Los "católicos" no somos un partido político

Mucha gente piensa que la polémica entre la Iglesia y el PSOE hay que vivirla con espíritu militar, es decir, como quien pertenece a un bando y se hace fuerte en su respectiva trinchera. Todo esto es ridículo. Dan ganas de echar a correr y dejarlos solos. Pero es que no son cuatro a cada lado, sino miles y miles de ciudadanos los “ofendidos”, así que el asunto tiene una repercusión social y política mayor de lo que parece.

A mí, como cultivador de las ideas teológicas y sociales, interesado por el diálogo entre ellas, me gusta hacer ver entre los míos, la Iglesia, las perspectivas o claves que mejorarían, a mi juicio, siempre a mi juicio, nuestra visión moral de los problemas y el modo de una asunción pastoral más cristiana. Esto hace que seas visto por no pocos cristianos como amigo de sus “enemigos”, y, por tanto, falsamente amigo. La clave está en que el esquema “amigo-enemigo” es suyo, lo tienen en su cabeza, (espero que no en su corazón), y desde él analizan, sopesan, deciden y actúan. Pero esto, repetido hasta la saciedad, es totalmente equívoco. Prácticamente, su catolicismo les funciona como un “partido social y político” que les evita entrar en la política por el camino de los partidos propiamente tales. Lo veo por doquier.

Hay muchos laicos y asociaciones católicas de laicos, para quienes el catolicismo es su “partido” peculiar, la unión general de todos los católicos en la polis frente a los laicistas del poder y sus aledaños, el PSOE en particular. Aquí hay un equívoco terrible, porque el catolicismo no es el “partido político” de los católicos, cuyo programa, la “ley natural” iluminada por la fe, nos unificaría políticamente a todos. Son dos planos de verdad, de certeza y de competencia, no separados, pero sí distintos. Veo que la gente católica quiere evitar la política propiamente tal, asumiendo la moral de la ley natural, a menudo en su versión más ahistórica, como un programa concreto, preciso y particular, “el de los católicos puros”. Y no es así.

Hay que hacer el esfuerzo de traducir esas convicciones, la experiencia integral del ser humano iluminada por la fe, en propuestas políticas, sociales, económicas y culturales que nos harán a los mismos cristianos diversos en la vida social y política. Los Obispos pueden intervenir moralmente en una sociedad democrática. De hecho lo hacen. Mucho más en la Iglesia, faltaría más. La moral cristiana tiene que formar y orientar la elección política y social de cada ciudadano cristiano, pero la opción precisa, y la libertad para apoyarla, es un paso subsiguiente de cada uno y bajo su responsabilidad; la distancia entre la realidad cotidiana y los criterios nos exige siempre estar atentos a la corrección fraterna, manteniendo abierta nuestra conciencia a la palabra moral de nuestros guías religiosos y laicos, desde la fe y desde la sabiduría ética, ¡pero no porque votemos o militemos en distintos partidos, perdemos unos u otros nuestra condición de católicos!

La política sigue siendo la política, inseparable de la moral, pero siempre sin confundirlas. Me parece que hoy en el catolicismo militante se empieza a confundir moral cristiana y militancia política de los cristianos. No son lo mismo. Si antes decíamos que no podemos refugiarnos en el voluntariado social cristiano para salvarnos de la política, hoy cabe decir que no podemos refugiarnos en la moral cristiana y en la razón natural para salvarnos de la praxis política concreta y partidista. No vale, eso tiene truco.

Todo esto es distinto del simple reconocer las tonterías graves que están diciendo los dirigentes socialistas, para responder a la Nota de la Permanente de la CEE, y que a mí me producen sonrojo. Eso de que habrá que revisar los acuerdos Iglesia-Estado y la financiación de la Iglesia, porque los Obispos no están siendo “buenos y agradecidos” o “con lo que nosotros hemos hecho por ellos en cuatro años”, sea en boca del Presidente, o de Chaves y Bono, o de los Ministros, me parece escandaloso y suficiente para que no merezcan gobernar; pero como no me interesa que ciertos líderes de la Iglesia crean que nos llevan por buen camino, o que alguien piense que espero “mucho e interesante” de la derecha política, me callo estas cosas. No hay que ser un lince para ver que la reacción del PSOE a la dichosa Nota, o políticamente les interesa, o son unos “niñatos” con reacciones nada maduras. ("Es la búsqueda del voto -escribe Martín Ferrand- en todos los pliegues de las pasiones, por negativas que resulten, del espíritu español. El anticlericalismo, aquí, viene de lejos, y esta ocasión, en que la mitra no ha lucido el talento con el que suele actuar, le ha resultado pintiparada al PSOE para, según la tradicional costumbre de ir, alternativamente, delante o detrás de los curas, correr detrás de ellos. Tiene su público").

Dicho lo cual, lo que me importa no es si el PSOE está diciendo muchas tonterías, sino si nosotros, los católicos, estamos a la altura moral y cívica del Evangelio y de una sociedad democrática. Y yo opino, es una opinión, que estamos “verdes”, confundiendo la moral cristiana, y a su luz, la llamada moral natural, con el programa político de los católicos como especie de partido político peculiar, y esto sí que es desvariar. Y el tiempo lo dirá, poniéndonos a “laicos” y “creyentes” en nuestro sitio en una sociedad inteligentemente plural y respetuosa de su diversidad ideológica. (Y en buena medida, lo reconozco también, como "partido político" se refieren a nosotros quienes nos critican. De hecho, para mucha gente de la izquierda, gobernante o no, los "católicos" somos más un colectivo de la oposición política que no un movimiento religioso. Craso error).
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