Estimadas y estimados. Empezamos alegres el Año Jubilar el pasado 29 de diciembre con la solemne celebración que tuvo lugar en la Catedral. Pero, ¿qué es un Año Santo o Jubilar? ¿Qué hacemos exactamente? A estas preguntas dedicaremos, a lo largo del curso, algunas Cartas Dominicales. Así, iremos desgranando aquellas cuestiones o interrogantes más importantes que hacen referencia a este acontecimiento eclesial.
El origen de los Años Jubilares proviene del antiguo pueblo de Israel. Cada cincuenta años celebraba el llamado «año de gracia del Señor» (cf. Is 61,2). Era un año especialmente dedicado al perdón de las ofensas, teniendo que restituir la igualdad a todos los hijos de Israel, ofreciendo nuevas posibilidades a las familias que habían perdido sus propiedades e, incluso, la libertad personal (cf. Lv 25,10). A los ricos, en cambio, el Año Jubilar les recordaba que llegaría el tiempo en el cual los esclavos israelitas, llegados a ser nuevamente iguales a ellos, podrían reivindicar sus derechos.
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Como afirmaba san Juan Pablo II, «la justicia, según la ley de Israel, consistía principalmente en la protección de los débiles» (Tertio millennio adveniente, 13). Hay que indicar que ese año de gracia del pueblo de Israel tenía que resonar idealmente en todas partes (cf. Lv 25,9) y era anunciado por medio del sonido de un cuerno de carnero, en hebreoyobel.
El sonido del cuernorecordaba a todo el pueblo —a quien era rico y a quien se había empobrecido— que ninguna persona viene al mundo para ser oprimida; somos hermanos y hermanas, hijos del mismo Padre, nacidos para ser libres según la voluntad del Señor (cf. Lv 25,17-55). Más tarde, cuando san Jerónimo, entre los años 391 y 406, tradujo la Biblia del hebreo al latín, la palabra «yobel» se tradujo por «iubilaeus», jubileo, incorporando el cariz de alegría, de gozo, al primitivo significado de la palabra.
La Iglesia Católica inició la tradición de los Años Santos o Jubilares con el papa Bonifacio VIII, en 1300. Previó la realización de un Jubileo cada siglo. Pero a partir del año 1475, para permitir que al menos cada generación pudiera vivir un Año Santo, el jubileo ordinario se empezó a espaciar a un ritmo de cada 25 años. Un jubileo extraordinario, en cambio, se proclama con ocasión de un acontecimiento de particular importancia.
Los Años Santos ordinarios celebrados hasta hoy han sido 26. El último fue el Jubileo del año 2000. Por otro lado, en el siglo XVI, se incorporó también la costumbre de proclamar Años Santos extraordinarios. En los últimos cien años ha habido tres: el de 1933, proclamado por el papa Pío XI con motivo del XIX centenario de la Redención; el de 1983, proclamado por san Juan Pablo II con motivo de los 1950 años de la Redención; y el de 2016, de la Misericordia, proclamado por el Papa Francisco con motivo del quincuagésimo aniversario del Concilio Vaticano II. Por otro lado, no confundamos los años jubilares con los años meramente temáticos, como el mismo «Año de la fe» que celebramos el curso 2012-2013, promovido por el papa Benedicto XVI.
Iremos desgranando toda esta temática en próximas semanas.
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