Una Iglesia sanadora (4.2.17)

“Jesús fue a la casa de Pedro y Andrés. La suegra de Pedro estaba en cama con fiebre. Jesús le cogió la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles

No podemos negar que Jesús sanó a enfermos porque ello implicaría negar los evangelios. De Jesús se conservan más relatos de sanación que de cualquier otra figura de la tradición judía. Las sanaciones que Jesús realiza tienen poco que ver con las curaciones milagreras que hoy están de moda en algunos ámbitos. Según el relato evangélico las tentaciones, Jesús no está dispuesto a realizar prodigios deslumbrantes como tirarse desde lo alto el templo al abismo del torrente Cedrón para que los ángeles le sostengan en el aire y así todos, viendo el milagro, acepten su mensaje.

Leyendo los evangelios uno saca la impresión de que las curaciones que Jesús hace son efecto de la confianza que su presencia inspira: “tu fe te ha curado”. Y esas curaciones sanaban simultáneamente lo físico, lo psíquico y lo espiritual. Es bien significativa la curación de la suegra de Pedro que cuenta el evangelio de hoy para entender la hondura espiritual de estas curaciones. Aquella mujer estaba enferma, paralizada en la cama por la fiebre, preocupada únicamente de sí misma. “Jesús la cogió de la mano y la levantó”; la transmitió confianza y cedió la fiebre. Finalmente “se puso a servirles”. En otras palabras, las curaciones realizadas por Jesús liberan a las personas de la fiebre posesiva, las sacan de su postración y las animan para que sirvan con amor a los demás. Todo un ejemplo para la vida y misión de la comunidad cristiana en un mundo enfermo y desfigurado por muchas heridas de individualismo, injusticia y pobreza escandalosa.

Pero en el mismo evangelio se cuenta que Jesús se retiraba con frecuencia a orar en el descampado. Es decir no distinguiendo lugares sagrados y lugares profanos pues en cualquier lugar y situación podemos encontrarnos con Dios que a todos y a todo da vida y aliento. Está sugiriendo que si los cristianos hoy queremos seguir haciendo las sanaciones de Jesús, no es cuestión de gestos aparatosos y mágicos. Se trata más bien de avivar la fe o encuentro con Dios revelado en Jesucristo y transmitir esa confianza que ponga en pie a las personas para que sean ellas mismas y no sucumban bajo el peso del egoísmo que todos llevamos dentro. Esa fe o confianza en Alguien que es amor y, ocurra lo que ocurra siempre nos acompaña, es la medicina que verdaderamente cura heridas y da coraje para seguir adelante.
Volver arriba