En medio de las protestas raciales en los Estados Unidos ha pasado casi desapercibida una enmienda del Tribunal Supremo del 15 de junio que se celebró en Washington. La corte determinó por seis a tres que las personas incluidas dentro del grupo LGBT no podían ser discriminadas en sus trabajos. Se basaban en el artículo VII de la ley de 1964 que hacía referencia a los derechos civiles de las mujeres y que ahora se hacían extensibles a los gays y transgénero: “ya que el status de los individuos homosexuales o transgénero no es relevante en sus trabajos”.

El tribunal era consciente de que la ley originaria no tenía en mente a estos colectivos ya que estaba escrita para defender que las mujeres embarazadas no perdieran su empleo o fueran acosadas dentro de sus trabajos pero por extensión, se le podía aplicar a otras personas. La sentencia citó muchos ejemplos para fundamentarla

Los jueces disidentes manifestaron que no había que ampliar las leyes escritas para reflejar las costumbres del momento. Tenían en mente las dificultades que iban a plantear distintas religiones y se cuidaron de hacer excepciones en el trabajo de sus asociaciones o ministros. Consideraban también la prohibición que tenían las leyes federales para imponerse sobre las personas de determinado credo siempre que no fueran necesarias al bien común.

Reconozco que me sorprendió la ley pues consideré que llevaba tiempo aplicándose y no era necesaria, una consideración que debieron compartir muchos miembros del Congreso pues no levantaron sus voces en contra. Ignoro si por convicción o por la fuerza del lobby gay

Me resulta sorprendente la reacción de la conferencia episcopal americana que mediante la voz de su presidente Monseñor José Gómez dijo: “Deshaciendo la hermosa diferencia y complementariedad entre la relación del hombre y la mujer, ignoramos la gloria de la creación de Dios y dañamos a la familia humana, el primer cimiento de nuestra sociedad”. Sigo a Michael Sean Winters cuando dice que no encuentra en la sentencia que la corte elimine las diferencias entre el hombre y la mujer, solo apunta a que esas diferencias no deben ser utilizadas para discriminar en el trabajo. No encuentra nada en la enseñanza de la Iglesia que contradiga esta decisión

En USA las diferencias raciales son enormes, pero se van dando pasitos tímidos para corregirlas y hay que alabarlos. Hay muchos católicos, en diferentes países occidentales, que ven negativa la homosexualidad o el matrimonio gay pero la mayoría lo acepta y se muestra contraria a lo que algunos sacerdotes predican en el púlpito. Viven en una sociedad que hace tiempo ha aceptado una situación que antiguamente se consideraba aberrante ¿Se han dejado influenciar por el mundo o por la justicia? Cada uno dará su respuesta.