Religión y nacionalismo
Adam Zagajewski, premio de las letras “Princesa de Asturias” 2017, en su discurso de aceptación hizo una referencia a la religión: “Las sociedades se secularizan rápidamente, y los que hoy en día defienden la religión a veces acuden a técnicas sociopolíticas detestables, la religión con excesiva frecuencia se alía con la extrema derecha”. Me gustaría matizar: la religión no se alía con nadie. Los que se alían son las personas. Y posiblemente algunos (no todos) mezclan política con religión. Este es un tema delicado, porque la religión tiene repercusiones sociales, ecológicas y políticas.
La cuestión no son esas repercusiones, sino el uso partidista que de esas repercusiones se hace. Este uso partidista hace que, en ocasiones, sean los intereses políticos los que sirven de criterio a la presentación de la religión. En todo caso, una religión que deriva en extremismos, fundamentalismos, integrismos e intransigencias, no puede ser católica. Porque lo católico, por definición es universal. El Magisterio católico, como hice notar en otro post, es más abierto y matizado de lo que muchos piensan o dan a entender.
Ciertas formas de nacionalismo tienen mucho de religiosas. Pero no de una religión imbuida de misericordia, sino de una religión basada en identidades excluyentes y en rechazo del disidente o del hereje. El nacionalismo se convierte en religión violenta (o al menos, en fe no razonada) cuando apela a valores trascendentes, como la esencia y el destino de un pueblo o de una raza; o a un pasado histórico mitificado y difícilmente comprobable. Zagajewski ha dicho sobre el nacionalismo: “Entiendo las emociones independentistas, pero me opongo a cualquier separación. Tenemos que respetar unos sentimientos patrióticos y nacionalistas que pueden ser hasta muy bonitos en su espíritu apasionado y romántico”.
Sin embargo, no obvia las connotaciones negativas, “que pueden acabar con Europa”. Por ello invita a aprender del siglo XX, el cual nos ha hecho entender los nacionalismos como “incendios forestales, tan notables hoy en España”. Para Zagajewski ambos fenómenos son iguales, lo destruyen todo. “Pueden empezar de una manera benigna y acabar de una manera terrible. Por eso –sentencia el poeta– estoy en contra, pero hay que dar con la manera de combinar una unión política y la diversidad cultural”. Supongo que interpreto bien: sentimientos nacionales sí, pero sin olvidar que la idea de Europa es unidad en la diversidad. Por eso hay que dar con la manera de combinar una unión política y la diversidad cultural.