Los que de verdad se preocupan por los pobres.
A ningún necesitado se le ocurre acudir a una Casa del Pueblo Socialista o a una sede del Partido Popular porque tienen cierto que allí no recibirían el mínimo socorro. Ni en los locales de UGT o CC.OO. Aun estamos esperando que los diputados, por ejemplo, hagan entrega del 10% de sus magníficos sueldo para atender a los pobres como lo han hecho ya los sacerdotes de varias diócesis españolas con los suyos que no llegan a mileuristas.
Hoy Cáritas está desbordada, los comedores que beneméritas religiosas o alguna parroquia sostenían para indigentes ya no dan abasto para atender a los cada día más numerosos extranjeros y españoles que en el paro y agotadas las prestaciones sociales ya no pueden ni comer. Los antaño indigentes habituales de vidas rotas por el alcohol, la droga o las limitaciones psíquicas son ya una minoría al lado de esos nuevos pobres de pelo limpio, mirada entristecida, lágrimas en los ojos y gratitud en la palabra y en el gesto.
Superadas todas las posibilidades se ha producido también el fenómeno de la afluencia de voluntarios que acuden a ayudar, con su trabajo o su dinero, a quienes ya no podían atender tanta necesidad. Y todos siguen recibiendo su comida caliente, la ropa que ya no pueden comprar, el juguete para el niño y, sobre todo, la sonrisa amable, la escucha atenta, la comprensión y el ánimo.
Eso es lo que está haciendo la Iglesia. La tan criticada Iglesia. Acabo de leer un artículo que es sólo una muestra más de los miles que se podrían escribir. Este habla de unos jóvenes barceloneses que se ocupan de los que podríamos llamar los pobres crónicos. Los más miserables. Aquellos cuyo túnel no tiene ya boca de salida. Me parece hermoso y os lo traigo. Para que veais algo, una mínima parte, de lo que se está haciendo por amor a Cristo y a los hermanos. Sin dar tres cuartos al pregonero, sin nuevas teologías. Con amor y por amor.
Veo por él que esos jóvenes proceden del celo apostólico de un jesuita que llevo muy en el corazón. El P. Alba. Han interrumpido algo a lo que él daba muchísima importancia. Son miles y miles los escapularios que impuso. Pues estos jóvenes han dejado de imponérselos a los más pobres de Barcelona. Reparten bocadillos, café, mantas... pero ya no escapularios. ¿Es una traición a mi venerado P. Alba? No. Es que ya todos los pobres de Barcelona, los más pobres, los más miserables, los que no tienen nada, llevan a la Virgen en su pecho. Me parece muy hermoso.
Leed el artículo. Seguro que a muchos os gustará.
http://www.albadigital.es/2009/05/28/historias/la-historia-vida/de-misiones-por-la-gran-ciudad/