La calima
Desde mi ventana veo las pizarras que cubren el tejado de la casa de enfrente coloreadas de rosa por el efecto de la arena del desierto que nos visita. El cielo cubierto de un gris ceniza nos advierte y augura, que la vida no viene vestida de rosa y que tenemos que atravesar muchos desiertos hasta llegar a la meta. Sólo me gustan los desiertos que veo en las películas, no me tientan las vidas de los Padres del Desierto que imitaron al Bautista buscando a Dios y admiro a Charles Foucauld o a los monjes mártires de Argelia, …pero a distancia.
En el desierto no hay vida en abundancia sólo aparecen, aquí y allá, algunas hierbas inmunes a la sequía o en los oasis donde hay agua, palmeras y animales. No sé si la calima está afectando a Ucrania, pero no hace falta ya que las imágenes que nos llegan son las de una civilización arrasada que se ha cubierto por el polvo de la guerra, también tintado de rosa por la sangre. Edificios destruidos, calles desiertas, personas huyendo hasta encontrar oasis o brazos acogedores
No me gustan los desiertos por los que ha tenido que atravesar mi vida, no los recuerdo con cariño, es más, trato de olvidarlos ¿Saqué lecciones que me sirvieron en mi camino? me pregunto algunas veces. Es posible, pero me costaron muy caro y no se lo deseo a nadie
Veo con horror a los ucranianos huyendo del desierto, con sus escasas pertenencias, mujeres acompañadas de niños o ancianos porque los varones se tienen que quedar en el suelo patrio para defenderlo. Veo con miedo a los mafiosos que se van a aprovechar de estas circunstancias para endilgar a mujeres y niños con falsas promesas que acaban en la trata de sus cuerpos. Veo con pena a los que llegan a nuestro país sin saber la lengua ni las costumbres, teniendo que empezar la vida de nuevo. Poso una mirada esperanzada en todos los voluntarios que están poniendo su grano de arena para ayudar
No esperaba a mis años tener miedo a una tercera Guerra Mundial que se vaya a desarrollar en Europa porque las contiendas más lejanas, como soy egoísta, aunque las siento, no me preocupan tanto. Ya dice una frase famosa “ojos que no ven, corazón que no siente” y las calamidades por las que están pasando los habitantes del Yemen u otros países, no las veo. La calima sobre tejados y ciudades españolas se irá pronto, pero pidamos a Dios que meta cordura en el corazón de los responsables de este desaguisado en Ucrania, para que la guerra dure poco y los ucranianos, el día de mañana, puedan recordar estos días de guerra, como un desierto por el que tuvieron que atravesar y del que salieron con vida, aunque con heridas muy dolorosas