¿Qué hará el dueño de la viña?

Muchas veces justificamos nuestros sentimientos de venganza como si fueran expresión de la justicia de Dios.

Hay una parábola de Jesús, dirigida a los dirigentes del pueblo judío (Mc 12,1-12), que es una profecía de lo que estos dirigentes harán con Jesús, a saber, rechazarlo y crucificarlo. Se trata de la parábola de un propietario que arrendó su viña a unos labradores. Cuando el dueño mandó a sus criados para recoger la parte correspondiente del fruto de la viña, los labradores maltrataron a los criados y los despidieron con las manos vacías. Al final, el dueño de la viña envió a su propio hijo, pensando en que, al menos a éste lo respetarían. Pero los labradores mataron al hijo, pensando así quedarse con la viña.

Me interesa la pregunta que Jesús hace a sus interlocutores: ¿Qué hará el dueño de la viña con esos labradores? Los jefes judíos responden: “hará perecer a los labradores y arrendará la viña a otros”. O sea, los jefes religiosos responden diciendo que el dueño hará lo que ellos hubieran hecho. No es Jesús quién atribuye este modo de actuar al dueño de viña, sino sus interlocutores, que piensan que Dios (ese es el dueño de la viña y todos lo entienden perfectamente) actuaría castigando a los labradores. Al pensar así atribuyen a Dios lo que en realidad harían ellos, y justifican la vengativa respuesta que darían. En el fondo, los jefes religiosos judíos, en vez de pensar (como bien dice su propia Escritura) que son imágenes de Dios, piensan en un Dios castigador, hecho a su imagen. Son unos ignorantes, que conciben la realidad a la medida de sus deseos.

La pregunta da qué pensar: ¿qué hará el dueño de la viña? La pregunta es aplicable no solo a los jefes religiosos judíos, sino a todo el que se considera jefe. Muchas veces justificamos nuestros sentimientos de venganza como si fueran expresión de la justicia de Dios. ¿Qué hará el superior con su súbdito que le ha plantado cara? (¡extraño lenguaje, porque en la Iglesia no debería haber superiores ni súbditos, sino sólo hermanos!). ¿Qué haré yo cuando me maltratan, quizás injustamente? El castigo, la venganza, el responder con la misma moneda es lo que nos nace. Seguramente nuestra respuesta sería muy distinta si nos preguntamos qué hará el dueño de la viña.

El dueño de la viña, o sea, el Padre del cielo, cuando los hombres maltratan y matan a su hijo, no responde enviando su ejército para que aniquile a los asesinos. Al contrario: hace caso a la oración del Hijo que pide que perdone a los que le matan (“porque no saben lo que hacen”) y, al perdonarlos crea puentes de amistad, caminos de reconciliación. No responde al mal con el mal, sino con el bien. La pregunta qué hará el dueño de la viña deberíamos planteárnosla cada vez que tengamos que tomar una decisión con relación a un hermano. Porque seguro que el dueño de la viña no haría lo que espontáneamente tenemos ganas de hacer. El dueño de la viña nos invita a corregir nuestras perversas intenciones y nuestras malas decisiones.

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