"Aquí está la pobre del Señor 24.12,17
“Fue enviado un ángel…El Señor está contigo…Aquí está la pobre del Señor”
“Fue enviado un ángel” es una forma de expresar que Dios está viniendo. De un modo gratuito por amor y como amor. Esa gratuidad queda bien calara en el evangelio: María es una joven insignificante y desconocida. Para encontrarla el ángel tiene que dar muchas vueltas: primero Galilea, la región económicamente más pobre de Palestina y de mala fama religiosa; luego una ciudad pequeña llamada Nazaret; y dentro de la misma una joven que se la conoce sólo porque está desposada con un hombre llamado José. Ese Dios, en quien existimos y nos movemos, continuamente está viviendo a nosotros. Según nos decían nuestros padres, todos tenemos un ángel que nos acompaña y nos dice: “El Señor está contigo”.
“Aquí está la pobre del Señor”. Pobre significa la persona que se abre incondicionalmente a la presencia de Dios que como amor sustenta nuestra vida y está llamando a nuestra puerta. María de Nazaret es la pobre, la creyente; la que no se instala ni se cierra en sí misma. Está “a la espera de Dios”. Según el prefacio de adviento, “esperó con inefable amor de madre”. Vivir la esperanza exige que nosotros estemos “a la espera de Dios”; que no nos arrodillemos ante falsos dioses que salen al camino; que ahondemos en la sed de infinitud que nos constituye y no pueden saciar las cosas perecederas.
Veamos en María de Nazaret la primera discípula de Jesús. Como nosotros recorrió la peregrinación de la fe que va madurando en esperanza o espera confiada. No le acompañó una legión de ángeles revoloteando para que su camino fuera de rosas sin espinas. Ella también tuvo sus dudas y sus interrogantes: “¿cómo puede ser eso pues no conozco varón?”. Tuvo que discernir y vislumbrar la presencia y la voluntad de Dios en todos los acontecimientos de la vida. Durante la gestación como madre. Cuando su hijo Jesús fue creciendo; y cuando decidió dejar Nazaret para recorrer las aldeas de Galilea como profeta itinerante y pobre. Sobre todo María siguió ´”a la espera de Dios” junto a la cruz . Según el Libro de los Hechos, después de la muerte de Jesús, María con los otros discípulo seguía esperando y pidiendo la venida del Espíritu. Todo un ejemplo para que nosotros también levantemos la cabeza, salgamos de la superficialidad en que fácilmente nos instalamos y escuchemos el rumor de ángeles, los reclamos y brotes de vida, que también hay en nuestro mundo.
“Fue enviado un ángel” es una forma de expresar que Dios está viniendo. De un modo gratuito por amor y como amor. Esa gratuidad queda bien calara en el evangelio: María es una joven insignificante y desconocida. Para encontrarla el ángel tiene que dar muchas vueltas: primero Galilea, la región económicamente más pobre de Palestina y de mala fama religiosa; luego una ciudad pequeña llamada Nazaret; y dentro de la misma una joven que se la conoce sólo porque está desposada con un hombre llamado José. Ese Dios, en quien existimos y nos movemos, continuamente está viviendo a nosotros. Según nos decían nuestros padres, todos tenemos un ángel que nos acompaña y nos dice: “El Señor está contigo”.
“Aquí está la pobre del Señor”. Pobre significa la persona que se abre incondicionalmente a la presencia de Dios que como amor sustenta nuestra vida y está llamando a nuestra puerta. María de Nazaret es la pobre, la creyente; la que no se instala ni se cierra en sí misma. Está “a la espera de Dios”. Según el prefacio de adviento, “esperó con inefable amor de madre”. Vivir la esperanza exige que nosotros estemos “a la espera de Dios”; que no nos arrodillemos ante falsos dioses que salen al camino; que ahondemos en la sed de infinitud que nos constituye y no pueden saciar las cosas perecederas.
Veamos en María de Nazaret la primera discípula de Jesús. Como nosotros recorrió la peregrinación de la fe que va madurando en esperanza o espera confiada. No le acompañó una legión de ángeles revoloteando para que su camino fuera de rosas sin espinas. Ella también tuvo sus dudas y sus interrogantes: “¿cómo puede ser eso pues no conozco varón?”. Tuvo que discernir y vislumbrar la presencia y la voluntad de Dios en todos los acontecimientos de la vida. Durante la gestación como madre. Cuando su hijo Jesús fue creciendo; y cuando decidió dejar Nazaret para recorrer las aldeas de Galilea como profeta itinerante y pobre. Sobre todo María siguió ´”a la espera de Dios” junto a la cruz . Según el Libro de los Hechos, después de la muerte de Jesús, María con los otros discípulo seguía esperando y pidiendo la venida del Espíritu. Todo un ejemplo para que nosotros también levantemos la cabeza, salgamos de la superficialidad en que fácilmente nos instalamos y escuchemos el rumor de ángeles, los reclamos y brotes de vida, que también hay en nuestro mundo.