Tradición y principios
Estuve discutiendo el otro día con una amiga, que se preguntaba cómo hacen las religiones basadas en la tradición, para evolucionar e introducir los principios en su moral. Ella pensaba en algunas sectas protestantes y en los haredim judíos pero me parece que dentro de nuestro catolicismo, también se abren interrogantes.
Voy a plantear dos problemas. En el siglo XXI la humanidad, al menos a nivel de principios, defiende la igualdad de todos los seres humanos. La tradición cristiana, hasta hace muy poco, consideró que la esclavitud no estaba reñida con la ley de Dios, una afirmación que se daba de bruces con el principio de igualdad que se había impuesto en la sociedad moderna. Lo mismo se puede decir de las mujeres, que han conseguido anular los tabús que las impedían ejercer funciones públicas y de gobierno, salvo en algunos colectivos, como el eclesial. Esclavos y mujeres no tenían sitio en la tradición pero a los primeros se les ha integrado plenamente, mientras que no se ha hecho con las mujeres.
Más complicada de resolver es la conjunción de la libertad de conciencia, que hemos ido descubriendo paulatinamente, con la necesidad de aceptar el magisterio eclesiástico. En estos momentos, hay obispos que consideran convenientes los métodos anticonceptivos, suprimir el celibato obligatorio o conceder el orden para las mujeres más otros temas que puedan ser discutidos. Algunos, que lo han expresado en público, fueron llamados a Roma para que se desdijeran de sus palabras pero si el último referente de la ética es la conciencia ¿qué debían hacer?
Conozco un caso, que matizó sus declaraciones pero luego comentó a sus amigos que no había sido fiel a su conciencia, ni a sus feligreses pero que lo había hecho por no cometer un mal mayor… para la Iglesia. La verdad es que estoy llena de dudas porque el problema nos atañe a todos los cristianos, aunque el comportamiento de algunos pueda ser más escandaloso por ser personas públicas con repercusión en los medios. ¿Ayudaría a la evolución de la institución que algunas voces siguieran a sus conciencias? ¿Hay que acallarlas?
Voy a plantear dos problemas. En el siglo XXI la humanidad, al menos a nivel de principios, defiende la igualdad de todos los seres humanos. La tradición cristiana, hasta hace muy poco, consideró que la esclavitud no estaba reñida con la ley de Dios, una afirmación que se daba de bruces con el principio de igualdad que se había impuesto en la sociedad moderna. Lo mismo se puede decir de las mujeres, que han conseguido anular los tabús que las impedían ejercer funciones públicas y de gobierno, salvo en algunos colectivos, como el eclesial. Esclavos y mujeres no tenían sitio en la tradición pero a los primeros se les ha integrado plenamente, mientras que no se ha hecho con las mujeres.
Más complicada de resolver es la conjunción de la libertad de conciencia, que hemos ido descubriendo paulatinamente, con la necesidad de aceptar el magisterio eclesiástico. En estos momentos, hay obispos que consideran convenientes los métodos anticonceptivos, suprimir el celibato obligatorio o conceder el orden para las mujeres más otros temas que puedan ser discutidos. Algunos, que lo han expresado en público, fueron llamados a Roma para que se desdijeran de sus palabras pero si el último referente de la ética es la conciencia ¿qué debían hacer?
Conozco un caso, que matizó sus declaraciones pero luego comentó a sus amigos que no había sido fiel a su conciencia, ni a sus feligreses pero que lo había hecho por no cometer un mal mayor… para la Iglesia. La verdad es que estoy llena de dudas porque el problema nos atañe a todos los cristianos, aunque el comportamiento de algunos pueda ser más escandaloso por ser personas públicas con repercusión en los medios. ¿Ayudaría a la evolución de la institución que algunas voces siguieran a sus conciencias? ¿Hay que acallarlas?