El parlamento chino, ¿parábola del cielo?

Las parábolas de Jesús, en las que describe a qué se parece el Reino de los cielos, se sirven de comparaciones tomadas de la vida real. Me pregunto si un reciente acontecimiento político no daría pie para hacer una buena parábola de lo que puede ser el cielo. Estoy pensando, ni más ni menos, que en lo ocurrido en el parlamento de Pekín hace unos días: Xi Jining ha sido reelegido para un segundo mandato como presidente de China por una mayoría unánime de 2.970 votos a favor por ninguno en contra y cero abstenciones.


Una unanimidad así, que parece de entrada imposible, podría ser una buena parábola del cielo. En efecto, allí todos estaremos de acuerdo, sin ninguna duda ni reserva, porque al conocer el bien absoluto, nuestra adhesión será total y sin fisuras. Pero en este mundo, no existe el bien absoluto. Incluso los mejores bienes son limitados. Por eso, la elección del presidente chino es una mala parábola, porque no se trata de una ficción, sino de algo realmente ocurrido. Pero todos sabemos (incluido el propio elegido) que en la base del suceso está o bien el fanatismo o bien el miedo. O el lavado de cerebro, que viene a ser lo mismo. Y claro, ni el fanatismo ni el miedo pueden ser parábolas del cielo. Como ficción, la parábola podría funcionar. Como expresión real de fanatismo o miedo, no funciona.


Las unanimidades solo se dan alguna vez en pequeños grupos. Cuanto mayor es el grupo, mayores son las posibilidades de encontrarnos con opiniones distintas. Eso vale para nuestras comunidades eclesiales. Una comunidad en la que nadie se atreve a decir lo contrario de lo que piensa el jefe de turno, no es evangélica. Primero porque en las comunidades cristianas no hay “jefes”, sino hermanos que prestan un servicio. Y luego porque en las comunidades cristianas, la diversidad, lejos de separar, enriquece. Puesto que todos buscamos el bien, las distintas opiniones y visiones contribuyen a una búsqueda más afinada, más matizada y más equilibrada del bien.

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