El padre Bonaventura Ubach, traductor de la Biblia al catalán, pasó 30 años en el Oriente Bíblico El Lawrence de Montserrat
"Cuando veo la situación de violencia que vive la ciudad de Alepo, recuerdo el viaje, ahora hace 100 años, que hizo a esta ciudad y a otras de esta región, el P. Bonaventura Ubach, monje de Montserrat"
"Pasó por Alepo, el 1922 y 1923, y encontró una ciudad donde había una buena convivencia entre las diferentes culturas y religiones que convivían. En 1924, inició su proyecto más importante: la traducción de la Biblia al catalán"
"En tiempos de paz, las aventuras del P. Ubach fueron tan extraordinarias y tan increíbles, que el escritor Martí Gironell noveló los viajes del llamado 'Lawrence de Montserrat', en la su novela, L’Arqueòleg"
"Ojalá que, recordando el centenario del viaje del P. Ubach al Oriente Bíblico, se abra un camino de paz y de dialogo para esta ciudad y para toda esta zona. Un camino de convivencia y de respeto entre culturas, lenguas y religiones"
"En tiempos de paz, las aventuras del P. Ubach fueron tan extraordinarias y tan increíbles, que el escritor Martí Gironell noveló los viajes del llamado 'Lawrence de Montserrat', en la su novela, L’Arqueòleg"
"Ojalá que, recordando el centenario del viaje del P. Ubach al Oriente Bíblico, se abra un camino de paz y de dialogo para esta ciudad y para toda esta zona. Un camino de convivencia y de respeto entre culturas, lenguas y religiones"
Cuando veo en los medios de comunicación la situación de violencia que vive la ciudad de Alepo, en guerra continúa desde hace años, recuerdo el viaje, ahora hace 100 años, que hizo a esta ciudad y a otras de esta región, el P. Bonaventura Ubach, monje de Montserrat. Fue el 30 de junio de 1922, hoy hace cien años, cuando el P. Bonaventura Ubach, que entonces contaba con 43 años, salía de Roma “a las 9 de la noche hacia Bríndisi y el Oriente bíblico, confortado con la bendición del papa Pío XI”, como escribía él mismo en su “Dietario d un viaje a las regiones de Irak 1922-1923”.
Alepo, una de las ciudades más antiguas del Oriente Próximo, formó parte del imperio seléucida y del reino armenio. Después quedó en manos de Roma, de Bizancio, de los persas y de los árabes, hasta que en el siglo XIII fue ocupada por los mongoles.
Cuando el P. Bonaventura Ubach, llamado el “Lawrence de Montserrat”, pasó por Alepo, el 1922 y 1923, encontró una ciudad donde había una buena convivencia entre las diferentes culturas y religiones que convivían, sin ningún tipo de enfrentamientos ni de violencia. Desgraciadamente ahora, Alepo, la ciudad más poblada de Siria, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco el año 1996 y capital de la Cultura Islámica el 2006, vive una guerra sangrienta que parece que no tenga final.
El P. Manuel Nin, monje de Montserrat, exarca de Atenas (y Rector del Colegio Griego de Roma durante unos años), escribía hace tiempo el artículo, “El martirio de la indiferencia”, donde nos recordaba del drama que viven los cristianos de Irak: “Mosul, ciudad custodia y podríamos decir apóstol de la Palabra de Dios, es hoy custodia de la sangre de los mártires. Quemadas sus casas, quemadas las bibliotecas, quemada y destruida una tradición cristiana de casi dos milenios. Zonas cristianas pobladas por monjes y monjas, por cristianos de tantas confesiones eclesiales católicas y ortodoxas. Hermanos nuestros que últimamente no solo sufren persecución a causa del nombre de Cristo, sino que en estos mismos lugares que son suyos desde hace dos mil años, han dejado de existir”.
El P. Manel Ninse hacía eco en su artículo de les declaraciones del patriarca siro católico, José III Younan, que denunciaba el genocidio que padecen los cristianos: “No existe ninguna razón para atacar a cristianos inocentes y a otras minorías de Mosul. No hay ningún argumento para destruir lugares de culto, iglesias, sedes episcopales, parroquias, en nombre de una llamada organización terrorista que no escucha la razón ni atiende a la conciencia”. El patriarca José denunciaba el incendio del arzobispado de Mosul, “con los manuscritos y la biblioteca. Y han amenazado que, si no se convierten al Islam, todos los cristianos serán asesinados”.
En tiempos de paz, sin la violencia que vive ahora esta región, las aventuras del P. Ubach fueron tan extraordinarias y tan increíbles, que el escritor Martí Gironell noveló los viajes del llamado “Lawrence de Montserrat”, en la su novela, L’Arqueòleg.
La vida del P. Bonaventura Ubach, monje de Montserrat, fallecido el 1960, es la historia de un sabio (exegeta, arqueólogo, erudito y aventurero), que apasionado por el Oriente bíblico, recorrió la tierra que, muchos siglos antes, había sido el origen de los textos bíblicos.
Nacido en Barcelona el 1879, el joven Ubach entró en Montserrat el 1894. Fue ordenado presbítero el 1902 y el 1906 viajaba por primera vez a Jerusalén para estudiar en la École Biblique, donde fue alumno del P. Lagrange. Conocedor del árabe, el siríaco y el hebreo, fue profesor de lenguas semíticas en el Pontificio Instituto de San Anselmo de Roma, de los años 1913 a 1922.
Pero aquello que más marcó al P. Ubach, fueron los 30 años que pasó en el Oriente Bíblico, y de una manera especial el viaje que hizo por Mesopotamia. Sus impresiones de esta experiencia, las recogió el P. Ubach en el “Dietario de un viaje por las regiones del Iraq”. El texto fue publicado el 2010, ahora hace doce años, a cargo del P. Damià Roure, monje de Montserrat, con motivo del 50 aniversario de la muerte del P. Ubach.
Durante el tiempo que estuvo en el Oriente bíblico, el P. Ubach iba persiguiendo registros arqueológicos y etnológicos, para así poder entender mejor la Sagrada Escritura. De Jerusalén al Sinaí y del Líbano a Mesopotamia, el P. Ubach dedicó muchos años a conocer los escenarios donde se originó la Biblia.
El momento culminante de la vida del P. Ubach, fue el viaje que hizo del 30 de junio de 1922 (hoy hace cien años) al 15 de octubre de 1923 a Iraq: “No hace falta decir como estoy de emocionado y dispuesto a afrontar con valentía las posibles dificultades en la realización de mis planes”, escribía el P. Bonaventura Ubach al inicio de su “Dietario”.
El P. Ubach salió del puerto italiano de Bríndisi el 2 de julio de 1922 en el vapor “Viena”, y dos días después llegaba a Alejandría, donde comenzó la ruta hacia el Cairo, Jerusalén, Haifa y Beirut, estableciendo en Bagdad su campamento base. Desde Alejandría, el P. Ubach escribía: “Estoy feliz de encontrarme en mi elemento: lengua, tipo, folklore, en la tierra y bajo el sol espléndido de Oriente, respirando por todos sitios una dulce poesía, desconocida en cualquier región de Occidente”.
En su interés por conocer los escenarios de las primeras civilizaciones de la humanidad y describir los lugares, las costumbres y los rituales religiosos de los primeros capítulos del Génesis, el P. Bonaventura visitó las riberas del Tigris y del Eufrates, dos de los ríos que están en el origen de la cultura antigua y también Akerfur, Babilonia, las excavaciones de Ur (patria de Abrahán), la tumba del profeta Ezequiel y Nínive. El P. Ubach describía así aquel viaje: “Delante del cuadro deslumbrante que me ofrecía aquí el Eufrates, me he dedicado un largo tiempo a su contemplación y a evocar las escenas de la antiquísima historia”. No hace falta decir que aquel viaje en camello y en coches de la época, ayudaron al P. Ubach a conocer más el ambiente y las condiciones de la tierra que originó la narración de la Biblia.
En 1924, el P. Bonaventura Ubach inició su proyecto más importante: la traducción de la Biblia al catalán. Así, y mayormente desde Tierra Santa, fue publicando la versión del Génesis (1926), el Éxodo y el Levítico (1927), los Números y el Deuteronomio (1928), el libro de los Salmos (1932) y el I y II libro de Samuel (1952).
El P. Bonaventura Ubach, calificado como el “Lawrence de Montserrat”, recorrió, a lo largo de los 30 años que estuvo en el Oriente Medio, Palestina, Asia Menor, Grecia y Egipto, escenarios bíblicos del Éxodo, de los Profetas y de los Reyes, de la vida de Jesús y de los viajes de San Pablo.
Desgraciadamente Alepo ya no es aquella ciudad de diálogo entre culturas y religiones que conoció el P. Ubach. En medio del infierno que vive ahora esta ciudad, y ante la indiferencia de Occidente, los cristianos son tratados sin piedad.
Como denunciaba el patriarca José, “las poblaciones son expoliadas, dejadas en medio del desierto, el físico, árido y sin agua, como un eco del salmo, y el espiritual, creado a su entorno por el silencio, por la indiferencia de tantos y tantos, incluidos los cristianos, que callan, que no pueden ,no se atreven o no quieren hacer oír su voz. De nuevo la fe cristiana está puesta a prueba. ¡Es una vergüenza! Pedimos a la comunidad internacional que sea fiel a los principios de los derechos humanos, de la libertad religiosa, de la libertad de conciencia. Los cristianos no hemos sido importados, estamos aquí desde hace milenios y por tanto tenemos el derecho a ser tratados como seres humanos y ciudadanos de estos países”.
En septiembre de 2021, la Iglesia de Siria pedía ayuda “porque no hay futuro” en este país. Por eso el vicario patriarcal caldeo de Al Giazira, Nidal Abdel Massih Thomas, al norte del Eufrates, afirmaba que “siete de cada diez cristianos emigran”. Y el cardenal Mario Zenari, decía: “Siria ha sido olvidada, pero el sufrimiento no se detiene y nadie escucha su grito. Se necesitan como mínimo, 400000 millones de dólares para iniciar la reconstrucción, poner en marcha la economía y devolver la esperanza a la población. Es la catástrofe humanitaria más grande desde la II Guerra Mundial” (Religión Digital, 30 de diciembre de 2021).
Ojalá que, recordando el centenario del viaje del P. Ubach al Oriente Bíblico, se abra un camino de paz y de dialogo para esta ciudad y para toda esta zona. Un camino de convivencia y de respeto entre culturas, lenguas y religiones.
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