Inmigrantes encerrados en la cárcel de Archidona
Pero resulta que una treintena de ONGs denuncian ante el Defensor del Pueblo que dicho encerramiento “no cumple los requisitos de nuestra legislación”; privar de libertad a estas personas va “contra la Ley de Extranjería y el reglamento sobre el funcionamiento de los CIE”. En declaraciones hechas por la Presidenta de “Málaga Acoge” –después de conseguir, a duras penas, permiso para entrar, y hablar con algunos de los inmigrantes allí encerrados-, denuncia que “no tienen acceso a sus pertenencias”, “pasan mucho frío”, les falta agua potable y “solo se les permite beber en el horario de las comidas” . Esta situación atenta contra la dignidad de sus personas. Resulta difícil creer que, según decía el Ministro, están en mejores condiciones que los del CIE; centros que, por otra parte, ya deberían haber dejado de existir.
Ni que decir tiene que me siento en sintonía profunda con estas asociaciones de solidaridad. Pero quiero hacer una reflexión ya desde el Evangelio. No siempre lo legal es lo justo. Dentro de un sistema donde, por mantener más poder y conseguir más dinero, se abusa de las personas postergándolas y maltratándolas irreverentemente, lo legalmente correcto puede ser inhumano y éticamente intolerable. Jesús de Nazaret no fue un anárquico que se opuso sin más a cualquier legislación; pero cuestionó de modo radical el valor de la ley: no es justa y debe ser abolida cuando, en vez de afirmar la dignidad de las personas, hunde más a los ya humillados.
Tan legal puede ser la determinación del Ministro encerrando en un edificio penitenciario a personas inocentes e indefensas, como la denuncia hecha por tantas asociaciones empeñadas en la solidaridad. Pero la diferencia es manifiesta: mientras el Ministro parece quedar satisfecho actuando con anuencia y aprobación de su Gobierno, las asociaciones de solidaridad, motivadas por la compasión, y dejándose alterar por el deterioro que sufren los desvalidos, piensan y actúan buscando satisfacer la dignidad y derechos de las personas. Traicionamos al Evangelio cuando lo reducimos a lo legalmente lícito.