Enseñar con autoridad

Siendo ya mayor –no me gusta la palabra “viejo"- es una suerte reunirse con grupos de bautizadas, mujeres y hombres que contemplan la realidad social y eclesial con ojos abiertos, tratando de crecer en la fe. Son muy conscientes del eclipse de Dios en nuestra sociedad, de la indiferencia religiosa sobre todo en las nuevas generaciones y de que la Iglesia oficial está perdiendo influencia en las distintas áreas de la sociedad. Bastantes de estas personas han nacido y vivido por algún tiempo en el nacionalcatolicismo, y se dan cuenta de que la presencia pública privilegiada que la Iglesia tenía en ese tiempo, era una presencia de poder político.

Independientemente de que el Vaticano II denunció como nefasta esa “situación de cristiandad”, la mayoría de esas personas, que frecuentemente desconocen la declaración conciliar, se dan cuenta de que la Iglesia debe abandonar esa presencia pública. Pero en seguida de plantean el interrogante: ¿tendremos que vivir la fe cristiana renunciando a una presencia pública en la sociedad?

El evangelio de este domingo da luz para responder a ese interrogante. Jesús entra en la sinagoga para la celebración del sábado. Allí se enfrenta con los dirigentes religiosos que dicen una cosa y hacen otra; están alienados por el ansia de poder, aparentar y dominar; por eso se resisten: “¿has venido a acabar con nosotros?” Están poseídos por el diablo que no es un ser que anda por ahí, con cuernos y rabo, para meterse en el cuerpo de cuatro desgraciados esperando a que lo echen con exorcismos rituales.

El “dia-bolo” es la fuerza maligna que todos llevamos dentro; nos pone a unos contra otros y tira por los suelos a las personas. Ese diablo contagia y pervierte también a la organización social y eclesial ¿No son obras y estrategias diabólicas la obsesión por ganar más, ocupar puestos de poder en la sociedad y en la religión, el derroche consumista, y el placer inmediato a costa de lo que sea y de quien sea? El evangelio vincula el poder que Jesús tiene para echar demonios a su gesto: “enseñaba con autoridad”. Es decir realizando su conducta según lo que predicaba.

También según el evangelio, Jesús eligió a los que quiso para que estuvieran con él y “para enviarlos a expulsar demonios”. Estamos viendo como el afán desmedido por el dinero , la incoherencia entre lo que se dice y lo que se hace, y la insensibilidad hacia el sufrimiento de los excluidos, a todos nos destruyen. A Combatir estos y otros “dia-bolos” somos enviados los cristianos. Pero Jesús combatía estos diablos “enseñando con autoridad”, siendo en su conducta coherente con lo que decía. Este evangelio nos orienta a cómo tiene que ser la nueva presencia pública de la comunidad cristiana o Iglesia en la sociedad española.
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