" Preparad el camino al Señor" (10.12.17)

“El Señor” es uno de los títulos con que las primeras comunidades cristianas invocaban a Jesucristo vencedor de la muerte. Un título muy frecuentado en las oraciones litúrgicas refiriéndose a Dios. Pero hay que tener cuidado con esa titulación. Primero, porque “señor” puede sugerir que Dios es un potentado con su trono en las alturas, y nosotros sus esclavos nacidos para servirle; visión que nada tiene que ver con el evangelio de Dios-amor en quien existimos , nos movemos y actuamos. Segundo, porque fácilmente interpretamos el señorío como poder que se impone por la fuerza, mientras según el evangelio Jesucristo a quien confesamos Hijo de Dios, es señor sirviendo a los demás hasta entregar la propia vida.

2. “Camino” se refiere a la existencia humana que discurre unas veces por sendas llanas, y otras por trechos escabrosos. Queramos o no, todos estamos de camino, construyendo en cada paso nuestra vida donde hay momentos de alegría y otros de tristeza. Donde a veces las dificultades nos abruman y en ocasiones el amor y la esperanza nos rejuvenecen. Pero siempre tenemos a nuestro alcance la posibilidad de orientar nuestra existencia: podemos cerrarnos en nosotros mismos, y podemos salir de nuestra guarida tendiendo la mano a los demás para caminar juntos hacia esa plenitud de vida que, sin llegar a definirla, barruntamos.

3, “Preparad el camino”. La vida cristiana es sencillamente la existencia humana, recorrer el camino con un estilo, una forma de ser y de actuar. El estilo del “Señor” tal como se manifestó en la conducta histórica de Jesús, Primero, escuchando a Dios-amor, más íntimo a nosotros que nosotros mismos; la docilidad a esa Presencia nos humaniza .Segundo, cultivando nuestras actitudes, acciones y omisiones, no para dominar a los otros sino para servirles. Tanto el profeta Isaías como el Bautista nos invitan pensar “desde el desierto”, volviendo a la realidad de nuestra existencia humana sin las falsas apoyaturas del tener, poder o aparentar. Y desde ahí, dar sentido a nuestra existencia: “que los montes y colinas – orgullo, envidias, rivalidades- se abajen”, para que “los valles –miseria, opresión, depresión, fracasos, soledad…- se levanten”.
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