"En la génesis del ateísmo pueden tener parte de culpa los propios católicos" ¿Es posible odiar a Dios?
"Parece imposible odiar la suprema bondad, el supremo bien, la plena verdad, la belleza total y la absoluta felicidad. Todo eso, y mucho más, es Dios"
"Quizás odia la severidad, quizás odia un determinado modo de concebir la moral, quizás odia que le impongan alguna carga, y confunde a Dios con todo eso. No odia a Dios, en realidad odia un dios imaginario, una falsa imagen de Dios"
Si odio es rechazar lo que genera disgusto, lo que no me gusta, lo que me hace daño, aunque no sepa explicar muy bien porqué, entonces parece imposible odiar la suprema bondad, el supremo bien, la plena verdad, la belleza total y la absoluta felicidad. Todo eso, y mucho más, es Dios. Digo mucho más porque no hay palabras, por muy positivas que sean, que puedan definir lo que es Dios. Como bien decía San Justino “si alguien se atreve a decir que hay un nombre que expresa lo que es Dios es que está rematadamente loco”.
Por tanto, si alguien dice que odia o aborrece a Dios es porque no sabe lo que dice. Y si cree saber lo que dice, en realidad confunde a Dios con lo que no es. Quizás odia la severidad, quizás odia un determinado modo de concebir la moral, quizás odia que le impongan alguna carga, y confunde a Dios con todo eso. No odia a Dios, en realidad odia un dios imaginario, una falsa imagen de Dios. Es posible que esta falsa imagen de Dios la haya oído o encontrado en ambientes creyentes. Ya el Vaticano II hizo notar que en la génesis del ateísmo pueden tener parte de culpa los propios católicos por la mala doctrina que difunden o por el mal ejemplo que dan con su vida. Si alguien se queda con esa mala doctrina o ese mal ejemplo, y los aborrece, no aborrece en realidad a Dios, sino la mala imagen que de Dios hemos dado los creyentes.
El amor se mueve cuando se encuentra con algo que le atrae o le gusta; el odio se mueve cuando encuentra algo o alguien que le disgusta. Dios puede ser encontrado de dos modos: en sí mismo y, en este sentido, sólo será plenamente encontrado en la vida eterna; una vez encontrado, es imposible odiarle. Ahora bien, en este mundo Dios siempre es encontrado a través de mediaciones. Como acabamos de decir, si nos encontramos con una falsa o mala imagen de Dios, es posible odiar esta imagen. Pero también es posible encontrarnos con una buena imagen de Dios, con la mejor mediación posible, aunque no seamos conscientes de la presencia de Dios en esta mediación, a saber, el prójimo. Desde esta perspectiva es posible odiar a Dios. Odiamos a Dios, que está presente en el prójimo, cuando hacemos daño al hermano, cuando por envidia o por venganza deseamos que alguien no sólo desaparezca de nuestra vida, sino que desaparezca de la vida.
En esta línea hay que entender la grave denuncia de Jesús en Jn 15,24: “nos odian a mí y a mi Padre”. En realidad, lo que odia “el mundo” (como muy bien explica Tomás de Aquino comentando este texto) son las palabras y las obras de Cristo, en la medida en que estas obras y palabras denuncian la maldad del mundo. Más aún, la maldad imposibilita el encuentro con Dios, ya que la maldad y la bondad son incompatibles: “es imposible que un malo vea a Dios” (Tomás de Aquino).