quieren ser la presencia del amor incondicional de Dios.
En otro nivel, está funcionado un misterioso trabajo que se conoce como la “evaluación” de la vida de las religiosas y de su LCWR en los Estados Unidos y que empezó antes que este papado, a quién le puede costar remar contra corriente. Le puede resultar difícil parar el proceso por razones políticas y por miedo a que viejas heridas vuelvan a emerger sin anuncio ni advertencia. Hay que esperar a que los esfuerzos sean beneficiosos y sin condenas, fortalecidos por un mayor entendimiento cuyo primer signo sería “Estas son mis queridas hijas en las que me complazco”, una afirmación que las religiosas no han escuchado desde el Concilio Vaticano II.
El reciente anuncio tiene algunas dimensiones preocupantes. No habla de “completar la evaluación” ni de “continuar el diálogo” sino que dice que el papa ha revisado y aprobado el actual plan de reforma, un plan que convierte a las religiosas en momias y que deja su organización compuesta por 57.000 monjas, dirigida por tres varones. Caso cerrado, criminalidad espiritual confirmada, miembros sin voto, cuerpo una mera extensión de Roma, creatividad anulada, persianas cerradas, nuevas ideas monitorizadas, voces para los pobres calladas y dependiendo de las agendas de tres varones. ¿Para qué sirve estar en la frontera si la Iglesia no está interesada en conocer las necesidades de la gente? Si algo han sido las religiosas en las décadas del pos concilio es un puente entre la calle y la sacristía.
¿La razón para ese control de la LCWR? Que su trabajo se ha visto infectado por el feminismo radical. Si trabajar para elevar el rol y status de las mujeres en el mundo es infección, no cabe duda que somos culpables. Las monjas hemos sido las primeras que hemos abierto escuelas para educar a las niñas católicas y no lo hacemos porque estamos infectadas por un feminismo radical, sino porque está en el centro del evangelio. Seguimos el modelo de Jesús que anduvo con mujeres, salvó a la acusada de adulterio, curó a la canaanita y resucitó a una niña. Le devolvió la vida cuando ser mujer no tenía ningún valor en la sociedad y todavía no lo tiene en muchos países ¿Qué mejor manera de demostrar el valor de una mujer que resucitarla a pesar del desprecio por su vida? Y cuando este tipo de trabajo resulta inaceptable en la Iglesia ¿por qué seguir haciéndolo?
El periodista de la BBC me preguntó si albergaba alguna esperanza y contesté que sí. ¿Y en qué te basas? Siguió diciendo. Porque ahora la Iglesia ha encontrado su modelo, un hombre entregado a los pobres. Y eso ¿qué tiene que ver con esta situación? Todo, porque ¿Quiénes son los pobres? Es imposible estar entregado a los hombres e ignorar que los dos tercios de los hambrientos son mujeres, a las que solo les llegan los restos después que sus maridos e hijos han comido; dos tercios de los analfabetos son mujeres esclavizadas, por su falta de educación, como ganado para los varones; dos tercios de los más pobres son mujeres según las estadísticas de la ONU.
Todas ellas son ignoradas, rechazadas y olvidadas incluso dentro del lenguaje y la teología de la Iglesia. No importa la vida; no importa el bautismo. Pero es imposible estar realmente entregado a los pobres si no se intenta cambiar el rol y el status de la mujer en el mundo. El Shriver Report, que saldrá en enero del 2014, demuestra con gran claridad que invertir en las mujeres es potenciar a sus maridos e hijos, sus familias y naciones, su nivel económico y social, sus instituciones y sus contribuciones intelectuales al mundo entero.
Si mi postura, es estar infectada por un feminismo radical, dejemos que al final, final, empiece de nuevo el evangelio en toda la Iglesia”.