Voluntad de decidir y libertad en el País Vasco

Si no hablo de la renuncia de Imaz en el PNV, parecerá que estoy divagando, que no me importa lo fundamental. Lo haré, porque soy previsible y convencional, pero déjenme que proteste un poco. ¿Verdad que mucha gente tiene otros problemas y otros temores? ¿Verdad que el cambio climático, por ejemplo, comienza a caernos más cerca y adquiere una importancia incomparable con casi todo? ¿Verdad que a la vuelta de vacaciones se ha notado el miedo a que la economía ahonde su crisis y nos afecte sin compasión? Yo viajaba ayer en un autobús desde Madrid a Vitoria, y los jóvenes estudiantes hablaban de alquileres, de matrículas, de becas, de amistades y de amores. No hablaban del PNV, ni de Imaz. Es normal. La mayoría de la gente se ocupa cada día de asuntos muy concretos y en ellos tiene puestas sus esperanzas y desvelos. Conviene no olvidar esto: hay una vida pública, la de la gente esforzándose por abrirse un futuro o por mejorar el presente, y una vida publicada, la de la gente que lidera políticamente su sociedad y hace de esto su trabajo. Saben, y lo repito a menudo, que estimo en mucho a quienes valen para la vida política y se ocupan democráticamente de ordenarla desde la justicia y la solidaridad. Pero, hoy, quisiera recordar que la vida de la mayoría de la gente tiene más y anteriores problemas.

Como decía y saben, Imaz se va. No sé si para volver, quizá sí. Tal vez se quiera llevar a sus adversarios con él. En política a veces la gente se va para provocar una bola de nieve y arrastrar así a los otros. Tal vez. En realidad, Imaz nunca ha controlado el partido. Ganó las elecciones internas pero con una mayoría muy “justa” y con el control de los territorios por sus adversarios. Sólo era fuerte en Vizcaya, el más poblado de esos territorios, pero uno de ellos. Yo creo que esta diversidad territorial será la clave para el futuro. Al “derecho a decidir” hay que quitarle el miedo, pero para mí que, sin proyecto previo integrador, reproducirá los resultados actuales de cada territorio, y entonces vendrá el debate de cuál es la unidad territorial a considerar. ¿Euskadi? ¿Sus tres territorios? ¿Euskadi y Navarra? ¿Los cuatro territorios? Si no hay acuerdo previo sobre el proyecto posible en el País Vasco de hoy, el derecho a decidir será otra forma de complicar nuestras diferencias.

Y luego está lo que puedan pensar la militancia, sí, y sobre todo los votantes. Es evidente que a muchos vascos, pueblo de apuestas donde los haya, no le van los pactos entre diferentes. Suenan a compromiso y hasta a componendas. Es así. Por eso es tan apreciado Ibarretxe. Un vasco de palabra directa, sin complicaciones, y rocoso en su constancia. El problema es si el electorado atenderá a la apuesta de “más nacionalismo” y en todos los territorios. Y eso sin contar con que éticamente es muy arriesgado, pero muy arriesgado, ponerse a decidir con ETA en la recámara. De todas maneras, al PNV le pasa como a las iglesias: tienen razón los renovadores, pero siempre ganan los ortodoxos. Cosas de la religión política.

No quiero terminar dejándolo todo en el terreno de la duda. Creo que el PNV va a saber pactar en todos los frentes, porque el electorado de los territorios se lo va a exigir. Decidiremos, lo pienso así, y la decisión será esperar a la paz, para volver a hablar con libertad. Sucede, no obstante, que en el hecho de decidir hay tanto contenido político como en la decisión misma, y por si ésta no puede llegar, o no conviene que llegue, esa prueba de “soberanía” ha de ser suficiente por un tiempo.
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