Sobre la vocación cristiana

1. Las primeras comunidades cristianas experimentaron la novedad manifestada en la conducta histórica de Jesús: Dios es amor que vence la muerte, y en el amor a todos sin discriminaciones se abre camino para la plena realización de la humanidad. Un evangelio que debía tomar cuerpo dentro de una organización social, cuajada de tensiones entre los anhelos de fraternidad universal y las mediaciones históricas infectadas por la tendencia individualista que todos llevamos dentro. Cuando en el siglo IV el cristianismo fue aceptado y reconocido como religión oficial del imperio romano, hubo peligro de sustituir el amor por el poder y de pensar que la Iglesia realizaba su misión dominando las estructuras sociales e imponiendo a todos sus prácticas religiosas.

2. Aunque no fue nada fácil para la Iglesia la digestión de los reclamos del mundo moderno pidiendo autonomía y liberación respecto a la tutela eclesiástica, el Vaticano II fue sensible a esas demandas reconociendo la autonomía de las realidades seculares y la libertad religiosa. El concilio no precisó demasiado, pero su inspiración y línea tiraban por tierra el consorcio entre religión católica y poder político que por muchos años tuvo vigencia en la ideología del nacionalcatolicismo. Tal vez en parte como reacción en contra de una práctica religiosa que se impuso a todos por el hecho de nacer español, en un clima de libertad esta práctica decae hoy mientras cunde una indiferencia religiosa generalizada. La nueva situación ¿es totalmente negativa?

3. Esta situación tenía que llegar, y es fundamentalmente positiva. Hay un modelo de Iglesia católica que está muriendo: una religión cerrada en sí misma, en consorcio con el poder político y económico, donde se da prioridad a los ritos y cifra su éxito en manifestaciones triunfalistas. Es un modelo todavía perteneciente a la era constantiniana que lógicamente decae. Pero este declive también es oportunidad para que brote de nuevo la Iglesia que se manifestó en las primeras comunidades cristianas, donde tenía prioridad la fe como encuentro con Jesucristo resucitado que seguía llamando a cada uno como llamó a sus primeros discípulos.

El Vaticano II no hizo un documento sobre la experiencia de Dios revelado en la conducta histórica de Jesús, aunque dejó entrever una y otra vez la necesidad de priorizar esta experiencia. El evangelio de este domingo recuerda los inicios del cristianismo cuando Andrés y Simón Pedro, interpelados por la conducta de Jesús, le preguntaron: “¿dónde vives?, queremos participar tu estilo de vida”. Y Jesús les respondió: “venid y lo veréis”. Ellos “se quedaron con él”. Seguir a Jesucristo, participar su experiencia y tratar de re-crear su conducta es la clave para, sin asustarnos por unas formas de cristianismo que están muriendo, escuchar, acoger y promover los latidos del Espíritu que hoy rejuvenecen la Iglesia.
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