La alegría en la espera (17.12.17)

Mientras caminamos en el tiempo los humanos siempre necesitamos tener una referencia –persona , tarea o acontecimiento- que nos permita seguir caminando con una dosis de alegría. A lo largo de nuestra existencia personal y social una y otra vez han alegrado momentáneamente nuestra espera distintos mesías prometiendo la felicidad. En el recorrido de nuestra vida personal cada uno sabemos cómo es el desfile imparable de dulcineas que van pasando apenas llegan. Y ocurre algo parecido en la vida social: el entusiasmo que despiertan en un primer momento mesianismos políticos o sistemas económicos, a la hora de la verdad se apaga porque no aportan lo que prometían. En la desmadejada situación cultural que vivimos la decepción es peligrosa y necesitamos alegría para mantener el ritmo de nuestra espera.

Para nosotros en esta situación habla hoy el evangelio. Preguntado Jesús si es “el que ha de venir”, el esperado, el Mesías, responde.:”los ciegos ven los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen”. No es un mesianismo grandilocuente ni de poder triunfalista. Es un mesianismo de práctica liberadora y sanativa. Una práctica motivada por el amor que impactado por la miseria del otro, se hace misericordia. La Iglesia es pueblo mesiánico y cada cristiano hemos confesado en el bautismo esa vocación que también es llamada para todos los seres humanos. Un mesianismo no teoría sino de práctica; que no funciona con la lógica del poder que domina, sino con la lógica del amor que sirve.

Cuando nos disponemos a celebrar en Navidad, ese mesianismo de amor como realidad que ya inunda nuestro mundo, es ya fuente de la alegría y aliento de esperanza Sigue teniendo actualidad la reflexión del papa Francisco en su sus primeros pasos como Sucesor de Pedro: “Comprendo a las personas que tienden a la tristeza por las graves dificultades que tienen que sufrir, pero poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse con secreta pero firme confianza; el amor del Señor no se ha acabado, no se ha agotado su ternura, mañana tras mañana se renueva”. Celebremos esta buena noticia en el tercer domingo de Adviento llamado “de la alegría”.
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