Gratitud ante la gratuidad (9.10.16)

Jesús se compadece de diez leprosos que piden curación; los manda que se presenten a los sacerdotes, y en el camino se curan. Nueve eran judíos y uno samaritano. Pero sólo éste “volvió a Jesús y se echó a sus pies dándole gracias”

1. En Palestina de aquel tiempo la lepra era una enfermedad bastante corriente, y en la tradición bíblica significaba una especial marca de maldición. Por eso los leprosos eran expulsados de las ciudades, no se permitía trato alguno con ellos y, si se curaban, debían presentarse a los sacerdotes para que certificaran la curación y les declarasen legalmente puros.

2. Primera observación. Jesús respira sentimientos de compasión y al mismo tiempo lamenta la falta de sentimientos humanos: “han sido curados diez, ¿los otros nueve dónde están?” En el “Cántico de las criaturas” uno escucha el corazón agradecido de Francisco que percibe la presencia de Dios amando y dando vida en el agua, el sol, la tierra y hasta en la misma muerte. El agradecimiento es la versión normal de la experiencia cristiana: en Dios- amor existimos y respiramos.

3. Segunda observación. En la parábola el curado que regresa para dar gracias es “un extranjero”, un samaritano. Es decir, uno que no es religioso, no practica el culto del templo ni observa los preceptos de la Ley. En cambio los religiosos judíos, que conocen bien las leyes de impureza de las que Jesús les ha librado, no entienden nada de gratitud. Una práctica religiosa que en vez de promover estos sentimientos humanos, los anula, no merece ninguna credibilidad.
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