La religión de las "Damas de Hierro"
La política europea ha contado en las últimas décadas con dos mujeres poderosas que han tirado de todos los hilos del continente. A Margaret Thatcher, que fue la primera, se la apodó la dama de hierro y a su sucesora en el poder, Angela Merkel, por comparación con su antecesora se le dedica el mismo epíteto. Mi interés para este post es su religión.
La canciller alemana, nacida Kasner, era hija de un pastor luterano de ascendencia polaca (se cambiaron el nombre sus antepasados) que ejerció en la Alemania del Este antes de la unificación. Los primeros amores de Angela fueron por la física cuántica y, de hecho, se casó con un compañero de estudios físicos el sr Merkel que le dio el nombre y repitió con un profesor de la misma materia, cuando se divorció. Como ya era una mujer conocida en la política no se cambió de nuevo el nombre. Hay que reconocer que las mujeres españolas tenemos una ventaja sobre otras muchas del mundo occidental, porque no cambiamos nuestra identidad al casarnos, lo que sorprende mucho por esos mundos de Dios.
Esta mujer, que nunca tuvo hijos, ha estado acostumbrada a una vida sobria de la que no la ha apeado su éxito profesional. Ha militado siempre en la democracia cristiana de la que comparte su ideario, se ha mostrado próxima a los judíos, con frecuentes viajes a Israel, y le preocupa la escasa integración de los musulmanes en Alemania. Tiene interés en que se estudien las diferentes religiones en las escuelas públicas.
Los orígenes de ambas mujeres fueron semejantes. En el caso de Margaret Thatcher fueron una estricta educación metodista de un padre que, junto a ser el alcalde de Grantham, predicaba como laico en el templo. Los domingos, ella y su hermana, tenían clase de religión y asistían a dos oficios religiosos en la ciudad. Para comprenderla hay que bucear en el metodismo, un credo que nació en respuesta a la tibieza del anglicanismo. Su fundador, John Wesley, era partidario de ganar dinero, ahorrar y repartir entre los necesitados, la mayor suma posible. Los actos del Buen Samaritano o de la mujer que unge los pies de Cristo con perfume, que relata el NT, solo son posibles porque los que los hicieron, tenían los medios económicos.
Esa herencia religiosa la acompañó toda su vida, aunque en la medida que fue ascendiendo, abandonó la iglesia metodista para acercarse a la anglicana. Dio los motivos del cambio: una maravillosa música en los servicios del metodismo pero falta de rigor litúrgico y pobreza de pensamiento teológico. Pero la verdad es que el pensamiento de los metodistas se coloca más a la izquierda de lo que ella lideró. Con todo, tengo la impresión de que la tradición política cristiana de declaraciones abiertamente religiosas de cualquier signo, murió con ella.
Hoy sería impensable que uno de sus sucesores, como Major y Cameron que se confiesan anglicanos, acudiera a la asamblea anual de la iglesia presbiteriana escocesa (1988) para hacer una conferencia sobre el Sermón de la Montaña. Y más impensable todavía que hablara, como hizo Margaret, de la salvación individual frente a las reformas sociales y de la legitimidad de hacer dinero, si se combina con el altruismo.
Si hacemos referencia a otros políticos ingleses nos encontramos con que el padre del laborista Gordon Brown, era pastor como el de Angela Merkel, y su hijo sigue su ética pero no confiesa su fe mientras que, Tony Blair, hombre de creencias firmes, fue aconsejado que no hablara de Dios en público porque no le convenía a sus intereses políticos.
Lo más curioso es que fueron las fuertes convicciones religiosas de la primer ministra británica, las que le hicieron chocar con el arzobispo de Canterbury, que en su tiempo era Robert Runcie que se posicionaba mucho más a la izquierda. Margaret Thatcher prefería al rabino Immanuel Jokobovits pues compartían la idea de que las mejoras no llegaban por la vía de los subsidios, sino por el trabajo personal de los individuos. Interesante mujer criticada por unos y alabada por otros… pero que nunca se avergonzó de sus convicciones religiosas.
La canciller alemana, nacida Kasner, era hija de un pastor luterano de ascendencia polaca (se cambiaron el nombre sus antepasados) que ejerció en la Alemania del Este antes de la unificación. Los primeros amores de Angela fueron por la física cuántica y, de hecho, se casó con un compañero de estudios físicos el sr Merkel que le dio el nombre y repitió con un profesor de la misma materia, cuando se divorció. Como ya era una mujer conocida en la política no se cambió de nuevo el nombre. Hay que reconocer que las mujeres españolas tenemos una ventaja sobre otras muchas del mundo occidental, porque no cambiamos nuestra identidad al casarnos, lo que sorprende mucho por esos mundos de Dios.
Esta mujer, que nunca tuvo hijos, ha estado acostumbrada a una vida sobria de la que no la ha apeado su éxito profesional. Ha militado siempre en la democracia cristiana de la que comparte su ideario, se ha mostrado próxima a los judíos, con frecuentes viajes a Israel, y le preocupa la escasa integración de los musulmanes en Alemania. Tiene interés en que se estudien las diferentes religiones en las escuelas públicas.
Los orígenes de ambas mujeres fueron semejantes. En el caso de Margaret Thatcher fueron una estricta educación metodista de un padre que, junto a ser el alcalde de Grantham, predicaba como laico en el templo. Los domingos, ella y su hermana, tenían clase de religión y asistían a dos oficios religiosos en la ciudad. Para comprenderla hay que bucear en el metodismo, un credo que nació en respuesta a la tibieza del anglicanismo. Su fundador, John Wesley, era partidario de ganar dinero, ahorrar y repartir entre los necesitados, la mayor suma posible. Los actos del Buen Samaritano o de la mujer que unge los pies de Cristo con perfume, que relata el NT, solo son posibles porque los que los hicieron, tenían los medios económicos.
Esa herencia religiosa la acompañó toda su vida, aunque en la medida que fue ascendiendo, abandonó la iglesia metodista para acercarse a la anglicana. Dio los motivos del cambio: una maravillosa música en los servicios del metodismo pero falta de rigor litúrgico y pobreza de pensamiento teológico. Pero la verdad es que el pensamiento de los metodistas se coloca más a la izquierda de lo que ella lideró. Con todo, tengo la impresión de que la tradición política cristiana de declaraciones abiertamente religiosas de cualquier signo, murió con ella.
Hoy sería impensable que uno de sus sucesores, como Major y Cameron que se confiesan anglicanos, acudiera a la asamblea anual de la iglesia presbiteriana escocesa (1988) para hacer una conferencia sobre el Sermón de la Montaña. Y más impensable todavía que hablara, como hizo Margaret, de la salvación individual frente a las reformas sociales y de la legitimidad de hacer dinero, si se combina con el altruismo.
Si hacemos referencia a otros políticos ingleses nos encontramos con que el padre del laborista Gordon Brown, era pastor como el de Angela Merkel, y su hijo sigue su ética pero no confiesa su fe mientras que, Tony Blair, hombre de creencias firmes, fue aconsejado que no hablara de Dios en público porque no le convenía a sus intereses políticos.
Lo más curioso es que fueron las fuertes convicciones religiosas de la primer ministra británica, las que le hicieron chocar con el arzobispo de Canterbury, que en su tiempo era Robert Runcie que se posicionaba mucho más a la izquierda. Margaret Thatcher prefería al rabino Immanuel Jokobovits pues compartían la idea de que las mejoras no llegaban por la vía de los subsidios, sino por el trabajo personal de los individuos. Interesante mujer criticada por unos y alabada por otros… pero que nunca se avergonzó de sus convicciones religiosas.