Nunca la iglesia ha dicho de nadie que se haya condenado, ni de Judas Si el infierno existe, está por estrenar
Presentar por igual la revelación de la salvación y de la condenación es falsear el cristianismo. Dios nunca creó el infierno. No hay “dos estaciones Termini”: Dios solamente quiere y crea vida y salvación. Estamos, pues, en una historia de salvación y no de condenación
¡Cuánto daño se ha hecho con el infierno, culpabilidades y condenación! No hay sistema de seguridad o del G7 más represivo que meter en la conciencia de la gente la posibilidad del infierno.
El Infierno es la "piedra de toque" de toda la cristología: ¿Es posible que un hombre fracase totalmente?
El Infierno es la "piedra de toque" de toda la cristología: ¿Es posible que un hombre fracase totalmente?
Decía Urs von Baltahasar que: si el infierno existe, está por estrenar...
Una nota previa del obispo de Roma, Francisco.
La Madre Vicaria de un convento italiano de Clarisas dijo cómo el papa Francisco en una visita que les hizo, les había contado esta historia:
"Nos ha contado una bella historia que nos ha hecho reír a todas, incluso a él mismo:
María está en el Paraíso; San Pedro no siempre abre la puerta cuando llegan los pecadores y por eso María sufre un poco, pero se queda quieta. Y en la noche, cuando se cierran las puertas del Paraíso, cuando nadie ve u oye nada, María abre la puerta del Paraíso y hace entrar a todos".
Me imagino que más de cuatro “ultras” del asunto se habrán escandalizado y despreciarán lo que ha dicho Francisco, pero son palabras sencillas, algo ingenuas si se quiere, pero llenas de contenido.
En el fondo es una respuesta a la pregunta que nos plantea hoy el Evangelio: ¿serán muchos o pocos los que se salven?:
María abre la puerta del Paraíso y hace entrar a todos.
A lo mejor -seguramente- habría que terminar aquí la homilía de hoy.
¿Son pocos o muchos los que se salven?
¡Qué verdad es que todo texto tiene un contexto!
Cuando nosotros nos imaginamos el contexto desde el que solemos leer e interpretar este evangelio suele ser como pasar el peaje de la autopista. La salvación comienza cuando nos morimos. El ticket del peaje es moral, más bien legal. Es una puerta estrecha, difícil. Hemos tenido que atravesar un “slalom” gigante lleno de puertas y leyes. Vamos a ver si pasamos el control.
Con esta trama, hemos dinamitado el sentido del evangelio de hoy.
La salvación y la vida.
La salvación, la vida en su sentido más pleno, es el único problema serio, decisivo del ser humano. Porque somos débiles en todos los aspectos y porque somos mortales, el problema decisivo es la vida, la salvación.
Todas las religiones son un intento de dar respuesta a tal cuestión. Unas religiones (más bien ideologías) tratan de resolver la vida desde la economía, otras desde la revolución, no pocas desde una ascesis inhumana, en ocasiones desde un legalismo que supuestamente trata de aplacar la ira de Dios.
En el cristianismo nos salvamos y tenemos vida por el amor de Dios. En aquella polémica de Jesús acerca de la dificultad que suponen las riquezas para la vida, los discípulos le preguntan, ¿quién podrá salvarse? Jesús le contesta: Para Dios no hay nada imposible: (Mc 10,23-27). Es decir, aquí nos salvamos todos: ricos y pobres, divorciados e hijos pródigos, “magdalenas” y “zaqueos”, porque Dios nos quiere a todos y para él nada es imposible.
Esforzaos por entra en la vida.
La salvación y la vida son un don.
La vida y la salvación son un don, una gracia. ¿Alguien de nosotros ha comprado la vida? Se nos ha dado gratis, (gracia).
El esfuerzo (esforzaos) no consiste en sumar puntos que te dan en Eroski con la tarjeta Travel, que sería el legalismo. El esfuerzo no es algo voluntarista y titánico, sino que el esfuerzo -esforzaos- es una experiencia mística que consiste en acoger la vida, el don que se nos da, acoger la misericordia y bondad de Dios.
No se trata de facilitar las cosas y pensar que, aunque peque, como Dios me quiere, no pasa nada. Eso es también una estupidez también legalista.
Acoger la bondad de otra persona sobrecoge nuestro interior, nuestra alma. La puerta estrecha es amplísima, porque es la misericordia de Dios. Quien acoge el amor de la vida, de Dios, del marido / mujer, de la vocación, del amigo supone recibir un espléndido don y una gozosa responsabilidad.
La vida y la salvación significan admitir que somos pobres, débiles, quizás estábamos perdidos y volvemos a la vida. La salvación es la muerte de toda presunción y prepotencia. La salvación no es un esfuerzo moral titánico, sino vivir la propia condición humana de debilidad in desesperar, confiando en Dios.
Por esta puerta no se pasa a base de peajes morales, sino de gratitud y compunción: gratitud por lo recibido, compunción por el dolor que nos causa ser hijos pródigos.
¿Y el infierno?
¿Serán muchos o pocos los que se salven?
Nadie tiene fuerzas para salvarse. Uno sólo nos da la vida: Dios. Es inútil acompañarse de grandes títulos, medallas y victorias.
A la salvación se llega reconociendo la propia debilidad. Cuando soy débil es cuando soy fuerte, (2Cor 12,10) y al mismo tiempo acogemos la infinita misericordia del Señor.
Por desgracia se ha predicado demasiado y demasiado justicieramente del infierno. Pero Jesús no fue un predicador del infierno.
¡Cuánto daño se ha hecho con el infierno, culpabilidades y condenación! No hay sistema de seguridad o del G7 más represivo que meter en la conciencia de la gente la posibilidad del infierno.
El Infierno es la "piedra de toque" de toda la cristología: ¿Es posible que un hombre fracase totalmente?
Dios no ha creado el infierno como una sala de torturas eterna en la que no puede actuar ni el mismo Dios, porque es “territorio comanche” del diablo, (¿). Todo lo cual no deja de ser un infantilismo. (El infierno ha funcionado como arma represiva de los cristianos y de la sociedad).
Posiblemente el infierno lo creamos en esta vida ¡cuántas situaciones infernales en la vida familiar, social, pateras, en las relaciones de vida comunitaria, en odios inveterados por motivos políticos, bélicos, laborales!
Dos notas sobre el infierno
1.- Desde el lado humano, desde la libertad hay que pensar que el ser humano puede optar por el mal y por el mal absoluto (¿) y, por tanto, el ser humano podría optar por su propia destrucción, que es o sería el infierno.
Aunque también hay que preguntarse si alguien -en sus cabales- puede optar por el mal absoluto. Una libertad limitada, como es la humana, ¿puede elegir ante Dios el mal absoluto?
2.- Quedan abiertas muchas cuestiones desde el lado de Dios:
Presentar por igual la revelación de la salvación y de la condenación es falsear el cristianismo. Dios nunca creó el infierno. No hay “dos estaciones Termini”: Dios solamente quiere y crea vida y salvación. Estamos, pues, en una historia de salvación y no de condenación.
Dios es bueno y solamente bueno.
Dios quiere que toda la humanidad se salve. (1Tim 2,3).
Dios no es neutral y quiere especialmente la salvación del pecador. Dios ya sabe quiénes y cómo somos, por eso como padre, busca siempre la vida del hijo perdido.
Cuando Dios quiere hacer justicia, lo que hace es querernos más; al menos el Dios de Jesús es pura bondad, que en muchos casos es diferente del Dios de la moral eclesiástica.
El mismo Dios que nos invita a nosotros perdonarsiempre, incluso al enemigo, ¿No será capaz de perdonarnos en esas situaciones límite?
Nunca la iglesia ha dicho de nadie que se haya condenado, ni de Judas.
La posibilidad de un fracaso humano absoluto, ¿no sería el fracaso de la cristología y de la redención?
Decía el teólogo H. U. von Balthasar que “si el infierno existe, está por estrenar”
Todos vivimos y morimos en la misericordia de Dios. Podemos confiar y esperar que en ese tránsito, que es la muerte, todos lo realizamos en la misericordia de Dios.
Mientras exista un condenado, Cristo sigue crucificado, (Orígenes).
Nos salvamos porque somos los últimos.
Sentirse pequeño y pobre es una actitud hondamente cristiana (humana) y llena de vida.
Vivir y salvarse es abrirse al amor de Dios Padre.
Y Dios nos quiere y quiere la vida para todos sus hijos.
Nuestro Dios es un Dios de la vida, (Lc 20,38)
Dios quiere que toda la humanidad se salve, (1Tim 2,4).
Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua, (1ª lectura, Isaías)
Si alguien tiene la osadía de predicar sobre el infierno que lo haga desde la misericordia y desde la esperanza.