Tradición y tradicionalismo
Domingo 22º del tiempo ordinario
Jesús de Nazaret nació y y creció en la tradición religiosa de los judíos. Originariamente las prácticas de religión bíblica eran la expresión de una fe experiencia singular cuyo artículo fundamental era amar a Dios con todo el corazón, con todos los recursos y en todos los momentos de la existencia; poco a poco fue calando que ese amor a Dios implicaba también el amor a los otros . Pero en tiempo de Jesús esa tradición viva frecuentemente quedaba reducida a un tradicionalismo, una repetición de normas y prácticas religiosas legalmente prescritas, pero vacía de la fe o experiencia original.: “este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mi”
Cuando se vive la experiencia que llamamos fe, las prácticas religiosas tienen sentido. Pero en sì mismas, si no conectan con la experiencia no hacen buenas a las personas. Lo que nos humaniza y nos hace justos no son las prácticas religiosas sin más. Nos hace justos nuestra libre apertura a esa Presencia gratuita de amor que nos fundamenta y sostiene. Es lo que llamamos gracia que se manifiesta y alimenta en la comunidad con prácticas religiosas.
Hoy dentro de la misma Iglesia estanos viviendo una tensión entre Tradición y tradicionalismos: en liturgia, en la lectura e interpretación de la Biblia, en la moral, en la reflexión teológica y en ls misma forma de evangelizar. El Evangelio no puede cambiar. Pero el modo de expresarlo en formulaciones y prácticas religiosas debe cambiar forzosamente. Las formulaciones, los sacramentos y todas las prácticas religiosas son para las personas humanas que viven en un tiempo y en una cultura determinados, con sus avances e interrogantes; con sus anhelos, fracasos, esperanzas y lenguaje.